Es evidente que esa Europa Unida tramposa, hace ya al menos cuatro
décadas, asignó a España y demás países meridionales el papel que
hacen para la opulencia los terruños caribeños. España, definitivamente, es una taberna y una
hospedería gigantescos.
Jaime Richart
En otros tiempos dichosos, cuando la existencia personal no pendía de la
incertidumbre la infancia, la juventud,
la madurez y la vejez transcurrían más o menos de acuerdo a las previsiones sociales y a los cálculos
hechos en cada familia... Y entonces, cuando en la inmensa mayoría de los
casos las necesidades básicas estaban cubiertas, cuando hacer un oficio o una carrera se correspondían con lo
que llamaban porvenir, era razonable que la infancia estuviese sujeta a la
obediencia, que de la juventud se esperase su deber de rebelarse sin producir por ello en la sociedad grave
quebranto, que la madurez comprendiese la importancia del ahorro y las ventajas de la
sobriedad y que la vejez se adaptase a las circunstancias y a su ya precaria salud.
Pero en estos tiempos en que la misma inmensa mayoría vive esas
mismas etapas en grado gravemente inestable; con una educación irregular
y desigual entre el aturdimiento y la perplejidad, cuando niños; con unas
expectativas muy inciertas cuando jóvenes hasta el punto de que
muchos desearían seguir en la niñez; cuando el viejo se empeña en no querer serlo y
el maduro tiembla ante la idea de ser viejo... más pronto que tarde asoma el
absurdo de la vida. Y lo digo -se acabó el autoengaño- porque la sensación de absurdo
está detrás de toda la apariencia, y el desatino se revela vivamente cuando cada mochuelo se retira a
su olivo; unos para esconder la depresión y la desesperación, y otros
para rumiar la náusea y soportar el tedio que acaban provocando los excesos que son
resultado de la fatal desigualdad social.
A estas alturas de la historia de la civilización
occidental, es evidente que esa Europa Unida tramposa, hace ya al menos cuatro
décadas, asignó a España y demás países meridionales el papel que
hacen para la opulencia los terruños caribeños. España, definitivamente, es una taberna y una
hospedería gigantescos. No hay más. Lo demás, en relación al basamento
que genera verdadero desarrollo, autosuficiencia y autonomía, no existe. Y en
consecuencia, a la inmensa mayoría de nuestros jóvenes físicos, químicos, técnicos,
ingenieros, astrónomos... y con mucho mayor y más lamentable motivo juristas,
médicos, lingüistas, literatos, filósofos... ya sabe lo que le espera: o se van a otras tierras, a otros
mundos, o se enfundan un mandil para servir en la terraza de un restaurante o en la de
un bar de copas…
Pero no son ni el Dios de los cristianos, ni el dios de los mahometanos,
ni los dioses del Olimpo ni el Destino los causantes del triste designio de
nuestra juventud en gran parte frustrada. Todo ha sobrevenido por la perversidad de bancos y banqueros, de
mafias y padrinos, de ingenieros financieros y
especuladores que están llevando a la humanidad y al planeta hacia el abismo. Bribones y pícaros
que pasaban por respetables y que han contado con la pusilanimidad cómplice de
los gobernantes europeos y españoles que no pasaban por menos
respetables. Y luego, ahora, hasta ayer, en fin, por la mala cabeza de
electores ignorantes y necios que cuando han podido darse cuenta, ya era
demasiado tarde.
A la juventud, a esa nuestra juventud, pues, sólo le cabe levantar la cabeza
con dignidad y reciclarse a fondo. Pues su norte queda bien cerca: hacerse fuerte para afrontar la supervivencia. Y
también, para asumir una austeridad forzada de la que no obstante debe
sacar provecho. Pues la austeridad, pese a todo, pese a ser fruto de la
violentación del poder instituido es fuente de salud para el cuerpo y para la mente. Lo dice la sabiduría de todos los tiempos y de
todas las culturas. Hágase más fuerte, pues, la juventud frustrada y, por Dios, expulse a los
mercaderes españoles y europeos del templo del abuso, haga frente a la
canalla dueña de este país desde tiempo inmemorial y apodérese cuanto
antes del Poder para dar un golpe de timón a la nave de un país que navega
totalmente a la deriva.
Han pasado demasiados siglos desde Aristóteles y los antiguos griegos
como para no cambiar la visión de lo que es realmente la Política enla
práctica. Por eso, ahora ellos no dirían que cuando los dioses quieren castigar
a un pueblo entregan su gobierno a los jóvenes, que es lo que decían. Ahora,
vista la prolongada experiencia de los últimos tiempos, si los dioses quisieran
castigar a España lo que harían es entregárselo nuevamente a todos esos y a
todas esas que, tras ostentar al principio democráticamente el poder, han
acabado detentándolo y abusando del poder ya casi ancianos.
DdA, XIII/3263
No hay comentarios:
Publicar un comentario