El veterano actor catalán José María
Pou viene a Avilés a hablarnos del más remoto pasado y del más estricto
presente, porque de esos dos confines del tiempo se habla a la vez
cuando se habla de Sócrates y de su condena a muerte por cuestionar las
verdades oficiales, la corrupción y las sofisterías de su tiempo. Pou
interpreta al filósofo en Sócrates: juicio y muerte de un ciudadano,
la obra de teatro de clamoroso éxito que estrenó en Mérida el pasado
julio y que ahora llega al Niemeyer para, con todas las entradas
vendidas desde hace semanas, deleitar al público asturiano el 4 de
marzo.
¿Qué va a encontrarse el espectador que acuda al Niemeyer a ver Sócrates, juicio y muerte de un ciudadano?
Dicho
en pocas palabras, va a encontrarse un espectáculo de noventa minutos
que cuenta lo que le ocurrió a ese gran filósofo en el año 399 antes de
Cristo por incitar a la gente a pensar, a buscar la verdad, a no
contentarse con las verdades oficiales, a hacer preguntas y en
definitiva a pensar por sí mismos; y cómo eso resultó lógicamente muy
molesto a los poderosos, que terminaron por condenarlo a muerte y
matarlo. Y va a encontrarse un espectáculo que, contando esa historia,
lo que pretende en realidad es que el espectador se sienta interpelado y
obligado a reflexionar sobre lo que nos pasa a nosotros en esta
democracia y en 2016.
O sea, que la obra está escrita con la intención de lanzar un mensaje sobre el tiempo actual.
Sí,
sí, totalmente. El espectáculo es obra de Mario Gas, que quería hacer
algo con la historia de Sócrates desde hace tiempo y que contó con mi
apoyo entusiasta en cuanto me propuso participar. Y Mario Gas quería
hacer precisamente eso: no tanto contar lo que le ocurrió a Sócrates,
que al fin y al cabo es algo que está en los libros y que quien más,
quien menos ha estudiado en su época del instituto, como reflexionar
sobre los bienes y los males de la democracia en general y de nuestra
democracia actual en particular. En cada reproducción se produce ese
milagro que tiene el teatro, que es que aunque los actores estemos
encima del escenario vestidos con túnicas y refiriéndonos a hechos que
ocurrieron hace veinticinco siglos en Atenas, el espectador las recibe
como referidas directamente a nuestra situación de ahora. Las palabras
que nosotros emitimos desde el escenario tardan milésimas de segundo en
llegar a los oídos de los espectadores en el patio de butacas, pero en
realidad viajan dos mil quinientos años.
LÉASE+@Asturias24
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