martes, 8 de marzo de 2016

LA TUMBA

Ana Cuevas
En el último programa de Salvados, Jordi Évole  ha traído a la desmemoriada memoria de nuestro pasado reciente otro capítulo oscuro y despreciable. Se trata de los esclavos del franquismo, presos políticos de la dictadura obligados a trabajar en la reconstrucción del país tras la contienda civil en condiciones infrahumanas. Gran parte de la audiencia, sobre todo los más jóvenes, ignoraban esos hechos. No es de extrañar. La denominada "reconciliación nacional" se cimentó sobre el silencio y la ignorancia. Sobre un olvido premeditado que abandonó miles de cadáveres en fosas improvisadas e hizo desaparecer páginas de la historia manchadas con la sangre de nuestros conciudadanos. El relato del hambre, de las torturas, de las ejecuciones y los trabajos forzados se barrió bajo la alfombra con la excusa de no reabrir las heridas. Ni siquiera la llegada de la democracia pudo desamordazar la sórdida realidad que padecieron muchos hombres y mujeres sometidos a toda clase de abusos y vejaciones.
Los esclavos del franquismo fueron víctimas de la venganza de los golpistas pero, sobre todo, contribuyeron al enriquecimiento de algunas corporaciones y empresas afines al régimen fascista. Empresas que, hoy en día, continúan siendo punteras en el estado español.
Hablamos de Dragados y Construcciones, Entrecanales y Távora (actualmente conocida como Acciona), Infraestructuras Ferroviarias (ADIF), RENFE o Huarte (OHL), cuyos dirigentes no reconocieron, ni reconocen, la explotación. Compañías públicas y privadas que en la actualidad cotizan en el IBEX 35 y se invisten de legitimidad moral para interferir en la política contemporánea. Amén de seguir consiguiendo contratos públicos y adjudicaciones gracias a sus alianzas con algunos círculos del poder.
Es cierto que en Alemania ocurrió algo parecido tras la segunda guerra mundial. Pero, a diferencia de aquí, las empresas implicadas pagaron por estos actos. La mitad de las indemnizaciones fueron a su cargo y la otra mitad a cuenta del estado.
El Valle de los Caídos fue construido con la sangre de estos trabajadores forzados y todavía hoy, para vergüenza nacional, alberga el mausoleo de celebres fascistas como Primo de Rivera y el propio Franco. También los pantanos que inauguraba el "chaparrito" como símbolo de prosperidad y modernidad fueron edificados con la explotación forzosa de presos republicanos. El testimonio del historiador Antonio Martínez revela como la construcción de uno de estos pantanos fue denominado "La Tumba" porque el cemento acabó siendo la sepultura de los esclavos que morían gracias a las condiciones penosas en que debían realizar sus labores. Otro aspecto deleznable era el de la corrupción de los mandos responsables de estos presos que escatimaban en su alimentación y se quedaban con sus paupérrimos salarios sin ningún escrúpulo.
La dictadura franquista "alquilaba" a empresas privadas a los trabajadores forzosos. Un negocio redondo que explica el enriquecimiento acelerado que algunas, hoy respetables compañías, experimentaron entre los años 1936 y 1957. En "Franquismo y trabajo esclavo, una deuda pendiente" el investigador José Luis Martínez Molina expone una relación de más de 90 empresas que se beneficiaron de este convenio con el régimen. Una treintena corresponden a organismos oficiales, once a la Iglesia Católica, ocho al Ministerio del Ejército y el resto a compañías privadas.
Ahora que los casos de corrupción son el pan nuestro diario de la actualidad política quizás deberíamos poner la lupa en las grandes empresas que han seguido manteniendo alianzas lucrativas con las esferas del poder. Son los mismos perros, con collares similares, que se lucran del dinero público y que, a través de las organizaciones patronales, propugnan un nuevo modelo de esclavitud para las trabajadoras y trabajadores españoles. La CEOE afirma que es necesario contener las subidas salariales para poder crear empleo. Como su otrora líder ideológico Gerardo Díaz Ferrán, hoy encarcelado por sus múltiples chanchullos, sueñan con una clase trabajadora que reciba el salario del hambre mientras ellos se reparten los dividendos que genera la explotación laboral.
En esa nueva tumba, que se denominó Reforma Laboral, alentada primero por el PSOE y luego por el PP, quieren encementar los derechos que durante décadas fuimos arrancando a fuerza de sangre, sudor y lágrimas. El pacto entre PSOE y Ciudadanos, que se regocija en llamarse progresista y reformista, no tiene intención de levantar esa fosa en la que permanecemos enterrados. La Reforma Laboral no se derogará. Basta con unos meros retoques estéticos que no modifiquen el trasfondo. Así los gerifaltes podrán continuar amasando fortunas multimillonarias mientras la pobreza y la inestabilidad avanza entre los currantes españoles, Sin reparación ni memoria estamos condenados a sus modernos grilletes. ¡Ave IBEX 35, vuestros nuevos esclavos os saludan! Algunos incluso, os apoyan depositando su voto en vuestros aliados. Quizás ignoren que están cavando su propia tumba por un módico precio que satisfaga la voracidad de los mercados.
 
DdA, XII/3233

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