Ana Cuevas
Se
puede decir más alto pero no más claro. Al final, cada cual es cada
quién, y saca lo que lleva dentro como puede. Es el caso del concejal
del PP Oscar Belmán Boldú que, refiriéndose a la alcaldesa de
Barcelona, esputó la podredumbre que alberga su cerebro con la siguiente afirmación: " En una sociedad sana y seria, Ada Colau se dedicaría a fregar suelos".
Pues claro que sí amigo. En una sociedad sana y seria, como esa España
franquista que usted rememora comparándola con una Arcadia feliz, una
pelada como la Colau estaría de rodillas, puliendo los suelos de su
santa madre a cambio de un puñado de garbanzos. Y es que la plebe se
está viniendo arriba porque, ¿Cuándo se ha visto en este país con olor
a cerrado y sacristía y señoronas con peineta combinada con collares de
perlas que los hijos y nietos de los miserables pretendan gobernar un
ayuntamiento u ocupar los escaños del Congreso? Y qué mejor manera de
vejarlos que esa comparación con lo que, usted señor Belmán, considera
lo más degradado y bajuno de la sociedad: las fregonas.
Y
digo fregona, que no limpiadora, porque con especímenes de su calaña se
me vienen abajo los prejuicios eufemísticos. Como servidora pertenece a
ese despreciado estrato social me atreveré a corregir la
intencionalidad de sus profundas palabras. Cuando dice que la alcaldesa
rojeras debería fregar suelos no está ofendiendo a Ada Colau. En
realidad está enseñando la pezuña clasista y montaraz de la derechona
más rancia y despreciable. Las fregonas, como la que firma este
artículo, hemos contribuido a que nuestras hijas e hijos tengan acceso a
una educación que a nosotras se nos fue negada a fuerza de dejarnos los
riñones escoscando las casas de muchos señoritos. Puede que, por
nuestro oficio, se nos vea con frecuencia arrodilladas. Pero no se
engañe porque nuestras genuflexiones, obligadas por trabajos penosos y
mal pagados, rebosan más dignidad que las hipócritas hincadas de
rodillas de personajes clasistas como usía que hoy en día despreciarían
al propio Jesucristo por ser el hijo de un humilde carpintero.
Y
no es por nada, pero indagando en su blog y su twitter, observo que sus
venerables padres malgastaron el dinero proporcionándole estudios en
reputadas, católicas y carísimas escuelas. ¿Cómo puede un individuo de
su alcurnia cometer tantas faltas de ortografía en tan escasos
caracteres?: "La bolsa flutuando"... " Y cómo dije en su día, a veis abierto la veda..."
Y solo son breves ejemplos de la burricie que le agarra. Aunque claro,
cuando el dinero y la posición le vienen a uno por herencia no necesita
atesorar cultura. Con tener la buchaca bien cubierta sobran las
florituras. Será por eso que aboga por cerrar las facultades de
filosofía y ciencias políticas, Pensar no es cosa que agrade a los
oligarcas. Y más, si los que acceden al saber, son los retoños de los
siervos de la gleba. Esos que nunca tendrían que haber abandonado su
posición de santos inocentes, explotados e ignorantes para mayor gloria
de las estirpes privilegiadas.
Pero
a pesar de cromañones iletrados como usted la sociedad ha evolucionado.
Y hasta una humilde fregona puede correrle a collejas dialécticas para
que retorne a la caverna ideológica de sus ancestros. Ya sé don Oscar
que usted, como otros de su calaña, añoran esos tiempos de mucamas
humilladas y jornaleros uncidos por un yugo. En ello andan, con reformas
laborales que quieren condenarnos a los salarios del hambre acusándonos
de vivir por encima de nuestras posibilidades mientras saquean las
arcas del dinero público.
Pero ya no somos tan santos ni tan
inocentes. Ni siquiera esas fregonas a las que usted nos considera pura
escoria. La basura está solo en su cabeza. Una suciedad inmunda que,
como profesional del gremio, me ofrezco voluntaria a retirarle a base de
lejía y de estropajo.
Nota
al margen: No he podido evitar que mi artículo versara sobre este
ponzoñoso menda pero quiero recordar que estamos a 24 horas de que
Europa ratifique su miseria moral con el destino de los refugiados
sirios. También Europa necesita un buen fregado de conciencia, si es que
alguna vez la tuvo. Solo quiero añadir que NO EN MI NOMBRE. Ahora mi
corazón de fregona se desangra en solidaridad con los que huyen de la
guerra, de las torturas, con los niños desaparecidos (carne de
explotación sexual o tráfico de órganos), con las madres y padres que
ven morir impotentes de hambre y frío a sus criaturas mientras los
mandatarios europeos se lavan las manos como Pilatos hipócritas e
indecentes. Hoy, los refugiados, son también mis compatriotas. Y la
historia juzgará estos actos, no lo duden, con la misma crudeza que
otros capítulos negros de nuestro infame pasado. Pero ya será tarde para
ellos. Y si existe dios, no tendrá indulgencia con esta Europa muerta
de líderes canallas y desalmados. Pero, visto lo visto, empiezo a creer
que dios también ha muerto.
DdA, XII/3240
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