Podemos ya tiene arsenal para bombardear a Sánchez. No tiene sentido
irte a Lisboa a escenificar tu amor por una aventura de izquierdas y
acabar en brazos del yerno perfecto de Barcelona.
Javier Gallego
Les está quedando un folletín romántico muy
entretenido a nuestras fuerzas políticas. Sánchez anuncia su compromiso
nupcial con Rivera y, como era de esperar, Iglesias se despecha y deja
la mesa de negociaciones, o sea, la cama del amante, con las sábanas
recién estrenadas. Como inicio del novelón que nos espera los dos
próximos meses, que ya no nos los quita nadie, no está nada mal. Lo
podría firmar Corín Tellado. Porque a Balzac o a Clarín no llega.
No obstante, es muy decimonónico todo. El acuerdo prematrimonial entre
Sánchez y Rivera es un matrimonio de conveniencia para contentar a los
padres del novio, quien a su vez, intenta darle celos a su díscola
pretendiente de la coleta para someterla. Que hay mucho paripé y
estrategia en el compromiso entre Ciudadanos y PSOE lo dicen las
matemáticas. Ni en la calculadora de Felipe González y Cebrián, la suma
de 90 más 40 da la mayoría absoluta de 176. Pero a quién le importan los
números si todo esto es un numerito.
Es un numerito que no da para formar gobierno pero se
hace para obligar a formarlo. No vale para nada pero sirve para algo.
Para contentar al ala derecha de la casa rojilla y para dejar la pelota
en el tejado de Podemos. Le han dado la vuelta al “no eres tú, soy yo”
para convertirlo en “no soy yo, eres tú”. Eres tú, Pablo, que no quiere y
nos vas a obligar a ir a unas elecciones. En efecto, por ahora Pablo no
quiere y se ha ido dando un portazo. Ya le torearon con la composición
de la mesa del Congreso, con los grupos parlamentarios, con la posición
de sus escaños en la Cámara, y ahora esto.
Podemos
también le ha hecho varias envolventes al PSOE para dejarlo fuera de
juego porque, seamos justos, en los triángulos amorosos, nadie es
inocente. Le exigió demasiado al novio, le dejó en evidencia delante de
los padres y se ha hecho tanto de rogar, que al final el otro ha ido a
lo práctico antes que a lo romántico. Se ha ido de nuevo a la derecha,
en lugar de arriesgarse a vivir el romance con la joven de izquierdas,
que en Ferraz suena a locuras de adolescencia, como han dicho los
abuelos de la cosa.
Por ahora van ganando ellos en
el corazón de Pedro. Pero no creo que tanto en el corazón de la
militancia del PSOE que estos días tiene que votar los pactos. Los
pactos, así en abstracto, que es como va a preguntarlo Ferraz, muy
ladinamente. Por eso también se levanta Podemos de la mesa, para que no
les quepa duda a los militantes socialistas que lo que van a votar es el
pacto con Ciudadanos, a los que Sánchez llamaba en campaña “la marca
blanca del PP”.
El problema del PSOE es que tiene que
hacer demasiados equilibrios entre sus élites, sus bases, sus
principios y sus finales. Así que les sale un mejunje como el que han
firmado con Rivera que parece un paso adelante pero puede acabar siendo
un traspiés porque no suma para la investidura pero puede restarle en
unas elecciones mucho más que a Ciudadanos. Estos quedan como el partido
centrado que intenta facilitar un gobierno a derecha e izquierda, pero
los socialistas quedan una vez más como el partido que vuelve a
traicionar sus raíces e incumple sus promesas.
Para
empezar, en el acuerdo con los naranjas, han dejado fuera la derogación
de la reforma laboral y la Ley Mordaza y han incluido, con otro nombre,
el polémico contrato único de Rivera. Podemos ya tiene arsenal para
bombardear a Sánchez. No tiene sentido irte a Lisboa a escenificar tu
amor por una aventura de izquierdas y acabar en brazos del yerno
perfecto de Barcelona. Cuando navegas entre dos aguas, lo más probable
es que te ahogues.
Eldiario.es DdA, XII/3223
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