Este 22 de febrero se cumplen 77 años de la muerte en Colliure (Francia) de Antonio Machado. Y por tal motivo la editorial Dyskolo
ha querido recordar esa fecha con un texto muy especial, condenado
durante décadas al destierro de las letras, como su autor lo fue al de
su patria. Me refiero a Responso… a la poesía muerta, de León Felipe.
Corría el año 1949 y el
exilio republicano en México D.F. se preparó a homenajear, en una fecha
tan emblemática como el 14 de abril, al poeta sevillano fallecido diez
años antes. Machado simbolizaba como pocos la esperanza y la derrota de
un proyecto popular, que pretendió sentar las bases de un nuevo país a
partir de valores humanistas y racionales.
Si el 14 de abril de 1931 Machado expresaba desde Segovia, al izar la bandera tricolor en el balcón del Ayuntamiento:
¡Aquellas horas, Dios mío, tejidas todas ellas con el más puro lino de la esperanza, cuando unos pocos viejos republicanos izamos la bandera tricolor en el Ayuntamiento de Segovia! (…) Con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los almendros, la primavera traía a nuestra república de la mano.
El 22 de febrero de 1939 fallecía
—dejando a sus espaldas un país devastado y hundido— tras 30 días de
huida y persecución, destierro y agonía.
En el homenaje mexicano, una década
después, León Felipe se hace dueño de ese dolor y clama, en una vibrante
intervención, contra la injusticia, el miedo impuesto por los
vencedores, el trágico destino de España… y la muerte de la poesía.
Porque la oscuridad no solo se ciñe sobre el país sino también sobre el
mundo en los aciagos días posteriores a la II Guerra Mundial, finalizada
con el lanzamiento de las dos bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki y
con la irrupción del nuevo, terrible y prolongado enfrentamiento:
Porque lo que se ha muerto… es la canción.¿Oísteis? En todo el mundo se ha muerto la canción.Nadie sabe hoy cantar. ¿Sabéis vosotros cantar?Los maestros del canto se han idoa clavar ataúdes y a enterrar a los muertos.
“¿Qué importan ya los nombres de los
pueblos? ¡Son tantos los poetas muertos! —grita desesperado León
Felipe—. ¡Todos! Los que se fueron y los que se han quedado aquí. Los
que no han muerto… han enloquecido. ¡Todos muertos!… ¡La Poesía ha
muerto!”.
En su Responso…, Antonio Machado
es “uno de los pocos poetas españoles ungido con aceite puro y sagrado
de olivos. Y un mártir —algo forzado ya— del ensueño y de la esperanza”.
Su nombre quedará escrito en el santoral trágico y poético español.
La elegía tampoco escatima críticas, en su lista de injusticias y agravios, contra los poderes terrenales:
[…]¡Eh, señores del Capitolio y del Vaticano!…Con los tubos sobrantes de vuestros fusiles y cañonesconstruiréis los órganos de las futuras catedrales…
[…]y el mercader y el gobernantefabricando sonrisaspara esconder el hambre y la miseria.
[…]¡Hurra! ¡Os salvasteis, ingleses!… […] Salvasteis lo que os proponíais defender.El Palacio… la lonja… el Parlamento…La corona imperial,las insignias del lord,la peluca barroca del juez,la vara de mediry los troqueles esterlinos.¡Os salvasteis! Pero habéis asesinado la Justicia.
Aún tiene oro y joyas el Papa, el Gran Mago de Roma, para fabricar una espada de diamantes y regalársela simbólicamente al caudillo criminal de las Españas…
No es de extrañar que durante casi 30
años este alegato permaneciera inédito. Y solo la generosidad del
albacea testamentario de León Felipe, Alejandro Finisterre, permitiera a
la revistaTriunfo publicarlo el 16 de septiembre de 1978, como
adelanto del homenaje que tendría lugar dos días después en Almonacid de
Zorita (Guadalajara), localidad donde León Felipe escribiera su primer
libro Versos y oraciones de caminante. Ese aniversario,
transcurridos diez años de la muerte del autor en su exilio mexicano,
reunió al poeta Luis Ríus, biógrafo de León Felipe, al escritor Andrés
Sorel, prologuista de sus Obras Completas y al citado Alejandro
Finisterre.
“León Felipe, gran poeta, fue lo
contrario de un hombre de letras —aseguró Finisterre entonces—. No
escribió para producir un sentimiento estético, aunque lo produjera, y
de mucha hondura, sino para expresar una agonía: la suya propia, acaso
la de otros muchos hombres”.
Pero el destino de Responso… a la poesía muerta
no fue todo lo prometedor que el momento histórico podría vaticinar. Un
nuevo manto de olvido recayó sobre la composición, que no volvió a ser
recogida ni en libros ni en antologías del autor. El mantra de la
Transición, reconciliación y amnesia, fue lo suficientemente frágil, lo
necesariamente falso y lo enormemente interesado para impedir abrir un
hueco a un poeta rebelde, crítico, digno y honesto como pocos.
Como recordó Rafael Chirbes, “a fines de
los años setenta y principios de los ochenta, durante el proceso de
desmantelamiento del aparato de la dictadura española, los nombres que
habían formado la historia reciente de la literatura oficial pasaron en
su mayoría a desaparecer de los libros de texto, o se quedaron en un
rincón de la letra pequeña”. Pronto llegaron esos emporios mediáticos
que adocenaron a escritores y periodistas en un promiscuo harén, donde
igual se convertían en novelistas los presentadores estrella de
televisión, que se situaba a los autores dignos de ser reseñados en el
papel de asalariados, publicando columnas, asesorando editoriales o
participando como tertulianos, en todas las empresas pertenecientes a
esos grupos de lo que se dio en llamar la “industria del ocio”.
Con sus versos contra la tiranía liberal
y el mercado, contra los grandes dogmas del periodo que se abrió
entonces, León Felipe quedó al margen de los nuevos tiempos. Tal y como
expresara Rafael Sánchez Ferlosio, “mientras no cambien los dioses, nada
ha cambiado”.
En abril de 2015 se presentó el libro inédito Castillo interior,
en el que se reunió una serie de cartas que León Felipe envió a otros
autores, misivas dormidas en el Archivo Histórico Provincial de Zamora.
Se quebró de ese modo un silencio editorial de más de 40 años sin
publicaciones originales. Hoy Dyskolo rasga de nuevo la sombra impuesta a
León Felipe con la publicación de una poesía limpia, con la garganta
clara, que no se esconde, no se ciega y no se deja deslumbrar por
símbolos trucados y apariencias que esconden realidades negras,
dominadoras, imperiales.
Una última anécdota que ilustra la talla
del poeta. En la mochila del Che Guevara sus asesinos encontraron un
poema escrito de puño y letra del guerrillero muerto, poema dedicado a
Cristo. “En sus últimos momentos -escribió el diario que dio la
noticia-, el revolucionario había sentido la llamada de la fe de su
infancia”. El poema manuscrito pertenecía, en realidad, al libro de León
Felipe Oh este viejo y roto violín.
Antonio Cuesta es coordinador de la editorial Dyskolo
Dyskolo publica hoy 22 de febrero Responso… a la poesía muerta de León Felipe, en formato ebook libre. Con prólogo de Salvador López Arnal.
Rebelión DdA, XI/3220
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