Juan Carlos Monedero
De la rueda de prensa de Pedro Sánchez me ha llamado la atención algo
que, con toda seguridad, ha pasado desapercibido. Atento todo el mundo a
lo sustancial, no le hemos dado relevancia a lo que realmente nos
estamos jugando: lo nuevo contra lo viejo.
Escuchando atento las explicaciones de Sánchez, llegado el turno de
preguntas me sentí estremecido por la risa del veterano periodistas de El país, Miguel
Ángel Aguilar, que pelea ahora -nunca mejor dicho- por sacar adelante
un medio que cuente lo que, al parecer, no le ha permitido contar El país
en los últimos decenios. Le deseo, sin una pizca de ironía, toda la
suerte porque es una exigencia urgente más prensa y más libre. También
de prejuicios. Pero eso lo lograremos cuando haya muchos más medios y la
impunidad sea una imposibilidad principalmente porque la hagan inviable
los lectores.
Digo que me ha estremecido porque todo discurría por cauces de
normalidad, dentro de la excepcionalidad que abrió el Rey al interpretar
de manera torticera del artículo 99.1 con la única intención de darle
oxígeno a Rajoy. Sánchez acepta el mandato de formar gobierno y explica
sus razones. Intenta ganar tiempo -pide un mes de plazo- y dice que va a
mirar a la derecha, a la izquierda, a los lados y al frente. Porque
mirar hacia atrás siempre se supone. Sánchez puede hacer historia o
repetir el error de Zapatero. Ya veremos.
Y en esas, Aguilar, con esa socarronería que da la hora ya avanzada,
pregunta displicente por la propuesta de Iglesias de discutir la
formación del Gobierno delante de la ciudadanía. Se recrea en los
matices, mece la cuestión con vapores irónicos, y hace chistes de barra
de bar, recordando que los convenios colectivos e, incluso las
relaciones amorosas, reclaman una zona de penumbra para que
sindicalistas y enamorados culminen los respectivos actos. Y logra la
risa de Pedro Sánchez y de parte de los presentes. Qué divertido. Hay
que ver estos cretinos de Podemos las cosas que piden. La falta de
respeto de una vieja guardia tertuliana parece que quiere convertirse en
la norma.
Muchos años de periodismo que le han permitido a Aguilar ver desde la
tribuna de prensa del Congreso de los diputados que allí, con luz y
taquígrafos, discutir discutir se discute poco. Colocar a Podemos en el
“gallinero” va de lo mismo: lo que no se ve, hacemos como que no existe.
Sol Gallego -damnificada por los ERE de El país, cuando
Aguilar aún no encontraba discrepancias entre la línea editoral de su
periódico y sus propias opiniones- escribió con Bonifacio de la Cuadra
un libro sobre las negociaciones secretas de la Constitución. Abril
Martorell y Guerra cerraron cosas nimias, como la educación concertada
-contrabandeada a cambio del divorcio y el voto a los 18 años- en el
reservado de un restaurante madrileño. Como siempre hemos hecho aquí las
cosas. Mire, joven, no se signifique. Y los experimentos con gaseosa. Y
más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Y el Presidente del
gobierno no dimite, en este país bendito tan divertido, pese a mandarle
mensajes a un corrupto, haber pagado la sede con dinero B, tener a su
partido imputado al igual que todos sus tesoreros o lograr en la cárcel
un quorum de dirigentes que dudo hayan logrado en las reuniones del PP
en Valencia. ¿Para qué demonios vamos a cambiar las cosas? Mejor si eso
nos echamos unas risas. A costa de los gilipollas de Podemos, que si
somos los mejores bueno y qué ponnos otra ronda.
Iglesias ha pedido a Sánchez que la discusión sea pública. Que toda
la ciudadanía escuche argumentos y contra argumentos. Que la gente sepa
cuáles son las líneas rojas y quién las pone realmente. Iglesias le pide
a Sánchez debatir en público para que quede claro que las propuestas
sociales que ha puesto encima de la mesa -muy sensatas la mayoría- son
irrealizables con un pacto con Ciudadanos. Pero la vieja guardia del
periodismo, acariciando el mundo de ayer sin la altura de Zweig, se
echan unas risas que para eso van sobrados de todo. Sigo
sorprendiéndome. Decía Borges que era señal de juventud, aunque cada vez
pienso más que es una señal de ingenuidad. Mía, claro.
Comiendo Tierra DdA, XII/3203
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