Félix Población
A los sesenta años, el periodista Ramón Lobo, con una larga
experiencia como avezado corresponsal del diario El País en los más graves conflictos
armados que tuvieron lugar en los últimos decenios, ha dejado constancia de su
memoria personal y familiar con un libro más que interesante. Con esa
experiencia profesional detrás, Todos náufragos (Ediciones B) no se limita a
fondear en la vida y circunstancias familiares del autor, que disecciona con
rigor al hablar de su padre, sino que refleja la intrahistoria de la generación
a la que Lobo pertenece, en pugna con la precedente y con las señas distintivas
que sobre ésta marcó la dictadura.
Antes de escribir este libro, cuenta el periodista en las
primeras páginas, leyó el que a edad octogenaria redactó su madre, echando
mano de las nuevas tecnologías. Esas memorias encendieron la mecha que ha
guiado a Lobo a escribir el suyo, buceando en los recuerdos y archivos de sus
familiares, en los municipales y militares, en las hemerotecas, para sacar en
conclusión lo que el título enuncia: un náufragio colectivo. A la hora de buscar las causas, no están solo en la Guerra Civil –dice el autor-, una catástrofe palpable: "Estamos
destripados -afirma- por un siglo XIX sin apenas luces. Estamos aplastados por el
Concilio de Trento frente al dios protestante, más pragmático y comercial, y
por la saña de la Inquisición que preñó el franquismo y a la derecha
recalcitrante que aún rechaza condenarlo”.
Se considera Ramón Lobo, como habrá muchos de su generación
que compartan con él esa vivencia, un derrotado por el franquismo y una víctima
de la Transición mal resuelta, incapaz de sacar a los muertos de las fosas
comunes. Por eso ha sentido la necesidad -según expone- de desenterrar al niño
desaparecido que podría haber sido y que no fue, y ponerlo en el lugar íntimo
de la memoria que le corresponde.
Habría mucho que destacar en el libro de Ramón Lobo. De
hecho, muchas de sus páginas han quedado subrayadas, como corresponde a una
lectura reflexiva. Como colega y ciudadanos de este país, me quedo con la
visita que el periodista hizo en Praga al escritor Ivan Klíma, que tiene obra
traducida al castellano. A Lobo le gusta hablar con intelectuales, más que con
políticos, a fin de dibujar el marco de sus crónicas, pues los periodistas han de ser buscadores de contextos, según Kapuscinski. Klima le dijo: “Cuando un pueblo ha
vivido cuarenta años bajo una dictadura, ha perdido el sentido colectivo de
honestidad”. El escritor recordó la de la Unión Soviética, en la Primavera de
Praga, la de Marcos Jiménez en la Venezuela en que nació Lobo, y la franquista
que el periodista soportó dentro y fuera de casa. Ésta nos dejó secos de
moralidad, concluye
“Siento –escribe Ramón al final de su libro- que conecto con
las generaciones de mi abuelo y bisabuelo, la España transformadora que fue
destruida por la guerra y una dictadura de la que no hemos terminado de salir.
Aunque tal vez parezca pretencioso, me siento continuador de esa España, de esa
parte de la familia derrotada”, no de la que defendió su padre, combatiente en Rusia de la División Azul.
DdA, XII/3187
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