Cuando un escritor se jubila de su profesión, no siempre relacionada
con la creación, debe seguir escribiendo; es su seguro contra la locura.
Se escribe para sobrevivir.
Ramón Lobo
Me influyen dos factores: escribo y mañana cumplo 61 años. Es
posible que me pueda jubilar a los 65 (si llego) y disponer de más
tiempo para extraer lo que tengo en la cabeza, sean ideas, vivencias o
emociones; para desenterrar lo que he aprendido en la vida y compartirlo
con quien desee leerlo.
Es un atropello que el Ministerio de Trabajo, tan entregado estos
años a las alucinaciones celestiales, amenace, multe y retire pensiones a
escritores jubilados por superar el límite anual máximo de ingresos
extra (unos 9.100 euros). Después vendrán los pintores, los músicos, los
dibujantes, toda profesión capaz de emitir críticas al poder.
Los derechos de autor quedan en un limbo interpretable a capricho. No
se puede prometer no tocar a aquellos que están por debajo de los
20.000 y negarse a ponerlo por escrito. Depender del capricho del poder
es antidemocrático.
Las ganancias por la venta de libros, que no suelen ser estables ni
seguras, ya cotizan a Hacienda lo que corresponde y de esta manera
contribuyen a las arcas del Estado. No existe estafa ni fraude. En otros
países, como Alemania, no se limitan los ingresos añadidos a la
pensión, sean escritores o electricistas. Sería lo más lógico siempre y
cuando no se ocupe un puesto de trabajo.
Inseguridad jurídica
Este atropello es posible debido a un cambio legal introducido hace
un par de años por el Gobierno del PP. Tanta inseguridad jurídica nos
invalida como país serio. No se pueden estar cambiando las normas al
tuntún o para reparar los agujeros en la caja de la Seguridad Social. Se
mete la mano para cuadrar cuentas y presumir de la eficacia y por otro
lado se sablea y acosa a los pensionistas.
Si a este escenario se suma la impunidad de los corruptos más
notorios, algunos procedentes del mismo partido que nos gobierna (de
momento), la sobreprotección de la infanta que cuenta con una cuádruple
defensa (abogado defensor, fiscal, Hacienda y abogada del Estado), el
panorama resulta indignante.
Espero que los pactos alumbren un Gobierno capaz de proteger la
creación. Ya somos un país de silencios y lo último que necesitamos es
silenciarnos del todo. Habrá fórmulas que desmonten el dislate si existe
la voluntad política de proteger la cultura y educar. Del Gobierno de
la Ley Wert, el secuestro de RTVE en beneficio privado y del rodillo no
se puede esperar demasiado. Quizá que pase a la oposición.
Escribir para sobrevivir
Cuando un escritor se jubila de su profesión, no siempre relacionada
con la creación, debe seguir escribiendo; es su seguro contra la locura.
Se escribe para sobrevivir.
Se puede elevar el tipo impositivo de lo que se gana de más porque
muy pocos escritores escriben para ser millonarios, esas cosas que se
consiguen en la política. Pero un escritor quiere poder pagar la luz, la
comida, el teléfono y tener la tranquilidad de cubrir sus gastos. Es un
derecho al que ha contribudido cada mes durante años.
No creo que Báñez haya escrito nada en su vida; es posible que
tampoco haya leído en exceso. Es una ministra que nunca ha trabajado
fuera del partido en B; no debe estar familiarizada con el día a día de
millones de trabajadores, parados, amas y amos de casa y escritores.
Ella vive en una burbuja mariana. Montoro es otra cosa, parece listo y
eso tiene doble delito. Cuando escucho su nombre me saltan dos palabras
como una alarma moral: amnistía fiscal.
¡Váyanse todos, váyanse de una vez!
En la boca de Lobo DdA, XII/3192
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