El ministro de Defensa tiene importantes
responsabilidades en cualquier país. En lo que se refiere al actual
español es muy probable que no le hayan dejado dormir en los cuatro años
en que ha desempeñado el cargo. Ahora ha anunciado que no figurará en
el próximo Gobierno (supongo que pensando que el próximo será también
del PP). En todo caso, es en él muy comprensible. El esfuerzo titánico
de poner el aparato y la base industrial de la defensa de España en
condiciones de hacer frente a los retos de los próximos decenios del
siglo ha debido dejarlo exhausto. No en vano el panorama tecnológico de
la guerra está cambiando a un ritmo vertiginoso. Lo que servía ayer, no
servirá para mañana. Además, en su alocución en la reciente Pascua
MilitaR, que ya sonó a despedida, lanzó algunas ideas que no han
suscitado demasiados comentarios. En ella aludió, como es lógico,
repetidamente a la Patria. Como en otras ocasiones lo han hecho sus
demás compañeros de Gabinete.
Ángel Viñas
Pero, ¿qué Patria? ¿Una Patria manejada por un Gobierno que, en base a su mayoría parlamentaria, ha hecho literalmente lo que le ha venido en gana, con las comprensibles limitaciones emanadas de Bruselas a efectos económicos? ¿Una Patria en la que su celoso cancerbero se ha visto asaltado por una multiplicidad incomprensible para el común de los mortales de casos de corrupción, con el extesorero a la cabeza? Y, en lo que a un historiador respecta, ¿una Patria en la cual el señor ministro ha considerado de muy buen tono hacer todo lo posible para que la ciudadanía deseche la mal costumbre de no querer olvidarse del pasado?
Hace ahora cuatro años que D. Pedro Morenés se
encontró al llegar a su nuevo despacho con un modesto expediente. Una
comisión compuesta de funcionarios de Defensa, militares, archiveros e
historiadores había venido estudiando miles de legajos para proponer una
desclasificación documental en bloque. Ya que ninguno de los Gobiernos
de la democracia ha tenido las agallas suficientes para enviar a las
Cortes un proyecto de Ley de Secretos Oficiales radicalmente distinta a
la aprobada por su sumisa incarnación franquista en 1968, me cuento
entre quienes saludaron alborozados la brillante idea de Carmen Chacón,
antecesora del Sr. Morenés, y a la que no tengo el gusto de conocer, de
abordar una desclasificación masiva de los fondos de Defensa. En plano
totalmente ortodoxo. Desde finales de los años setenta poco a poco, y
con Gobiernos de distinto color, la apertura de los archivos del
franquismo ha ido haciéndose sin prisas pero sin pausas. Dejando, eso
sí, numerosas lagunas.
El procedimiento adoptado por Carmen Chacón fue muy
claro y sencillito: se elevaría el proyecto de desclasificación a la
comisión de subsecretarios, donde se discutiría o no, y luego al Consejo
de Ministros. En este excelso foro no habría suscitado debate si los
“subses” hubiesen dado luz verde. El nuevo ministro, sin embargo, no
movió un solo dedito. El esfuerzo debió de parecerle colosal. Tan
colosal que cuatro años más tarde el proyecto sigue durmiendo el sueño
de los justos. ¿Desidia? ¿Desinterés? Probablemente. También algo más:
miedo.
Por aquella época un amigo me hizo llegar una
sinopsis del paralizado proyecto de desclasificación. Aludí a él en mi
prólogo a las memorias de Francisco Serrat, exprotoministro de Asuntos
Exteriores de Franco entre octubre de 1936 y abril de 1937. En ellas
Serrat traza una imagen del dictador que no coincide con la que divulgó
la hagiografía franquista y a la que siguen acudiendo algunos
historiadores de esos que se autoglorifican como no de combate. Como si
la búsqueda de la verdad documentable fuese un mero capricho de
deleznables colegas izquierdistas, antifranquistas y, por consiguiente,
poco creíbles.
Creo que, para sacar los colores al Sr. Morenés antes
de que su gestión pase a la Historia (el futuro dirá cómo), es
conveniente glosar mínimamente el proyecto de desclasificación. Afectaba
a documentación procedente del Cuartel General del Estado Mayor de la
Defensa, del Ejército de Tierra, de la Armada y del Ejército del Aire y
estaba limitado por la fecha mágica de 1968.
Su contenido permite desarrollar una teoría que pone
el énfasis en dos elementos: miedo al pasado y desprecio, cuando no
altanería, respecto al esfuerzo desarrollado bajo la predecesora. Que no
se diga, y que por favor no lo digan historiadores a lo Payne o Suárez
Fernández, que el pasado español bajo Franco fue tan rutilante y tan
glorioso que no necesita esclarecimientos adicionales porque, más o
menos, ya se conoce todo.
Ahora bien, ¿qué han dicho arrogantes historiadores
neofranquistas, que los hay, o simplemente conservadores, que incluso
abundan más, de los temas expuestos en la sinopsis? ¿Acaso se atreverán a
poner negro sobre blanco que no son temas sugestivos? ¿Qué no merecen
consideración? ¿Qué no añadirán nada nuevo al conocimiento?
El lector juzgará pero para eso es preciso saber, en
primer lugar, de qué temas se trata en la todavía inaccesible
documentación. Para ello hay que dividirla entre la que procede del
actual Estado Mayor de la Defensa y la referida a las distintas Armas.
En lo que se refiere al primero tenemos: 1. Doctrinas
de empleo de las unidades en operaciones y desarrollo de los conceptos
tácticos o procedimientos de empleo; 2. Reorganización de las FAS o de
unidades específicos de los Ejércitos así como de sus órganos
directivos; 3. Documentación de las Juntas Interministeriales y Consejos
Superiores en la que se exponen problemas y soluciones que interesan a
diversos Ministerios; 4. Proyectos y programas para la construcción de
armamento, materiales y equipamiento de las FAS y modernizaciones; 5.
Planes de contingencia para hacer frente a posibles amenazas para la
defensa nacional, etc. Todo ello anterior a 1968. Ya ha llovido desde
entonces y, como podrá apreciarse, son temas de importancia o
significación nada desdeñables.
Si se desciende al nivel de Armas tendremos para el
Ejército de Tierra dos grupos de documentación. El primero cubre la
guerra civil y el segundo el período adicional limitado por el corte del
año 1968. Sobre la guerra, dado que ahora se cumple el LXXX aniversario
de su estallido, habría sido muy reconfortante que ya se hubiera
efectuado la desclasificación sobre temas tales como
6. Capitanía de Aragón y Gobierno militar de Logroño:
Juntas de Defensa, movimientos de fuerzas, claves y cifrados, bandos,
justicia militarm descruocuibes geográficas y topográficas; detención de
extranjeros, censura; 7: Cuarteles Generales, Capitanías y Grandes
Unidades: organización y despliegue de unidades, orden de batalla,
estados de fuerza, movimientos de tropas, partes de operaciones,
organización y planes de defensa, cartografía; 8. Gobierno militar de
Logroño: orden público, censura, movimiento insurreccional, movientos de
tropas; 9. Gobierno militar de Sevilla: 2ª División Orgánica,
operaciones y orden público, justicia, tribunales de honor, sentencias,
prisioneros desterrados, órdenes de operaciones, organización,
disolución de cuerpos; 10. Capitanía de la V Región Militar y Gobiernos
Militares de Zaragoza y Lérida: organización y planes de defensa,
incidentes, orden público, operaciones; 11. Lo mismo con referencia a
las Capitanías Generales de la VI y VIII Regiones Militares, Gobiernos
militares de Lugo, Navarra y Guipúzcoa; 12. Comandancia General de
Baleares: organización y planes de defensa, rebelión militar, espionaje;
13. Capitanía General de Canarias: incidentes, orden público, claves y
criptografía; 14. Comandancia General de Ceuta y Cuartel General de las
Fuerzas Militares de Marruecos: fortificaciones, convenios y tratados
con Francia y Marruecos, desembarcos alemanes, gastos de armamento,
memorias de la defensa de Melilla, política en el Protectorado de España
en Marruecos, movimiento y reorganización de fuerzas, información Zona
Española, Francesa y de las cabilas; información políticos militar,
protegidos y agentes franceses, contabilidad del Servicio Secreto del
Ejército, operaciones de la guerra civil.
El segundo grupo de documentación que llega hasta
1968 comprende adicionalmente: 15. Subsecretaría del Ejército: justicia,
campos de concentración, batallones de soldados trabajadores, arrestos,
denuncias, deserciones, sospechosos, sabotajes; 16. Comandancia de
Obras y Fortificaciones de la IV, V y VI Regiones militares: línea de
fortificación del Pirineo, documentación téncia de las Comandancias de
Ingenieros, actas de las Juntas de Defensa y Armamento, elección y
construcción de asentamientos, croquis, fotografía (en todos estos casos
aunque la documentación fuese posterior a 1968 podría desclasificarse
por completo); 17. 2ª Sección del Estado Mayor Central: boletines de
información interior y exterior sobre la actividad de las Capitanía,
Ejército Pirineos, Marruecos; 18. Capitanías Generales y Gobiernos
Militares: justicia, campos de concentración, batallones de soldados,
trabajadores, arrestos, den ¿uncias, deserciones, sospechosos,
sabotajes; 19. Comandancia General de Baleares: organización defensiva y
planes de defensa, incidentes, orden público, operaciones.
El mero enunciado de la anterior documentación,
todavía no disponible para el público, hará salivar a más de un lector. Y
también a los historiadores cuyo oficio es desentrañar el pasado
aprovechando cualesquiera nuevas evidencias. Por ejemplo: ¿Qué guardarán
los papeles respecto a la sublevación en Sevilla de un criminal
consumado como fue el general Queipo de Llano? ¿O qué nueva luz
arrojarán sobre la represión en Navarra, Galicia, La Rioja, León y gran
parte de Castilla la Vieja, es decir, en zonas en donde no hubo, o
apenas si hubo, operaciones militares? Es obvio que ello permitiría
contrastar las tesis profranquistas sobre el carácter de su amable
justicia, orientada a castigar a los malvados “rojos” culpables de todo
tipo de culpas, entre ellas las de haberse “sublevado” contra el
Glorioso Ejército Nacional, salvador de España.
También es posible establecer la hipótesis de el
conocimiento de tal documentación permitiría apreciar en su auténtico
valor el de numerosas obras de inmortales autores (Arrarás, Aznar, Salas
Larrazábal, etc.), glorificadas por la historiografía franquista y de
las que han “chupado” sin pudor alguno historiadores como de la Cierva,
Payne, Suárez y tantos otros. El riesgo, evidente, es que tal vez
sufrirían correctivos importantes. ¿Y en qué lugar dejarán esas masas de
papel los tan exaltados fondos de la FNFF? Por no hablar de la todavía
muy oscura posguerra, en la que los autores de aquellas cuerdas entran
de puntillas. ¿Por qué será?
DdA, XII/3189
No hay comentarios:
Publicar un comentario