Obsérvese la cara del presidente del Gobierno en funciones. Yo no diría que es la de quien se pregunta ¿será posible?, sino la del que piensa pues ya están aquí -mal que nos pese- y no hay vuelta de hoja. Creo que la fotografía es de J.J. Guillén, de la agencia EFE, y me parece que va a ser una de las que se integren entre las más representativas de la historia del Congreso de los Diputados. Sin duda es la más representativa de las que he podido revisar en los medios al inicio de esta undécima legislatura. Ojo que la refinadísima periodista en conservación Pilar Cernuda ha sugerido en Espejo Público esta mañana que los diputados de Podemos huelen mal. Vergüenza y dolor en el Congreso ante la absoluta falta de corrupción de los nuevos diputados.-Lazarillo
Ana Cuevas
La constitución de las nuevas 
Cortes es la prueba más evidente de que este país está cambiando, pese a
 quien pese. Desde el 15 de mayo del 2011, mucha gente corriente que 
nunca había pensado participar en política decidió que era necesario 
involucrarse para cambiar el estado de injusticia y desigualdad que 
estaba padeciendo la ciudadanía. Los desahucios, el paro y los recortes 
azotaban a gran parte de la población y, mientras tanto, los casos de 
corrupción política se multiplicaban exponencialmente.
El
 movimiento de los indignados nació como un grito simultáneo y 
desesperado frente a esta situación. Los políticos profesionales no 
sabían como tratar a esa chusma que llenaba las plazas de las ciudades y
 que se convirtió en el foco de atención de toda la prensa 
internacional. Recuerdo que dijeron que, si querían hacerse escuchar, 
debían meterse en política. Pues bien, eso hicieron para estupor de sus 
más grandes detractores.
¿Por
 qué un guardia civil, una jueza o un profesor universitario se meterían
 en semejante "fregaó" a estas alturas de su vida? ¿Qué les mueve?. 
Muchos de los nuevos y "exóticos" diputados de Podemos proceden de 
circunstancias vitales bien diferentes. No son agentes comunistas 
pagados por el oro de Moscú (o de Irán como alardean las lenguas 
viperinas). Son personas normales pero con un alto grado de compromiso 
social. De patriotismo.
Las
 hienas cavernarias aúllan sobre la extravagancia que supone llegar al 
Congreso en bicicleta o acompañado por una banda de música. Es lo que 
tiene no tenerle miedo al pueblo. No necesitas llegar en un coche 
blindado y rodeado de un fuerte dispositivo policial.
Cuando
 se rasgan las vestiduras por el bebé de Bescansa en las tribunas del 
Congreso  están enseñando el pelo de la dehesa paleta, mediocre y 
malintencionada. En cualquier país nórdico se ve esta circunstancia con 
absoluta normalidad. Aquí, el ministro del interior declara que le 
parece lamentable utilizar a los niños con fines electoralistas. 
¿Perdón? Y todas esas fotos durante la campaña en las que los políticos 
besan criaturas asustadas como si no hubiera un mañana...¿qué son 
exactamente? Carolina Bescansa quiso hacer visual un problema que atañe a
 muchas madres trabajadoras. Que se vayan acostumbrando sus señorías. 
Sus nuevos compañeros de cámara son cañeros con los problemas reales de 
la gente. Es verdad, como dicen, que también llevan imputados entre sus 
filas. Pero ninguno por corrupción sino por haber participado en 
acciones no violentas comprometiendo su libertad y exponiéndose a graves
 sanciones económicas. Ellos y ellas no tienen que esconderse, como el 
popular Pedro Gómez de la Serna, detrás de una columna. Dan la cara 
porque tienen la conciencia tranquila. Porque tienen conciencia. Era 
divertido ver como a muchas cacatúas parlamentarias se les caían  los 
palos del sombrajo al tener que compartir su ghetto privilegiado con una
 diputada de raza negra u otro que lleva unas interminables rastas. 
Cosas verdes que harán temblar las paredes... del Congreso.
Y
 mientras se centraba la atención en el folclore multicolor de la nueva 
fauna parlamentaria, los viejos lobos estaban a lo suyo. Tramando un 
pacto a tres que no parezca un pacto. Que parezca un accidente. 
Desvirtuando la voluntad popular para arrebatar un puesto en la mesa del
 congreso a la izquierda y dárselo a Ciudadanos consiguiendo que así la 
derecha sea mayoría. Una gran coalición para que nada cambie. Para que, 
ante todo, su status permanezca. El PSOE lo está dejando claro. Se les 
marchitó la rosa socialista. 
Dicen que la Constitución de las Cortes fue como un circo. Yo creo que ya estaban dentro los payasos.
DdA, XII/3184 

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