Sobran los agoreros y los políticos mediocres que
apuestan por unas elecciones anticipadas, negando así una regeneración
política que se base, ante la diversidad, en buscar el entendimiento y
el pacto.
Odón Elorza
No me parece ninguna barbaridad –ya lo practican en otras latitudes desde hace años– someter a consulta vinculante de toda la militancia socialista
la decisión última sobre un pacto con contenidos concretos. Una
consulta que sirva para unir y que se plantee por el órgano del PSOE una
vez que el deseable proceso negociador se encuentre lo suficientemente
avanzado.
Los pactos constituyen el tipo de materias que por su gran trascendencia tendría que decidir el conjunto de los socialistas tras un debate libre y clarificador; tras un debate democrático. Me refiero a cualquier pacto que finalmente considere la polifónica dirección del Partido Socialista.
La función democratizadora y legitimadora de la consulta serviría tanto para culminar un proceso negociador con Podemos –que habría que intentar hasta el amanecer por muy difícil que lo pongan, sobre todo si continúan las líneas rojas y las exigencias previas radiadas a todo el país–, como para someter al veredicto de los socialistas una suicida gran coalición o una abstención pactada que permitiera la investidura de un candidato del PP que no reuniera el indecente historial de Rajoy.
Tras el éxito de las primarias para la elección por las bases del secretario general con tres candidatos –hubo otros procesos que resultaron fallidos– el PSOE debe seguir aplicando iniciativas que sirvan para profundizar en la democracia participativa dentro de los partidos. Ayudaría a la recuperación de su prestigio como institución básica de la democracia.
Con estas elecciones hemos iniciado un nuevo ciclo en la historia de la democracia española que debiera servir para regenerar la vida política a partir de la puesta en valor de la cultura del diálogo y el pacto. La consulta a las bases conlleva lo anterior y además devolvería protagonismo a una militancia desanimada y al papel del partido como colectivo.
Sin embargo, la aritmética electoral del 20–D y los pronunciamientos poco inteligentes de algunos políticos, en defensa de intereses partidistas y despreciando con su forma de actuar la búsqueda del entendimiento para sacar al país de sus diferentes crisis, nos amenazan con hundirnos en el lodazal de la vieja política.
No entremos de modo obsesivo al trapo de quienes juegan a priorizar sus banderines de enganche electoral frente a una respuesta social urgente –e intelectualmente generosa– a los sufrimientos de millones de familias. No hay nada mejor para que Rajoy se perpetúe que dediquemos tiempo y esfuerzos al señuelo imposible de la autodeterminación.
Sobran los agoreros y los políticos mediocres que apuestan por unas elecciones anticipadas, negando así una regeneración política que se base, ante la diversidad, en buscar el entendimiento y el pacto. Es tiempo para hablar desde la responsabilidad de defender a las victimas del paro y la exclusión, para actuar con pedagogía y sin maximalismos. Es tiempo para trabajar en positivo sobre acuerdos en medidas socio-económicas compartidas, no sobre problemas internos.
Pagará factura quien se dedique a poner barreras insuperables a una vía de esperanza. No tengo derecho a resignarme.
Los pactos constituyen el tipo de materias que por su gran trascendencia tendría que decidir el conjunto de los socialistas tras un debate libre y clarificador; tras un debate democrático. Me refiero a cualquier pacto que finalmente considere la polifónica dirección del Partido Socialista.
La función democratizadora y legitimadora de la consulta serviría tanto para culminar un proceso negociador con Podemos –que habría que intentar hasta el amanecer por muy difícil que lo pongan, sobre todo si continúan las líneas rojas y las exigencias previas radiadas a todo el país–, como para someter al veredicto de los socialistas una suicida gran coalición o una abstención pactada que permitiera la investidura de un candidato del PP que no reuniera el indecente historial de Rajoy.
Tras el éxito de las primarias para la elección por las bases del secretario general con tres candidatos –hubo otros procesos que resultaron fallidos– el PSOE debe seguir aplicando iniciativas que sirvan para profundizar en la democracia participativa dentro de los partidos. Ayudaría a la recuperación de su prestigio como institución básica de la democracia.
Con estas elecciones hemos iniciado un nuevo ciclo en la historia de la democracia española que debiera servir para regenerar la vida política a partir de la puesta en valor de la cultura del diálogo y el pacto. La consulta a las bases conlleva lo anterior y además devolvería protagonismo a una militancia desanimada y al papel del partido como colectivo.
Sin embargo, la aritmética electoral del 20–D y los pronunciamientos poco inteligentes de algunos políticos, en defensa de intereses partidistas y despreciando con su forma de actuar la búsqueda del entendimiento para sacar al país de sus diferentes crisis, nos amenazan con hundirnos en el lodazal de la vieja política.
No entremos de modo obsesivo al trapo de quienes juegan a priorizar sus banderines de enganche electoral frente a una respuesta social urgente –e intelectualmente generosa– a los sufrimientos de millones de familias. No hay nada mejor para que Rajoy se perpetúe que dediquemos tiempo y esfuerzos al señuelo imposible de la autodeterminación.
Sobran los agoreros y los políticos mediocres que apuestan por unas elecciones anticipadas, negando así una regeneración política que se base, ante la diversidad, en buscar el entendimiento y el pacto. Es tiempo para hablar desde la responsabilidad de defender a las victimas del paro y la exclusión, para actuar con pedagogía y sin maximalismos. Es tiempo para trabajar en positivo sobre acuerdos en medidas socio-económicas compartidas, no sobre problemas internos.
Pagará factura quien se dedique a poner barreras insuperables a una vía de esperanza. No tengo derecho a resignarme.
InfoLibre DdA, XII/3171
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