Lazarillo
Como nadie en su día nadie en los medios pareció reparar ni mucho menos resaltar el emotivo y significativo abrazo que se dieron Pablo Iglesias y Manuel Monereo en la Caja Mágica de Madrid, con ocasión de uno de los mítines multitudinarios celebrados por Podemos en la pasada campaña electoral, quiero destacar parte del artículo que mi estimado Santiago Alba Rico dedica a este hecho en Jano, Podemos y Manolo Monereo, artículo publicado hoy en Cuarto Poder, medio en el que colaboran los dos desde hace tiempo.
"De todas las imágenes de la pasada campaña electoral retengo una, en
el mitin de la Caja Mágica de Madrid, como particularmente emotiva y
elocuente: la del abrazo de Pablo Iglesias a Manolo Monereo,
al que el líder podemita calificó de “padre político”. Es más que una
imagen y más que un abrazo: es un emblema. ¿Cómo interpretarlo?
Se trata, desde luego, de un homenaje merecido a un intelectual
comunista cuyos lúcidos análisis, tanto teóricos como de coyuntura,
vienen fertilizándonos desde hace treinta años. Permítaseme un exordio:
otro de los méritos de Podemos ha sido el de sacar a la luz y reunir a
miles de jóvenes talentos -una generación que marcará sin duda la
historia de España- que sin esta organización habrían acabado
dipersándose en el aire o poniéndose al servicio, a regañadientes y sin
alternativa, de multinacionales y grandes empresas privadas. Pero esta
generación, que ha tenido buenos profesores, no ha tenido maestros. Los
que deberían haberlo sido estaban situados hasta tal punto en los
márgenes, y resultaban por ello tan inaudibles que apenas ejercieron un
magisterio clandestino, cuando no abdicaron de todo magisterio. Que
Pablo Iglesias reconozca públicamente ante 10.000 personas a uno de
estos “maestros que debieron serlo” constituye un apreciable gesto de
agradecimiento, de amor al saber y al compromiso militante y de
restablecimiento de una tradición interrumpida. Desde la izquierda este
abrazo debería tranquilizarnos y recocijarnos.
Pero este abrazo es también una lección. Cualquiera que haya leído los artículos que Manolo Monereo viene publicando en este mismo medio desde hace dos años conoce su apuesta coherente y valerosa. Miembro dirigente de IU durante años y hasta hace pocos meses,
siempre ha luchado por construir un “partido orgánico”, una fuerza
“nacional-popular” o un bloque “democrático-plebeyo” capaz de afrontar
el capitalismo europeo, transformar el marco productivo y prefigurar un
republicanismo democrático, ecológico y feminista. Podremos disentir de
algunas de sus posiciones (tenemos pendiente alguna que otra
conversación sobre geopolítica internacional) pero nadie podrá negar que
Monereo ha justificado con lúcido rigor, y a veces con doloroso coraje,
cada paso que ha dado para llegar el pasado día 13 a ese abrazo con su
amigo y pupilo Pablo Iglesias en la Caja Mágica de Madrid. Monereo
apostó por IU y apuesta ahora por Podemos por las mismas razones. Y si
sigue apostando -con todo el vigor de sus argumentos y todo el pulso de
su enorme y rojo corazón militante- por una “confluencia”, y ello frente
a la incomprensión y a veces la maledicencia y la agresividad de sus
propios compañeros de partido, es porque sigue siendo el que era hace 50
años: un leninista gramsciano alérgico, como la realidad misma, a las
líneas rectas y al patriotismo de siglas. En ese abrazo de la Caja
Mágica Monereo abrazó el futuro de su pasado. En ese abrazo Pablo
Iglesias abrazó el pasado de su futuro y también a la IU que debe
incorporarse a él. A mis ojos ese espontáneo abrazo razonado y
conmovedor es el espejo de la confluencia en el que deberían mirarse, si
no su “aparato”, sí algunos de los dirigentes y muchos de los militantes
y simpatizantes de Izquierda Unida, injustamente herida de muerte, es
verdad, pero completamente inútil, si no contraproducente, para servir
al proyecto para el que nació".
DdA, XII/3171
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