En
España, tengamos el Subgobierno que tengamos, lo más importante no es el
acierto propio, sino el traspié ajeno.
Antonio Aramayona
Escasos militantes del PP coreaban la misma noche electoral ante el
balcón de la calle Génova: “España, España”, “Yo soy español”, “España
unida jamás será vencida” y otras lindezas más que confirman mi
convicción de que, si eso es España, yo puedo ser todo menos español. El
PSOE celebra los resultados, aunque sean los peores de su historia.
Podemos aparece poniendo condiciones de profunda reforma constitucional y
blindaje de derechos, silenciando que habría constituido mayoría
absoluta con los socialistas si hubiese llegado a una plataforma
electoral conjunta con IU (pero eso, a estas alturas, solo es lamerse
las propias heridas). Ciudadanos se queja ahora de las injusticias
electorales del sistema D’Hont. Las computadoras están al rojo vivo
calculando posibilidades de coaliciones para gobernar el país. Descansa
la montaña, se repone de su último parto, siente removerse en su seno
otras elecciones en un futuro próximo.
Sin embargo, el país entero, los partidos políticos, sus dirigentes
olvidan la madre de todas las verdades: si gobernar es, según el
diccionario de la RAE, “mandar con autoridad o regir algo”, “dirigir un
país o una colectividad política”, “guiar y dirigir” o “regirse según
una norma, regla o idea”, hace mucho tiempo que aquí el único gobernante
es la Comisión Europea, el BCE y el FMI. Desde el verano de 2011 con
Rodríguez Zapatero y, abrazado al PP, su reforma constitucional del artículo 135
hasta el 20-D del 2015 no se ha hecho otra cosa en España que legislar y
recortar en materia de trabajo, sanidad, educación, seguridad,
pensiones, etc. según han ido dictando nuestros verdaderos gobernantes.
La brecha social se ha agigantado, el presupuesto para gastos sociales
ha ido decreciendo pues hay que garantizar el principio de estabilidad
presupuestaria, por el que “el Estado y las Comunidades Autónomas no
podrán incurrir en un déficit estructural que supere los márgenes
establecidos, en su caso, por la Unión Europea para sus Estados
Miembros”.
Nuestros gobernantes reales han aplaudido cada vez que se cumplían
sus órdenes (“recomendaciones” lo llaman ellos mismos y los medios
españoles a su servicio) y el expresidente Mariano Rajoy despliega
entonces su iridiscente cola de pavo real e intenta persuadirnos de que
hemos alcanzado la recuperación económica. En la noche misma del 20-D
Rajoy confesaba ante su escaso público que había tenido que hacer cosas
“que no le gustaban”, pero que había llevado a cabo “por el interés
general”. Mentía y decía la verdad: mentía porque no era general tal
interés, sino solo el interés de los acreedores, de los señores del Ibex
35, del interés de los especuladores, de los amos del dinero y de la
guerra.
El Subgobierno de Rodríguez Zapatero avaló un crédito de 100.000
millones de euros para rescatar a cinco Cajas de Ahorro y nacionalizó
otras tres por valor de 4.751 millones, sufragado todo por el FROB.
El Subgobierno de Rajoy saneó también a través del FROB el entramado
financiero español mediante un rescate bancario de 100.000 millones de
euros. “Es un préstamo en condiciones muy favorables, mejores que las
del mercado”, aseguraba el ministro De Guindos, a pesar de que el único
garante era y es el Estado español (el dinero del pueblo, de la
ciudadanía), yéndose los bancos de rositas.
Esta es la perspectiva real en la que debe avistarse las elecciones
del 20-D. ¿Hay algún grupo político dispuesto a subvertir ese sistema de
política de hechos consumados al dictado del FMI, el BCE y la Comisión
Europea, sin incurrir en un mero brindis al sol? ¿No se convierte en
persona antisistema todo aquel a quien le resulte inaceptable e
insoportable este sistema cerrado de normas y condiciones que nos hace
pasar por las horcas caudinas de una desigualdad creciente y una
sistemática demolición de los derechos y las libertades del pueblo?
Jadea la montaña tras el 20-D, reponiéndose aún de tan singular
parto. Pasea el PP por el valle pavoneándose de su 28,72% de los votos y
el 20,8% sobre el censo (la quinta parte de la ciudadanía mayor de
edad). No le andan lejos el PSOE (22% y 15,97%), Podemos (20,66% y
14,98%) y C’s (13,93% y 10,01%), respectivamente. Pero, ya se sabe, en
España, tengamos el Subgobierno que tengamos, lo más importante no es el
acierto propio, sino el traspié ajeno.
DdA, XII/3173
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