viernes, 6 de noviembre de 2015

PLEGARIA LAICA POR LADIS DE ARRIBA


Jaime Poncela

Querido Ladis que estarás ya en algún cielo si es que Dios tiene humor. Santificada sea tu coña, tu fina ironía, tus andares de dandy, tus casos y cosas, tus largas tertulias llenas de humo, humor y sabiduría. Venga a nosotros tu talento de narrador, de certero ojeador del género humano, de fino detector de pelmazos, pufistas y gilipollas en general. Venga a nosotros y quédese para siempre entre los que te conocimos tu toque canalla y mundano entreverado de humanidad, tu amplio conocimiento de todas las leyes de la relatividad que rigen la existencia humana, tu exacta métrica para relatar los placeres y los padeceres que te acompañaron hasta esta fecha en la que serás pasto de necrológicas de todo tipo, desde las más sentidas hasta las más mentidas. Venga a nosotros tu buen manejo del idioma, tu salero de cronista taurino de Olivetti que conseguía hacer que leyera las que escribías hasta uno al que no le gustan los toros. Venga nosotros tu defensa del periodismo desde la columna casi diaria, tu clarividencia de ojeador de la vida, tu gusto por las señoras, tu amor por la buena vida, por la ironía, por los vinos y las palabras, por el arte y los artistas, por la buena televisión, por la gente en general.
Querido Ladis: ahora que se ha hecho la voluntad de eso que llamamos la ley de vida, una ley que nos condena a muerte sin apelación posible y si acaso con algún aplazamiento, quiero recordarte fumando un Marlboro en la redacción de Corrida 19 mientras mirabas por la ventana el paso de ociosos, efeméridos, pufistas, pelmazos y gentes de varia condición, mientras hablabas con nosotros, periodistas misacantanos, del ayer y del hoy, cribando siempre tus juicios de valor a través de una contagiosa coña marinera que ha sido seguramente la mejor poción de tu longevidad.
Y perdónanos nuestras deudas, nuestras faltas de ortografía y de sintaxis, nuestro excesivo envaramiento ante la vida y nuestra falta de fe en este oficio de juntaletras al que tú fuiste fiel hasta tu último punto final.
Hasta siempre, maestro nuestro que estarás en el cielo.

Artículos de Saldo  DdA, XII/3123

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