
Jaime Poncela
Querido Ladis que estarás ya en algún cielo si es que Dios tiene
humor. Santificada sea tu coña, tu fina ironía, tus andares de dandy,
tus casos y cosas, tus largas tertulias llenas de humo, humor y
sabiduría. Venga a nosotros tu talento de narrador, de certero ojeador
del género humano, de fino detector de pelmazos, pufistas y gilipollas
en general. Venga a nosotros y quédese para siempre entre los que te
conocimos tu toque canalla y mundano entreverado de humanidad, tu amplio
conocimiento de todas las leyes de la relatividad que rigen la
existencia humana, tu exacta métrica para relatar los placeres y los
padeceres que te acompañaron hasta esta fecha en la que serás pasto de
necrológicas de todo tipo, desde las más sentidas hasta las más
mentidas. Venga a nosotros tu buen manejo del idioma, tu salero de
cronista taurino de Olivetti que conseguía hacer que leyera las que
escribías hasta uno al que no le gustan los toros. Venga nosotros tu
defensa del periodismo desde la columna casi diaria, tu clarividencia de
ojeador de la vida, tu gusto por las señoras, tu amor por la buena
vida, por la ironía, por los vinos y las palabras, por el arte y los
artistas, por la buena televisión, por la gente en general.
Querido Ladis: ahora que se ha hecho la voluntad de eso que llamamos
la ley de vida, una ley que nos condena a muerte sin apelación posible y
si acaso con algún aplazamiento, quiero recordarte fumando un Marlboro
en la redacción de Corrida 19 mientras mirabas por la ventana el paso de
ociosos, efeméridos, pufistas, pelmazos y gentes de varia condición,
mientras hablabas con nosotros, periodistas misacantanos, del ayer y del
hoy, cribando siempre tus juicios de valor a través de una contagiosa
coña marinera que ha sido seguramente la mejor poción de tu longevidad.
Y perdónanos nuestras deudas, nuestras faltas de ortografía y de
sintaxis, nuestro excesivo envaramiento ante la vida y nuestra falta de
fe en este oficio de juntaletras al que tú fuiste fiel hasta tu último
punto final.
Hasta siempre, maestro nuestro que estarás en el cielo.
Artículos de Saldo DdA, XII/3123
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