La tentación de seguir manejando la
política como un mero ejercicio de ilusiones ópticas a medio camino
entre la tómbola y la arquitectura efímera jamás nos abandonará. Así nos
va.
Jaime Poncela
Emparentada con la papiroflexia y la
globoflexia, la boboroloflexia es el arte que consiste en hacer
composiciones inútiles e imposibles con materiales cotidianos después de
darles muchas vueltas y dobleces. Algunos lo llaman también postureo o
incluso demagogia. Yo lo llamo boboroloflexia, puro manierismo, arte
efímero y sin alma que consiste en dar apariencia consistente a
materiales frágiles con los que se construyen puras ilusiones que
quieren aparentar solidez. Un papirofléxico hace pajaritas de papel con
cuartillas usadas. Un globofléxico hace figuras con globos: perritos,
paquetes escrotales, jirafas… retorciendo y anudando las burbujas de
aire. Artes menores aunque muy celebradas, la papiroflexia y la
globoflexia, entretienen, emboban y poco más.
El boborolofléxico trata de deformar
la realidad conforme a un peculiar sentido de la justicia, la
oportunidad, la estupidez, la simpleza, la estética de lo vacío o de esa
memez contemporánea que se ha venido en llamar “corrección política”.
Recordemos Leire Pajín, una de las más destacadas representantes de la
boboroloflexia política de todos los tiempos, cuando anunció que la
coincidencia de Obama y Zapatero en sendos centros de poder era una pura
y simple alineación planetaria de consecuencias imprevisibles para el
Universo. Ya en fechas más recientes y territorios más próximos hemos
asistido a ejercicios de boboroloflexia tan maravillosos como el
practicado por varios concejales de Corvera que han decidido usar el
género femenino en todas sus intervenciones públicas como manifestación,
al parecer, de una presunta concepción del feminismo y la igualdad.
De los mismos autores o parecidos en
cuanto a su inspiración se refiere, hemos presenciado estos días en
Gijón el ejercicio boborofléxico (frustrado, menos mal) que trató de
despachar de un boborilazo el tricentenario nombre de la calle de la
Merced con el único interés de practicar un ajuste de cuentas político y
ratonero con la disculpa de honrar la memoria de un difunto. Y no
digamos nada de la enorme construcción boborolofléxica que se está
preparando con el enésimo Plan de Vías, un circo ferroviario de doce
pistas con el que el todos los gobiernos quieren entretenernos cada
cierto tiempo con la única intención de seguir sin hacer nada. Pura
ilusión óptica, boboroflexia perpetrada con dinero público y la
entusiasta colaboración de los medios de comunicación regionales, tan
dados ellos a aplaudir los fuegos de artificio, las pajaritas de papel y
las boboroloflexias más elaboradas con tal de que vengan adobadas con
bonitos planos y dibujos en color.
La práctica de la boboroloflexia crecerá
en las próximas semanas de manera exponencial a medida que se acerquen
unas nuevas elecciones, aunque la tentación de seguir manejando la
política como un mero ejercicio de ilusiones ópticas a medio camino
entre la tómbola y la arquitectura efímera jamás nos abandonará. Así nos
va.
Artículos de Saldo DdA, XII/3137
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