¡Si Companys levantara la cabeza!, vería a Mas respondiendo a
Montoro al ritmo de ranchera: “amb diners i sense diners jo faig tot el
que vull i la meva paraula es la llei”.
Esperanza Ortega
No
me negarán que el olor a estiércol que invade la capital catalana desde
el miércoles pasado –Día Internacional del Retrete- podría
interpretarse como correlato simbólico de los sucesos políticos. Y pongo
a Dios por testigo de que, hasta hace muy poco, mi cariño y admiración
hacia la ciudad de Barcelona coincidía con los que Cervantes expresó en
su elogio: “archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros,
hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los
ofendidos, y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en
belleza, única.”. Quizá esta empatía tenía origen en mi cuarto apellido:
Company -no es mérito mío, es que una de mis abuelas era menorquina-,
aunque solo domino el catalán cantado, -de eso tiene la culpa Raimon,
Mª del Mar Bonet, Serrat, Lluis Llach…-.Sin embargo, no voy a ocultar
que en los últimos tiempos, al descorrerse la cortina, no me ha gustado
nada lo que había detrás. ¡Sí, soy de esas tontas que creían que
Cataluña estaba más lejos de la imagen esperpéntica de la España que
Valle Inclán definía como “una deformación grotesca de la civilización
europea”. Y resulta que no, resulta que los catalanes pueden ser incluso
más grotescos que nosotros. Dos ejemplos: el “juego de las urnas”, al
que se prestaron igual que los niños en un cumpleaños aburrido, o la
proclamación de la República Catalana, tan semejante al anuncio de IKEA.
¿Y qué decir de Mas, el heredero de Pujol? Lo dice Espriu en estos
versos: “a veces puede ser necesario que un hombre muera por un pueblo,
pero nunca que todo un pueblo muera por un solo hombre”. En lenguaje
figurado, es lo que pide Mas a los suyos, que se sacrifiquen y hagan un
castell hasta el cielo entre todos, encima de la tapadera que oculta su
propia corrupción. Me doy la vuelta y, al hacerlo, ¡qué susto!, me topo
con Albiol, el gigante del sastrecillo valiente, ¿Es que los del PP no
tenían más que a ese impresentable? Mientras los socialistas bailan al
son que más calienta, solo nos queda la Bella Ciudadana, un piquito de
oro que parece que sabe lo que quiere, Pero ella también se acopla al
papel que le asigna la situación escénica. Si no, ¿por qué se puso
aquellos coturnos para hacerse la foto a la puerta del juzgado el día
que denunció ante el Tribunal Constitucional al parlamento
independentista? Aquellos tacones cambiaron su look virginal a lo
Murillo por el de una Cruella de Vil cualquiera. Dirán que es rastrero
criticar a una política por sus zapatos, pero es que me temo que los
zancos tenían la función de ponerle a la altura de Albiol, a quien nunca
debería haberse arrimado. Así las cosas, si la CUP fuera menos parecida
a un partido político de los tebeos de Mortadelo y Filemón, pensaría
que, por ahora, están siendo los más coherentes. “Nunca la tuve, pero me
tiene”, decía un trovador catalán. Eso podían decir antes los
independentistas catalanes sobre su amada tierra, añorada, ideal, cuando
el aire de las Ramblas aún olía a rosas recién cortadas. Hoy se ha
esfumado ese perfume, hoy huele peor que Dinamarca en los tiempos de
Hamlet. ¡Si Companys levantara la cabeza!, vería a Mas respondiendo a
Montoro al ritmo de ranchera: “amb diners i sense diners jo faig tot el
que vull i la meva paraula es la llei” Y recitaría tristemente, de nuevo
con Espriu, antes de regresar a la tumba: “Quizás mañana vengan otra
vez lentas horas de claridad”. Porque los muertos son así, nunca
renuncian a sus ideales.
DdA, XI/3139
1 comentario:
Sí, los políticos catalanes son tan mediocres como los españoles. Pero la situación es grave, kafkiana. Y esto puede contagiarse tarde o temprano a España entera.
Veáse:
http://www.lavanguardia.com/opinion/20151125/30379853398/enric-juliana-kafka.html
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