El de la justicia en España es un poder
doblegado por los demás
poderes, incluidos los de facto: políticos, económicos,
bancarios y financieros. Así
mal vamos
Jaime Richart
El caso es que entre unas cosas y otras la
justicia española deja mucho que desear. Hace lo que se ha hecho toda la vida
en este país
por unas razones o por otras: ser implacable con los socialmente débiles, y
permisivos hasta la náusea
con los que tienen o han tenido poder arropados por los componentes del partido
político
o de la banda a la que pertenecen o han pertenecido.
Y todo eso lo sabemos porque una de dos, o en
España tenemos una pléyade
de medios de comunicación
que mienten como bellacos (en cuyo caso la justicia debiera proceder de oficio
contra ellos por libelos o calumnias) o dicen la verdad. Pues bien, si dicen la
verdad y voto a bríos
que la dicen, el país
entero, el pueblo español entero, con los datos y relatos minuciosos aportados
por esos medios tiene derecho a juzgar moralmente a cientos de protagonistas de
delitos gravísimos
causantes de estragos que alcanzan a
todos y a menudo de una manera muy concreta a muchos otros; derecho a juzgarles
a ellos, los indeseables, y a sus eventuales juzgadores en todas las fases del
proceso. De manera que la afiligranada
justicia ordinaria impartida para depurar la responsabilidad penal de dichos
protagonistas, tiene que verse las caras con el parecer colectivo. Y mala o pésima justicia
será si
para no afectar a los intereses políticos del
partido del gobierno o a los intereses económicos de grandes corporaciones y bancos, retrasa los
procesos por dilaciones técnicas
consentidas o condesciende con los presuntos culpables. La interpretación de las leyes
penales es restrictiva en favor del reo, pero hombre, aplicarla restrictivamente
cuando el reo es poderoso y en sentido amplio cuando el reo es común, es cuanto
menos una bajeza moral.
Por otro lado, con los datos detallados que
llegan en forma de información
de esos medios al pueblo hay ya pruebas más
que suficientes para meter en la cárcel
a un batallón de políticos
y a otro de cómplices,
de testaferros y de empresarios. Con lo recopilado en la instrucción de la mayoría de los casos
hay material para abrir ese juicio oral que llevamos esperando años que se
cuentan ya por lustros o decenios. Y si aparecen nuevos motivos para acumular
los cargos contra los procesados, procédase
de nuevo contra ellos por esa causa pero estando ellos ya en la cárcel.
Como las desviaciones de poder en
la Administración
del Estado son crónicas,
la gestión política
de los partidos se viene revelando desde el principio de la democracia muy
destartalada y proclive a perpetuar los males sociales (a excepción de ese
periodo orgiástico
de casi veinte años) y la ciudadanía
todavía
está perpleja,
si la justicia integrada por individuos formados severa y técnicamente para desempeñar
su función
falla al pueblo, ese poder será
el mayor responsable de la deriva de una nación que jamás acabará de ser grande
pese al sempiterno empeño de minorías nostálgicas de
hacerla grande a la fuerza.
DdA, XII/3101
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