Mientras el artículo 135 consagre que bajo ningún concepto el Estado y las Comunidades Autónomas podrán
"incurrir en un déficit estructural que supere los márgenes
establecidos por la Unión Europea para sus Estados
Miembros", los Presupuestos Generales, los programas electorales y
cualquier medida de gobierno estarán bajo la vigilante mirada de la
Troika financiera.
Antonio Aramayona
El socialismo español ha ido últimamente presentando novedades
polémicas y propuestas para su programa como si fuese el protagonista
redivivo de aquel videojuego de Super Mario Bros. Por un lado, nos ha presentado como fichajes cracks
a la exdiputada de UPyD, Irene Lozano, y a la excomandante Zaida
Cantera. Por otro, con el fin de remediar los males de una enseñanza
esquilmada y recortada especialmente en los últimos cuatro años, propone
ampliar la educación obligatoria desde los 0 a los 18 años y sacar la
asignatura de Religión de las aulas en horario lectivo a fin de hacer
efectiva la escuela laica, lo cual ya prometieron Zapatero y Rubalcaba
con el resultado, una vez tocado poder, de dejar las cosas como estaban e
incluso donar más dinero aún a la Iglesia Católica. De ahí que sea tan
creíble como las propuestas anteriores su enésimo compromiso de revisar el Concordato de 1953 y los Acuerdos de 1979 entre el Estado Español y el Estado del Vaticano.
Entre
otras muchas cosas, dicen también el socialismo español y su secretario
general, Pedro Sánchez, que subirán el salario mínimo, que habrá mayor
cobertura para las personas desempleadas y menos corrupción, que se
cerrará las puertas a los indultos y se limitará los aforamientos.
Hablan también de no contratar con empresas que se muevan
financieramente en paraísos fiscales, aunque guardan silencio de la
regulación e imposición de tasas de todos los flujos financieros que se
producen en ese mundo gaseoso y tramposo denominado mercado, paraísos fiscales incluidos.
Sin
embargo, abriéndome paso entre tanta maleza propositiva, busqué ante
todo la llave maestra de cualquier intención o propuesta política
posible: el artículo 135 de la Constitución,
que garantiza la prioridad de pagar a los acreedores (por mucho que
esos acreedores -bancos y otras entidades financieras- hayan
contribuido sustancialmente a aumentar la deuda pública) a satisfacer
los servicios y las necesidades sociales fundamentales de la ciudadanía.
Mientras el artículo 135 consagre, mediante el eufemismo de estabilidad presupuestaria,
que bajo ningún concepto el Estado y las Comunidades Autónomas podrán
"incurrir en un déficit estructural que supere los márgenes
establecidos, en su caso, por la Unión Europea para sus Estados
Miembros", los Presupuestos Generales, los programas electorales y
cualquier medida de gobierno estarán bajo la vigilante mirada de la
Troika financiera: el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea
y el Banco Central Europeo. Sánchez y el socialismo español pueden
proponer y prometer lo que crean conveniente, pero la realidad cruda y
nuda es que ellos mismos nos dejaron atrapados en un sistema económico
garantizado por el artículo 135, que nos condena a ser perpetuos
deudores y al desmoronamiento definitivo del anterior estado del
bienestar.
Como es sabido, el 23 de agosto de 2011, en plena
siesta veraniega del fauno y del pueblo español, el presidente
socialista del Gobierno socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, el
grupo socialista en el Congreso y el Senado, junto con el Partido
Popular y UPN, reformaron sin fisuras con su 90% de diputados y
senadores el citado artículo 135, con la oposición del resto del
Parlamento, y sin que fuese solicitado un referéndum por un 10 % de los
representantes de una de ambas Cámaras dentro del plazo previsto, según
establece la Constitución española, sagrada e inviolable solo cuando le
conviene al poder.
Al parecer, en febrero pasado, Pedro Sánchez se comprometió a llevar al Congreso la reforma del artículo 135 de la Constitución, pero al Politburó socialista español le parece ahora complicada
tal propuesta. Quiere reformarlo, pero solo si y cuando se reforme la
Constitución en su conjunto. Es igual. De poco sirve prometer el oro y
el moro sobre educación, sanidad, renta básica, pensiones, dependencia,
vivienda..., mientras quienes tienen la última y definitiva palabra sean
la Troika y su artículo 135 de la Constitución Española. Por el
momento, consideradas las previsiones de déficit, ya han calculado que
al Gobierno del 2016 le
tocará recortar (ajustar un punto porcentual del PIB, según la jerga
oficial del sistema) de 10.000 a 12.000 millones de euros y decidir
de dónde recorta y a costa de qué recorta. Ese será su verdadero
programa: no el programa de las palabras, sino el de los hechos.
Comenzando por no tocarlo o por hacer que el artículo 135 de la
Constitución española esté al servicio prioritario de los derechos y las
necesidades fundamentales de la ciudadanía.
DdA, XII/3113
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