Félix Población
La tríada financiera que impuso a Grecia su dictatorial memorándum hace unos
meses se siente muy tranquila esta vez, no como la precedente, tras el
referéndum por el que ese mismo país dijo no a las imposiciones de la Comisión
Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. Tampoco
ha encajado le victoria de Syriza, en esta segunda ocasión, como lo hizo en las
elecciones precedentes, cuando este mismo partido obtuvo casi el mismo
resultado que ayer, esto es, un 35 por ciento de los votos, a sólo seis de
la mayoría absoluta.
Mucho me temo que a La Troika le importe un bledo el mensaje
lanzado esta vez por Tsypras nada más conocerse la rotunda victoria de su partido: “Dimos
una batalla difícil y estoy muy contento porque el pueblo nos dio un mandato
claro para seguir luchando en el interior y el exterior”. ¿Qué porcentajes de
electores de Syriza -me pregunto- está en condiciones de creerse ahora mismo esas palabras?
Ayer, uno de los cronistas que informaba desde Atenas
describía el estado de ánimo de la población griega con tres palabras:
Hartazgo, desafección y agonía. Son tres conceptos muy poco estimulantes para
creer en la lucha que el reelecto presidente
de aquella república pretende mantener, por mucha que sea su volutantad y mucho el convencimiento y sinceridad
que ponga en sus afanes.
Según las informaciones que nos llegan de Grecia, Syriza sólo
ha perdido medio millón de votos con respecto a los resultados de los
anteriores comicios. De esa cifra, únicamente ciento cuarenta mil votos han
sido depositados en las urnas a favor de Unidad Popular, el partido formado a
raíz de la escisión que se produjo en
Syriza tras la aceptación de las condiciones impuestas por La Troika y la
retirada de más de veinte diputados. Es muy probable, por lo tanto, que como
fruto de esa escisión los exvotantes del partido vencedor hayan preferido la abstención,
que ha rondado el 45 por ciento.
Entre los electores que se han decantado por Unidad Popular
está Yanis Varoufakis, el ministro de Economía que dimitió tras el referéndum,
consciente acaso -a pesar del resultado del mismo- de que la voz de la ciudadanía y su propio criterio y trabajo en la Europa de los Mercaderes no iban a
ser tenidos en cuenta por el gobierno del que formó parte.
Acabo de terminar la recomendable lectura del libro que
Varoufakis escribió para explicarle a su hija adolescente su entendimiento de la economía (Economía sin corbata lo tituló la
editorial Planeta para hacer más comercial tan interesante producto). No me resisto a transcribir este párrafo, que creo debería tener en cuenta Tsipras cuando habla de lucha: "Cada crisis
significa que el presente no puede pagar al futuro por el valor que el sistema
bancario extrajo de este último. Y cuando el presente no puede pagar el futuro,
sólo hay una solución: condonar la deuda. No es una cuestión ética, no es una
cuestión si es correcto y adecuado que no se liquiden las deudas de uno al otro
o del presente al futuro. Es una cuestión práctica: cuando el prestatario
quiebra, no hay posibilidad de liquidar su deuda. Y punto”.
El photoshop como táctica, como estrategia, como ideología, como discurso y como programa.
DdA, XII/3085
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