El nuevo "presidente" de Grecia será el tecnócrata holandés
Maarten Verwey, director general de la Comisión Europea para asuntos de
reformas estructurales, y el Parlamento soberano sancionará sus planes,
sesión tras sesión.
Pedro Olalla
Por desgracia, estaba ya muy claro que Grecia era llamada
el 20 de septiembre a las urnas para legitimar una nueva comparsa de
títeres dispuesta a ejecutar los designios de sus acreedores, recogidos
en el Acuerdo de Préstamo de 2010 y en el nuevo Memorándum. El NO del
referéndum fue interpretado hace semanas como un SÍ, y las elecciones
fueron convocadas por la vía rápida con el único fin de ratificar en las
urnas esta misteriosa asunción.
Esto explica –aunque no justifica– que el voto mayoritario
fuera aplastantemente la abstención (45%). Lo explica, porque refleja el
desengaño, la desconfianza y el “castigo” de buena parte del
electorado; pero no lo justifica en absoluto porque, mientras no haya
una ley electoral que declare nulas las elecciones a partir de una
cierta tasa de abstención, la abstención se traduce únicamente en un
mayor peso específico de cada voto que entra en las urnas. Y así, el
desengaño y el supuesto castigo se ha traducido, por arte matemática, en
un Parlamento arrasadoramente pro-rescate, donde no ha conseguido
entrar siquiera un nuevo diputado disidente.
Semanas después de un insólito referéndum –el único de los
últimos cuarenta años de “democracia”– en el que, con los bancos
cerrados y contra todo pronóstico mediático, el 62% de los votantes
expresaron un rotundo NO a un nuevo memorándum, gana las elecciones el
mismo partido que, haciendo caso omiso al resultado del plebiscito
convocado por su propia iniciativa, acaba de firmar el más oneroso de
los memoranda y de conseguir que sea aprobado por el Parlamento...
¡gracias a los votos de la oposición! ¡Europa está encantada! Merkel,
Schäuble, Juncker, Tusk, Dijsselbloem, Schulz y Draghi están de
enhorabuena: ya no es sólo el neoliberalismo, ni el bipartidismo
tradicional, ni la vieja democracia cristiana, ahora es nada menos que
la “izquierda radical” (sic) la que defiende su proyecto y la que
aplicará el nuevo memorándum. ¡Arrepentidos los quiere Europa!
Los votantes que hoy celebran el triunfo de Syriza son
quienes creen aún en el discurso cándido de que es posible cambiar
Europa desde dentro, de que un amplio frente de partidos de nueva
creación conseguirá vencer al núcleo duro del euro y de la Unión y
convertir Europa en un paraíso democrático y solidario. Pero los tiros
no van por ahí: lo demuestra la intransigencia de las Instituciones y
del Eurogrupo en las “negociaciones” del nuevo rescate, lo demuestra la
creciente creación de superorganismos y tratados opacos y ajenos al
control de los gobiernos y de los ciudadanos, lo demuestra la renuncia a
la soberanía aparejada a cada cláusula de los memoranda, y lo
demuestra, abiertamente, la reciente negativa en bloque de los países de
la Unión Europea –a instancias del Ecofin– a aprobar la Resolución de
Naciones Unidas sobre el marco de principios básicos para la
reestructuración económica de los Estados endeudados: una resolución muy
moderada que trata de salvaguardar en lo posible la soberanía nacional,
la legalidad, la transparencia y los derechos de los Estados soberanos
ante sus acreedores, y que, hace apenas diez días, el Gobierno de
Syriza-ANEL se ha abstenido de firmar, pese a estar supuestamente
reivindicando ante sus socios la reestructuración de una deuda inviable.
No sorprende, en el fondo: dicho gobierno tampoco ha
apelado, para argumentar su reivindicación, a las declaraciones del
propio Parlamento Europeo (14/5/2014) sobre la violación del derecho
originario de la Unión por parte de los acuerdos firmados con la Troika;
ni ha invocado la reciente declaración del Comité de Derechos Humanos
de Naciones Unidas acerca de que las políticas de austeridad aplicadas
en Grecia contravienen la Carta de Derechos Humanos de la ONU, la
Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, y otros acuerdos
internacionales; ni ha hecho suyos los recelos del propio FMI sobre la
viabilidad de la deuda; ni siquiera ha hecho uso alguno del revelador
informe de la Comisión de la Verdad sobre la legitimidad de la deuda,
encargado por la propia presidencia del Parlamento griego a un equipo
internacional de auditores encabezado por Eric Toussaint. La intención,
pues, parece clara: adelante con el plan.
La aplicación del nuevo memorándum ya ha sido sancionada en
las urnas. Aplicarlo será, a partir de ahora, “dar cumplimiento a la
voluntad popular”. El nuevo “presidente” de Grecia será el tecnócrata
holandés Maarten Verwey, director general de la Comisión Europea para
asuntos de reformas estructurales, y el Parlamento soberano sancionará
sus planes, sesión tras sesión, para sosiego de los acreedores y avance
del proceso de consumación europea.
Las medidas del nuevo memorándum no tienen nada que ofrecer
al pueblo griego: lo prueba la experiencia de los últimos años, y nadie
puede ya decir honestamente que dicha afirmación rotunda es sólo
ideología o cábala. Todas las onerosas medidas que se han aplicado desde
2010 para afrontar la deuda pública la han elevado del 120% al 180% del
PIB, y sigue creciendo. Mientras el PIB sigue disminuyendo, siguen
disminuyendo los salarios, las pensiones, las prestaciones sociales, los
derechos laborales, la riqueza nacional, la soberanía, la esperanza de
vida. Y mientras siguen aumentando los impuestos, y el paro, y la
emigración, y la tasa de suicidios, y la tasa de mortalidad. El nuevo
memorándum traerá nuevos recortes en salarios, pensiones y gasto social;
pero también aumentará la deuda en 83.000 millones más, de los que el
85% irá directamente a amortizar capital e intereses y a recapitalizar a
la banca privada; y también aumentará el expolio, pues, ahí donde
Grecia está desde hace años sometida al mayor plan de privatizaciones
del mundo, ahora se le exige vender nuevos activos por la ingente suma
de 50.000 millones de euros; y disminuirá la transparencia, pues se le
exige eliminar los mecanismos de control estatal sobre los presupuestos y
transferirlo directamente a Europa; y disminuirán, si aún es posible,
los últimos reductos de soberanía, pues la firma con el Mecanismo
Europeo de Estabilidad implica la acatación sin condiciones de sus
directrices.
Grecia no tiene tiempo para esperar a que Europa cambie
desde dentro. ¿Cuántas elecciones, cuántos gobiernos, cuántos memoranda
han de sucederse todavía para que despertemos de una vez y pongamos fin
a esta locura?
DdA, XII/3086
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