viernes, 28 de agosto de 2015

LAMPEDUSA O JAMÁS: LOS OJOS DE LA OTRA ORILLA NO TIENEN PÁRPADOS

Foto de Nacho González.

Ignacio González


LAMPEDUSA O JAMÁS (Una vez más)

Los ojos de la otra orilla no tienen párpados,
¿para qué si no se cierran nunca?
Recorren el perfil de los acantilados buscando sus resquicios.
Los ojos de la otra orilla no tienen lágrimas,
las guardan en los cuencos de las manos
para saciar la sed de tantos hijos en la árida avenida del desierto.

Los hijos de la otra orilla han nacido con una luna dentro,
y con ella iluminan los miedos de la noche,
deslumbran las miradas de los guardas,
y eclipsan las fronteras del olvido.

Los hijos de la otra orilla escriben cartas,
cartas desesperadas que no llegan nunca,
cartas en que recuerdan la colina, la duna, el baobab,
cartas de amor para madres que aguardan sin ninguna esperanza.

Las madres de la otra orilla traen al mundo ejércitos de hambrientos,
y atesoran olvidos y mortajas,
y cumplen con el rito del dolor en silencio.

Las madres de la otra orilla acunan la cosecha del espanto.
y amamantan retazos de la ira,
vidas que se estremecen en el febril tablero de las marejadas.

Las vidas de la otra orilla se amontonan desnudas en la balsa,
reman enfebrecidas en la costa,
arrojan a la noche sus despojos, y se ahogan en silencio.

Las vidas de la otra orilla no valen nada.
Valen menos que los antílopes heridos por las garras del león
cuando acechan los buitres,
menos que los proverbios tatuados en la piel del hechicero.
menos que los sudarios con que cubren sus cuerpos.

Los cuerpos de la otra orilla
se pudren para siempre bajo las aguas de la bahía.

Algunas veces, nos comemos los peces que alimentan.



DdA, XII/3063

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