La caverna entera es esclava de una deuda financiera mundial, que
ningún país está y estará en condiciones de saldar. Nuestro futuro es la
deuda perpetua.
Antonio Aramayona
Apreciado maestro Aristocles, que, al parecer, recibiste el apodo de
Platón (ancho de espaldas) por no ser demasiado diestro en las artes del
ejercicio físico según tu profesor de gimnasia. Tras enseñar tu
pensamiento en aulas de Secundaria durante muchos años, puedo asegurarte
que lo que más gustaba y recordaba el alumnado era la alegoría de la
caverna, expuesta en el libro VII de tu Diálogo República. Hoy me acuerdo especialmente de ti porque 2400 años después estamos metidos en una caverna similar.
Puede
que no conozcas algunas palabras que debo emplear en esta carta, pero
no tengo otro remedio que utilizarlas para describir la situación en la
que actualmente nos hallamos. Verás, ahora la cosa es más compleja: ya
no hay personas y objetos que desfilan tras una hoguera y una pequeña
pared para ver solo en un muro sus figuras deformadas y oír el eco de su
voces. Las personas de tu caverna son personas encadenadas que saben
del mundo solo a través de lo que aparece en ese muro. Nosotros, en
cambio, vivimos en la ficción de ser libres y tener a mano cuanta
información deseemos, pero la mayor parte de lo que conocemos proviene
de un aparato llamado televisor y de otros muchos medios de comunicación
en los que múltiples fuentes nos proporcionan información,
entretenimiento, opinión, publicidad, evasión... Nos dicen que podemos
elegir lo que nos guste, pero lo que no nos dicen es que solo podemos
elegir lo que, y como previamente, han seleccionado y filtrado unos
pocos.
Hace unos años, un influyente político, Henry Kissinger,
dijo que quien controla la alimentación controla a la gente, quien
controla la energía controla naciones y continentes y quien controla el
dinero controla el mundo. En esas estamos, apreciado Aristocles o
Platón, como prefieras. Vivimos en una inmensa caverna en la que unos
pocos deciden precios y comercian a su antojo con los recursos
alimenticios, lo que de hecho significa que deciden quién come o no,
quién se harta de comer o quien morirá de hambre y miseria.
Pero
eso no es todo, Platón, nuestros dueños se están haciendo con todos los
recursos energéticos del planeta (es grande y esférico, créeme) a la vez
que impiden la comercialización y utilización de otras energías
alternativas, contrarias a sus intereses. Para ello mienten y manipulan
la información, y crean todo tipo de guerras para su provecho y
beneficio y al servicio exclusivo de sus intereses. A sus amigos los
denominan aliados, al resto, terroristas. Y aquí, en esta caverna, 7.000
millones de personas tragan y tragan lo que se les diga, lo que
escuchen en su cadena o emisora preferida, sin mover una mano, sin
pestañear, con una sonrisa enorme si su equipo ha ganado y el resto de
los equipos ha perdido. Ni que decir tiene que, mientras, los dueños de
los recursos energéticos y sus leales lacayos ganan dinero a espuertas.
Hablando
de dinero, lo peor de nuestra caverna, Aristocles, es que unos pocos,
prácticamente los mismos, dominan y controlan los flujos financieros que
diariamente viajan a la velocidad de la luz acumulando dinero y riqueza
y empobreciendo cada vez más a una buena parte de los habitantes de la
caverna. Incluso en algunos países está en sus manos poner en
circulación el dinero que les conviene. Donde vivo esa potestad la tiene
el Banco Central Europeo, que, de hecho, está controlado por las mismas
manos privadas y los mismos intereses de beneficio sin fin.
Así,
la caverna entera es esclava de una deuda financiera mundial, que
ningún país está y estará en condiciones de saldar. Nuestro futuro es la
deuda perpetua, a no ser que reaccionemos poniendo palos en sus carros y
desobedeciendo sus dictados. Quieren el monopolio completo del poder
para dominar el mundo. Por eso juegan a un feroz e inhumano Monopoly
donde prometen no hundir a un país (por ejemplo, el mío) si el Gobierno
de turno les obedece y recorta y recorta derechos humanos y cívicos para
poder pagar otro plazo de una deuda que jamás podrá pagarse del todo.
Nuestra
caverna es hoy un Matrix de personas pusilánimes que temen perder lo
que tienen si se portan mal. De hecho, el poder cree que la libertad es
peligrosa y crea un código cívico-moral que dicta qué está bien o mal.
Si alguien quiere estar seguro y libre de culpa, ha de obedecer y
cumplir este código sin rechistar. Platón, tú invitas en la alegoría de
la caverna a salir de la caverna, ascender y contemplar las cosas de la
naturaleza y de la vida tal como son a la luz del sol. Algunos lo
intentamos cada día, a pesar de leyes mordaza, delegados de
Gobierno de la cachiporra, la proscripción o el cansancio. Nos quedan la
resistencia y la desobediencia. Allá quien siga pensando que la caverna
no deja de ser un sitio confortable.
Salud, Aristocles o Platón, como prefieras. Gracias.
El Huffington Post DdA, XII/3047
No hay comentarios:
Publicar un comentario