Lazarillo
Mi estimado compañero Antonio Maestre publica hoy en La Marea un audiotestimonio cuyo contenido por escrito también aparece en ese diario. El texto corresponde a la homilía del Cura de los Jerónimos, parroquia de Madrid en la que tuvo lugar la misa de coronocación del rey Juan Carlos I en noviembre de 1975, pocas fechas después del fallecimiento -el día 20 de ese mes- del extinto caudillo, el dictador Francisco Franco.
Lamento que Maestre, aparte de ofrecernos ese documento sonoro, no dé a conocer la identidad del sacerdote oficiante, que lo hace con motivo de la misa celebrada en memoria del golpe militar llevado a cabo por el anterior jefe del Estado, por quién tantas preces se rezaron desde los altares de las iglesias española durante la dictadura. De todos modos, aunque falten el nombre y apellidos del Cura de los Jerónimos, creo que corresponde al papa Franciscto tomar nota de las palabras pronunciadas: “Un 18
de julio de 1936, las emisoras de radio anunciaban un levantamiento en
África. Al frente de este alzamiento estaba un joven general, Francisco
Franco Bahamonde. El alzamiento fue necesario, España estaba en peligro,
una ideología procedente del infierno quería estrangular a la patria.
El comunismo”.
Tras una introducción revisionista y golpista de
la historía se lamentó de que el franquismo no pudiera erradicar de
raíz esta ideología: “El comunismo fue vencido, fue aplastado. Pero fue
inevitable que el germen que dio origen a ese odio a España y la fe
católica siguiera vivo. Ese germen nunca fue destruido y como serpiente
que se arrastra por el suelo permaneció esperando poder terminar su
labor y sólo lo pudo hacer cuando falleció el ultimo gran estadista
católico español. El caudillo Franco”.
El sacerdote continuó la homilía -según la información aportada por Maestre- lamentándose de la malentendida
libertad que trajo la democracia, ya que en su opinión se dedicó a atacar a
la fe católica y a los valores de la religión. Asimismo lamentó que en
la actualidad no haya ningún “hombre valiente” como los de antaño que dé
un paso adelante en la situación actual del Estado español. ¿Se dará el papa Francisco por enterado o preferirá ignorar estas incidencias retroactivas de la católica España que tan poco se avienen con sus evangélicas prédicas?
DdA, XII/3031
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