Miguel Urbán
El jueves pasado pude preguntarle a Danièle Nouy, presidenta del Consejo Supervisor del BCE, que se encarga de controlar a la banca privada europea. Mi pregunta fue muy sencilla: si su Consejo había aconsejado a la banca griega reducir su exposición a la deuda pública griega. Su negativa a contestar y su estado visiblemente alterado cuando le exigí una respuesta, equivalen a una confesión de culpa.
Si efectivamente
el BCE está recomendando a los bancos griegos que no compren deuda
griega, esto supone un elemento más del grave chantaje que las
instituciones europeas están ejerciendo contra el Estado griego con el
objetivo de arruinarlo y dar una lección ejemplar a los pueblos de
Europa. Es, en este caso además, una grave vulneración del
mandato del Consejo Supervisor, ya que contribuir a la asfixia del único
Estado que podría sostenerles en caso de insolvencia es de hecho una
acción suicida para los propios bancos griegos, sobre cuya estabilidad
debería velar la señora Nouy. La rabia que los jerarcas europeos
sienten contra la acción ejemplar del gobierno griego es propocional a
la furia con la que vulneran tratados y quiebran la ley con el objetivo
de derrocarlo.
DdA, XII/3018
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