Ana Cuevas
Quedan
pocos días para que los ciudadanos decidamos en las urnas el rumbo
político que ha de tomar este país. Los partidos se visten de domingo y
se esfuerzan en decirle a la gente lo que quiere oír. El fin justifica
los medios. Poco importa que para acceder a este fin, alcanzar el poder
político, haya que mentir y traicionar la propia esencia ideológica (si
es que se tiene).
Los
clásicos, PP y PSOE, apelan al recurrente: más vale malo conocido...
Aconsejan a la gente que se aleje de los experimentos que se han abierto
paso a codazos en su patio particular bipartidista. Para qué dejar en
manos de aficionados algo en lo que ellos han demostrado ser
profesionales (estafar y mentir a este pueblo), parecen argumentar.
Las
nuevas formaciones políticas que despuntan están tan obsesionadas con
su asalto celestial que no dudan en metamorfosear su primigenia
naturaleza a gusto del respetable. La izquierda y la derecha se cubren
con un pasamontañas para no ofender las sensibilidades de las mayorías.
Los principios se vuelven dúctiles y maleables a criterio del
consumidor, osea del votante.
En medio de esta mascarada, El Follonero entrevista
al anarquista octogenario Lucio Urtubia. Lucio explica la trayectoria
vital que le abocó al anarquismo y la acción directa. El falsificador
que puso en jaque al banco más importante del mundo en los setenta decía
no poder identificarse con una tierra en la que solo había conocido
miseria, crímenes e injusticias. ¿Cómo se puede sentir amor por una
madre que te maltrata y mata de hambre?
Lucio
no podría aparecer en las listas de ninguna de las pujantes formaciones
políticas. Ni de las nuevas ni de las viejas. No es precisamente un
tipo políticamente correcto y su discurso se aleja de la anhelada
convergencia social recomendable para ganar unas elecciones. "Deserté por ladrón- admite Lucio- pero qué placer robar a esta patria de imbéciles".
Algo
así habrán pensado otros que han saqueado los bienes más preciados de
nuestra sociedad como la educación o la sanidad. ¡Qué placer robar a
esta patria de imbéciles!. Pero nunca lo van a expresar con la
sinceridad de Lucio. Además hay un matiz que diferencia a un delincuente
de los otros. Lo establece el propio Urtubia: "El crimen no es hacer y fabricar dinero, el crimen es quedártelo para tí" Lucio
falsificaba dinero para desestabilizar un sistema que considera su
enemigo. No tiene cuentas en Suiza ni pelos en la lengua. Y a sus 84
años está convencido de que no habrá ningún cambio, ni con Podemos ni
con nadie, mientras no asumamos nuestra responsabilidad todos los seres
humanos.
Para asaltar los
cielos se necesita algo más que una impoluta corte de Arcángeles
Glaciales. La responsabilidad debe germinar entre las personas
corrientes. Lucio mantiene que uno es lo que es por lo que hace, no por
lo que dice.
En estos días, las madres y los padres de la patria, muestran su plumaje más políticamente correcto. Dan
botes a la diestra y la siniestra tratando de captar la atención del
mayor número de imbéciles para su causa. Lo difícil es averiguar si su
causa coincide con la nuestra, la de los imbéciles de la patria. Las
víctimas de una crisis-estafa que hemos visto como se dinamitaban
nuestros derechos sociales y laborales apelando a patrióticos
sacrificios. Por un renacer financiero que permita a los patriotas de
primera mantener su fortuna lejos del fisco y, a la par, seguir mamando
de las paupérrimas ubres del estado.
Dicen
que la aceptación de los problemas es el primer paso hacia la curación.
Asumir nuestra estulticia borreguil (que nos pone en manos de bucaneros
y bandidos) no suena políticamente correcto pero puede ser el punto de
partida para sanear esta sociedad. Para dejar de ser una patria de
imbéciles. Esa es nuestra responsabilidad.
DdA, XII/2995
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