Ahora cumplan todos con su trabajo y
manden al asilo, al penal o al manicomio a esta banda de cuervos con
tricornio.
Jaime Poncela
Observo pasmado como un mismo movimiento político puede ser a la vez
etarra, bolivariano, amigo de los soviets, anarquista y hitleriano. Y
esto solo es el principio, señores. Podemos y sus franquicias van a
seguir recibiendo calificativos que derrocharán imaginación y delirio a
partes iguales. Lo más provechoso es que la lectura aún desatenta de la
prensa en estos días permite recibir un curso gratuito de alta teoría
política a cargo de la catedrática Aguirre y todos los aventajados
doctores de la Escuela de Génova, un sesudo grupo de reflexión alentado
por el doctor Josemari y patrocinado por la fundación Faes.
Ante estas informaciones de vertedero uno oscila entre la carcajada y
el cabreo sordo y, sobre todo, siente la misma sensación mezclada de
miedo y vergüenza ajena que sintió en 1981 cuando vio a Tejero pegar
tiros en el Congreso gritando como un mozo de cuadras y tratando de
arrodillar a todo un Parlamento. Desde Esperanza Aguirre a Yolanda
Barcina pasando por Bertín Osborne que, metido también a analista de
fondo, ha vaticinado una catástrofe a cuenta del ascenso de Podemos, (el
maestro Rafael Quirós se preguntaba si esta catástrofe no sería acaso
un nuevo disco del cantante), todos estos y estas, retomo el hilo, se
han calado el tricornio de Tejero y se han montado en el caballo de
Pavía para salir en defensa de “nuestro” (de ellos) sistema democrático y
económico occidental. El charol de ese tricornio es el charol de sus
entrañas que pugnan por brillar de nuevo y en las que sigue anidando el
mismo sentido patrimonial de España que tienen (iba a poner ‘tenían’,
pero por desgracia siguen aquí) los franquistas más ultramontanos que
trasquilaron “la patria”.
Llamar a un gobierno de concentración como si este país estuviera en
peligro de desaparición, o vomitar a diario despropósitos que van de lo
soviético a lo hitleriano para descalificar a un partido legal que se ha
presentado a las elecciones con todos los papeles en regla y ha
conseguido cientos de miles de votos, es volver a gritar “¡quieto todo
el mundo!” con la pistola en alto con el único afán de amedrentar a una
sociedad que ha demostrado que no se deja asustar, amén de despreciar la
voluntad democrática de muchos ciudadanos para quienes su única
estrategia es que el Gobierno haga leyes que les permitan llegar a fin
de mes, jubilarse decentemente y poder dar estudios a sus hijos. Y lo
peor es quienes dicen estas barbaridades no lo hacen porque estén
chocheando y añoren los tiempos del caudillo de marras (que también),
sino porque tienen un plan calculado y para que se cumpla son capaces de
pasar por encima de lo que sea como han hecho siempre.
La mejor lección contra este golpismo de baja intensidad, contra este
run run tejeriano, será que quienes han sido elegidos y aún tienen la
cabeza despejada mareen la perdiz lo menos posible y se pongan a
gobernar sin dilación. La democracia se defiende con más democracia y
los ciudadanos ya han hablado. Ahora cumplan todos con su trabajo y
manden al asilo, al penal o al manicomio a esta banda de cuervos con
tricornio.
Quienes conocen la historia de España en el último siglo, desde el golpe de Primo de Rivera hasta el de Franco -pasando por el de Sanjurjo y llegando hasta el de Tejero-, saben que este tipo de convocatorias son muy peligrosas y no deberían contar en nuestros días con el más mínimo seguimiento. Pero es necesario hacer constar que en este país hay todavía colectivos e intereses capaces de reaccionar así ante el resultado de unas elecciones democráticas, cuando ese resultado no les es satisfactorio y cuentan con representantes políticos que como la señora Aguirre, el ministro del Interior, el impresentable Hernando o una tal Barcina de Navarra son capaces de estimular este tipo de iniciativas con sus declaraciones, ya sea con inquina, ya sea con resentimiento o con un ánimo de provocación totalmente incivil e incívico. Mi estimado colega Jaime lo ha dicho muy claro y con la contudencia y agudeza que le caracteriza. Esperemos que solo una minoría de ciudadanos pueda coincidir con lo expuesto en un mensaje arriagado en el fondo más negro de nuestra historia, porque el miedo ya no puede amordazar la indignación de una sociedad harta de corrupciones e ineptitud.- Lazarillo
Artículos de Saldo DdA, XII/3015
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