Desde que
formalmente se ha constituido en democracia, los gobernantes que han ido
desfilando han sido unos necios. Empezando por los que pusieron las bases para
superar la dictadura
Hace más de 130 años Miguel Dencil, en una visión
holística del ser humano dijo: “no hay enfermedades sino enfermos”. Aparte la
controversia que suscita esa manera de entender la medicina, lo mismo podríamos
decir de las naciones. No hay pueblos atrasados, sino gobernantes atrasados. Los
pueblos siguen la senda que los gobernantes les marcan.
Al menos visto el
asunto desde fuera, la impresión de que el español es un pueblo atrasado es
porque lo ha sido históricamente y siguen siéndolo tanto sus gobernantes como
la justicia cómplice. Los gobernantes, sin tapujos; las instituciones judiciales
al actuar implacables con los débiles y ser repulsivamente condescendientes
con los gobernantes, con los políticos en general y con los hombres y mujeres
de empresa que han mantenido contubernio económico con ellos.
Llevamos veinte
años en un proceso soterrado de saqueo sistemático de las arcas públicas que
viene saliendo de un par de años a esta parte a relucir. Pues bien, pasan los
días, los meses y los años y todavía no se oye en los noticiarios otra cosa
que: "se está investigando...", "la fiscalía pide tantos o
cuantos años para éste o el otro...", "fiscalía anticorrupción sospecha..."fulano
ha sido llamado a declarar..." Pero ¿cuántas sentencias firmes severas
han sido dictadas hasta ahora? ¿cuántas no han pasado de ser una propuesta de
ensayo carcelario? Este es otro de los baremos en cuya virtud puede medirse la
ínfima calidad no ya de la democracia presunta española, sino de un sistema a
mitad de camino entre la dictadura encubierta y el circo político-mediático.
A los pueblos del
mundo y a las naciones los conocemos y juzgamos por el carácter y abusos de
los sucesivos gobernantes, y por las reacciones del pueblo frente a ellos a lo
largo de su historia. Por razones de toda índole los pueblos, como los individuos
aisladamente considerados, tienen rasgos propios que les diferencian entre
sí. La cultura, la religión, la orografía, el clima y la propia historia
configuran el perfil de los países y de su población y hay antropólogos que a
través de esos factores encuentran explicación a muchos de sus avatares.
Por otro lado, la
humanidad entera sufre, pero decir que los pueblos de todas las naciones son
infortunados o que no están a la altura de su designio sería una extravagancia.
En todo caso cuando hablamos de pueblos atrasados o escasamente desarrollados,
los indicadores y referentes de su grado de desarrollo, sea material o moral,
están grabados a lo largo de su historia y allá donde sus gobernantes les han
llevado. El pueblo español, por ejemplo, es un pueblo noble, valiente,
hospitalario, caritativo y solidario. Es caritativo en el plano vertical, de
arriba abajo, por razones religiosas, y solidario en el plano horizontal, de
igual a igual, por razones éticas presididas por el mutuo respeto. Pero sus
reyes y gobernantes han dejado siempre tanto que desear respecto a sus
homólogos europeos más próximos, que España sigue siendo respecto a ellos un
país atrasado por culpa de gobernantes y tribunales cómplices.
Porque la historia
de la humanidad, de las naciones y de los pueblos la hacen unos cuantos, la
escriben unos pocos y la mayoría la padece. Los periodos de paz y de bienestar
son mucho más cortos que los periodos convulsos y de dolor. Aun así, Europa
lleva tres cuartos de siglo sin guerras abiertas. Y esto es novedad, algo anómalo
que está pasando en la historia del continente. Pero nunca es el pueblo el que
tiene la culpa de sus desgracias, ni de las guerras en que se ven sumidos ni de
sus infortunios económicos. Los culpables son siempre sus gobernantes. En
estos rara vez no prevalecen los rasgos más degradantes y rastreros de la
condición humana. Y el principal la intolerancia. Está comprobado: la sed de
dominio, de poder y de riqueza son muy difíciles de contener si no es con
violencia.
España está
atravesando ahora otro periodo crítico no sólo en lo económico, en lo social y
en lo moral. España está atravesando un periodo que en muchos aspectos
recuerda condiciones medievales incrustadas en la postmodernidad. Desde que
formalmente se ha constituido en democracia, los gobernantes que han ido
desfilando han sido unos necios. Empezando por los que pusieron las bases para
superar la dictadura. Y los avances sobrevenidos principalmente gracias al
dinero recibido de Europa, se han centrado en las infraestructuras retrasadas
respecto a las existentes en los países de la Comunidad. Pero también han
servido para enriquecer desmesuradamente a múltiples oportunistas de todos
los estamentos de la nación. Otro dato que pone de relieve el grado de retraso
moral, político y democrático de este país.
España, en suma,
siempre ha estado en manos de reyes absolutistas y en los cortos periodos
democráticos, en manos de gobernantes incompetentes, deplorables, analfabetos
políticos y ladrones. En esto consiste el atraso de este país en multitud de
aspectos. Dependiente siempre de los sectores primarios de la economía y por
ende, dependiente de la largueza de otros países.
Confiemos en que
cambie drásticamente el signo y la maldición de este país por culpa de sus
gobiernos. Porque todo lo que sucede y ha sucedido en grave perjuicio de
grandes partes de la población y del país entero: egoísmo extremo, codicia
desmesurada, nepotismo, afán desmedido de lucro, poder sin refreno... todo, es
consecuencia del carácter miserable no de los pueblos, sino de los gobernantes
atrasados y probablemente de retrasados mentales elevados al poder por electores
ingenuos y excesivamente confiados. Imploremos a los dioses que el cuerpo
electoral se deje iluminar en adelante por la sensatez y el buen sentido.
Confiemos en que los partidos emergentes y pese a que la ignorancia y el temor
se han apoderado de los electores en las más recientes elecciones autonómicas,
hagan reaccionar a la población a partir de los próximos comicios y luego en
los fundamentales la población aprenda a elegir a partir de ahora y en
adelante a los mejores para siempre. Sólo así España dejará de ser una nación
atrasada...
DdA, XII/2989
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