Jaime Poncela
Macedonio Peral dedicó casi toda su vida al insólito y muy lucrativo
negocio de ser inventor. Inventor de mentiras. Debe entenderse bien este
oficio, ya que Macedonio era un tipo sincero a carta cabal. Jamás
mentía en su vida privada pero era capaz de inventar las trolas mejor
elaboradas y creíbles para ser empleadas en la vida de los demás, de sus
clientes. Porque Macedonio tallaba mentiras como si fueran diamantes y
llegaba a cobrar por ellas auténticas fortunas. Sus falsedades de
encargo eran joyas y a ese precio las vendía. Eran mentiras de autor, no
simples falsedades de la copa del pan.
Aprendió el oficio de joven en el taller de su abuelo, Vitrubio
Peral, zapatero de oficio que, de vez en cuando, ayudaba a sus amigos a
crear disculpas muy creíbles para llegar tarde a casa después de estar
de putas o bebiendo como cosacos hasta el agua de los floreros. Todas
sus trolas colaban. Vitrubio, tan honesto como su nieto, no mintió jamás
a su esposa Rufa pero ayudó a que sus amigos cometieran todo tipo de
adulterios y tropelías facilitandoles argumentos tan falsos como
indestructibles mientras remendaba unos mocasines o ponía tacones,
espais o medias suelas a destajo. Vitrubio se veía así mismo como el
tabernero abstemio que vive del alcoholismo pero, a la vez, asume la
labor social de dar de beber al sediento.
Macedonio vio pronto el filón comercial de aquel talento familiar
para la mentira en cabeza ajena que él había heredado y decidió
explotarlo por cuenta propia abriendo un taller de medias verdades
porque como principiante le parecían más fáciles de fabricar que las
mentiras puras. A la puerta de su local colocó una placa similar a la de
un notario o un registrador de la propiedad en el que se podía leerse:
Macedonio Peral. Inventor.
Se remiendan verdades.
Se miente por encargo.
Se cogen puntos a las medias.
Sin embargo pronto vio que una media verdad es material caducado, muy
difícil de hacer pasar por mentira pura ya que los remiendos de mentira
sobre verdad suelen tener las costuras muy endebles, así que decidió
fabricar falacias de primera mano, nuevas. Citaba aquí a las Sagradas
Escrituras: “No metáis vino nuevo en odres viejos”. Empezó su carrera
dando a su primo Isaac una disculpa fabulosa para no casarse con su
novia de toda la vida. Ese fue el primer paso para que su reputación
corriera como la pólvora. La frase “no es por tí, es por mí” se atribuye
con razón a Macedonio Peral, lo mismo que expresiones tan populares y
universales como “no es lo que parece”, “solo somos amigos”. “qué bien
te veo”, “pongo la mano en el fuego por su honradez” o“no pasan los años
por tí”.
Bajo la divisa de que “no hay mentiras, solo hay verdades
alternativas” Macedonio se inventó las carreras militares más heroicas
que desembocaron en generalatos de mucha estrella en la bocamanga; los
currículos cum laude de analfabetos redondos que llegaron a honoris
causa, o admirables vidas de cardenales cuyas llagas no eran místicas,
sino simples chupetones de sacristía. Algunos aseguran que Peral fue
llamado por la NASA para montar el tinglado de un falso viaje a la Luna,
aunque no pudo aceptar el encargo por no dominar los idiomas.
Macedonio solo ponía una condición a sus clientes: ser capaces de
representar bien la mentira que él les había fabricado con tanto
esfuerzo y talento. Bajo esta premisa consiguió que Adolfo Suárez pasará
por un demócrata de toda la vida, que Felipe González se las diera de
rojo durante años y nos metiera en la OTAN y que Fraga pareciera no
haber conocido a Franco. Los años trajeron a su taller a mentirosos con
mucho dinero pero cada vez con menos vocación, incapaces de exhibir con
elegancia sus bulos de encargo, menrtirosos chungos y sin glamour. Quiso
dejar el oficio cuando Luis Roldán se le cayó con todo el equipo
después de tantos años de perfecto embuste. Fue el primer aviso de una
larga cadena de disgustos tales como la falta de profesionalidad de
algunos Borbones para quienes Macedonio tejió reputaciones inmaculadas
que ellos se cargaron en dos safaris.
Tiró la toalla con Aznar y Rajoy: “no fingen una verdad ni cuando la
dicen”, escribió sobre ellos Macedonio Peral en sus memorias tituladas:
“Si te digo la verdad”.
Artículos de Saldo/ DdA, XII/2948
No hay comentarios:
Publicar un comentario