Es demasiado crispada esa contumacia para
ser periodísticamente neutral y
para salirle espontáneamente esa animadversión cercana al odio.
Jaime Richart
Sospechoso
de ser un vocero a sueldo de los planes imperiales... Pero que cobre de los
medios venezolanos o de cuaquier otro medio o intermediario yanqui tendría
menos importancia si ese periodista español no se
la diera a la relación del profesor Monedero con los gobiernos de Venezuela,
Ecuador y Bolivia y si no hiciera una campaña sin tregua contra el gobierno
venezolano y a favor del Gran Mamón. Es demasiado crispada esa contumacia para
ser periodísticamente neutral y
para salirle espontáneamente esa animadversión cercana al odio.
El caso es que el ochenta por ciento de los
medios en Venezuela está en manos de la derecha y de la ultraderecha. Pero el
cien por cien de las ocasiones que aparece ese periodista empotrado en los
platós televisivos, arrollando a todo aquél que intenta razonar, venga o no
venga a cuento del tema a debatir y con un encono que hace sospechar acusa al
gobierno venezolano de dictadura sangrienta.
Es demasiada casualidad esta correspondencia
entre el porcentaje ultra de medios venezolanos y el empeño de este sujeto en
presentar a Venezuela ante la audiencia española como una tiranía. Es
sospechoso que no se interese en absoluto en cómo habrá de verse desde fuera a
España, de cómo habrán de considerar a este país del inmenso latrocinio, los
abusos, las mordazas y los sindicalistas y no sindicalistas en la cárcel por
manifestarse o protestar. Es demasiada obcecación en un periodista como para ir
de buena fe. Esa aparente obsesión por Venezuela y su gobierno recuerda a las
circunstancias psicológicas que rodearon al clima mediático generado antes de
la canalla arrasase primero a Afganistán aparentando que allí estaba el
escondite de Bin Laden, luego a Irak atribuyendo a Hussein poseer terribles armas que no existían, y luego a
Libia para entregar, antes de la quema, a su máximo dirigente al linchamiento
de la chusma.
DdA, XII/2952
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