Se dice que los pueblos de filiación católica practican la mentira,
porque tienen el recurso de la confesión para enmendarla, al menos en su
orden moral. Por el contrario los pertenecientes a la Reforma en sus
diversas vertientes, sobre todo los uncidos al credo calvinista, hacen
del mantenimiento de la verdad el principio absoluto de la vida social
tanto pública como privada. Mienten, por supuesto, mienten sin cesar,
pero mantienen el principio sobre todo para uso cotidiano.
Ciertamente la mentira se ha instalado en la sociedad española,
acompañada de un candoroso beneplácito por parte de grandes mayorías que
se creen a pies juntillas todo lo que les dice el propalador de
infamias o chismes de turno, la radio o la televisión al igual que la
prensa de papel. Las carencias formativas y culturales así como la
mentalidad dominante, convierten cualquier falacia en hecho cierto
aunque no haya prueba alguna que lo certifique. Se sigue utilizando como
tal el remoquete antiguo: “Lo han dicho en televisión”.
Todos
conocemos a individuos, hombres y mujeres, que se caracterizan por
hacer uso cotidiano y constante de la mentira. Con frecuencia es muy
difícil trabajar con ellos o emprender cualquier proyecto, porque nunca
sabemos que hay de cierto o de falso en lo que dicen. Esta conducta ha
tenido su reflejo en la literatura dramática, basta recordar comedias
como La verdad sospechosa de Ruiz de Alarcón, su adaptación francesa realizada por Corneille en Le menteur y El mentiroso de Goldoni, por citar tres ejemplos notables.
Nada de esto es comparable sin embargo, a la instauración de la
mentira como comportamiento habitual en nuestra sociedad. Mienten muchos
políticos que aseguran trabajar para el pueblo todo y lo hacen tan
sólo, con sus actuaciones, para los ricos. Ponen cara muy seria para
aseverar que son gente responsable y competente, pero después llenan la
andorga de los poderosos y piden que los demás aguanten como coraceros
el expolio que padecen, al que enfáticamente llaman “esfuerzo”.
Mienten aquellos que parecen sublimar su trabajo, que aseguran
hacerlo con miras al bien social, al de la cultura, el arte o cualquier
otra cosa que parezca justificativa y agradable a los oídos, cuando en
realidad sólo piensan en los rendimientos que puedan obtener y lo que su
ego se pueda hinchar. Pero lo peor, lo más grave, es la mentira
instaurada en los medios de comunicación que deben servir para informar
del modo más objetivo posible, separando con claridad lo que es el
relato de unos hechos de la opinión.
Todo este tinglado tiene su origen en algunas agencias de prensa,
también de otras que las parasitan, y se proyecta en las terminales
mediáticas puestas a su servicio, de las que son trujamanes una serie de
periodistas mercenarios bien conocidos por lo que dicen o por lo que
escriben. Ellos son los encargados de propalar informaciones falsas, de
dar opinión en lugar de información haciéndola pasar como tal, así como
de ocultar aquello que no conviene que se sepa, según los intereses de
sus patronos o empleadores próximos o distantes. Aquí la sublimación de
la mentira alcanza cotas inauditas. Lo hace en la información nacional
y, en grado sumo, en lo que se refiere al ámbito internacional. Sin
embargo, en el extenso campo de la red, podemos encontrar periódicos
digitales, páginas web, blogs, etc., en donde encontramos fácilmente las
noticias que nos esconden o tergiversan, que son auténtica
contrainformación de la mentira. Eso sí, hay que buscarlas, lo que sin
duda supone un esfuerzo excesivo para muchos.
La implantación del pensamiento crítico
Son tantos los ejemplos que pueden darse que sería abrumador el
relato, aunque bastaría para resumirlos que todo tiende a que el
receptor acepte la información falsa como veraz, gracias a los trucos
que se utilizan. Para conseguir una adecuada resistencia a esta
avalancha de mentiras, es necesaria la implantación del pensamiento
crítico y defenderse a la par del colonialismo cultural y conseguir el
respeto a la soberanía política. Manuel Freytas escribía en El Espía Digital
el 28 de noviembre de 2014: “Consumir en yanqui, pensar en yanqui,
divertirse en yanqui. El dominio regente imperial de EEUU sobre el mundo
capitalista globalizado no es solamente económico, militar o
tecnológico financiero. La sociedad de consumo nivelada mundialmente, el
dólar como “moneda patrón” de las transacciones comerciales
internacionales, la tecnología informática de Silicon Valley, el idioma
inglés como expresión de comunicación universal, y la industria
mediática y del espectáculo tienen su matriz universal en EEUU. El
Imperio yanqui es la meca a conquistar y a imitar por cualquier
aspirante a “triunfador” en la escala social del país que sea”.
Lo peor, lo más grave, es la
mentira instaurada en los medios de comunicación que deben servir para
informar del modo más objetivo posible, separando con claridad lo que es
el relato de unos hechos de la opinión
El pensamiento acrítico se alimenta y expande mediante estos
mecanismos. Hay demasiada gente que consume en yanqui, piensa en yanqui y
se divierte en yanqui aunque no se dan cuenta, porque estamos
impregnados por ese magma pestífero. Mucha gente que se considera de
izquierda participa de esta abducción, y no son pocos los que proclaman a
los cuatro vientos su condición de antiimperialistas. No es un problema
de palabras, gestos o modas rechazadas, sino de cuáles son las
categorías que rigen nuestros comportamientos.
Así las cosas, cualquier mentira que se lance al ruedo, carente de
pruebas documentales que la certifiquen, encuentra rápido acomodo en los
medios, muy en particular en los de papel o las televisiones genéricas.
De inmediato un selecto grupo de mercenarios que se presentan como
“analistas”, construyen ideología y opinión a partir de dicho enunciado.
Pasa con los asuntos de aquí y más aún con los de fuera. En muchos
casos se descubre a poco que el aserto inicial es falso pero para
entonces, la mentira ha hecho su camino y pasa a convertirse en una
noción repetida una y otra vez por muy falsa que sea. La desinformación
genérica del público en España hace el resto, solo que entre los
desinformados hay muchos que se consideran de izquierdas y que repiten
las mismas memeces sin pestañear: Es la sublimación de la mentira.
Gracias a este tipo de manejos, seguimos llamando a José Bonaparte, persona culta e ilustrada -no es sinónimo en este caso- Pepe Botella,
aunque era prácticamente abstemio. Así se habla con voz ampulosa de “la
dictadura de Venezuela”, aunque en ese país, que es una república y
tiene una Constitución avanzada y un sistema electoral contrastado
internacionalmente, exista toda suerte de partidos políticos, dieciséis o
dieciocho forman el bloque opositor, existan periódicos con
informaciones y artículos contra el gobierno que ponen los pelos de
punta por su zafiedad, y haya elecciones a todos los cargos de
responsabilidad del país. Se han celebrado diecinueve desde 1998 pero,
¡Ay!, la oposición no ha ganado más que una, referida a la aprobación de
cambios constitucionales. Y eso, según propalan los mercenarios
opinadores, “no se puede consentir”. Incluso hubo un referéndum
revocatorio en 2004, como aquí lo tenemos, ya saben, contra el
presidente Chávez, y también lo perdieron. Pero la mentira se ha
sublimado.
La agresión a Venezuela tiene mucho más que ver con sus reservas petroleras, con el impulso de MERCOSUR o de Petrocaribe
y con la firma de acuerdos bilaterales con Rusia y China, que
establecen un nuevo rostro geopolítico en Latinoamérica y el mundo
global. En estas condiciones, una vez fracasado un golpe de Estado
“clásico” en 2002, guerras económicas diversas, guarimbas, actos
terroristas, etc., el flanco de la difamación constante debe
intensificarse en la estrategia de los mentores del golpe de Estado
“suave”. Entonces fluye el dinero hacia los mercenarios y los medios que
sustentan la desinformación, aunque quizá algunos ni siquiera cobran:
son entusiastas de corazón del imperialismo.
Dos asuntos en que la desinformación, la falacia y las noticias
tergiversadas ascienden a cotas inauditas. El primero es el conflicto de
Siria. Hubo una demonización del presidente Bashar al-Asad, al que le
montaron una rebelión en apariencia civil, pero en realidad repleta de
mercenarios extranjeros o grupos terroristas como Al Qaeda y más tarde del Estado Islámico.
Ha sido y es una contienda atroz. En los noticieros españoles todas las
informaciones están sesgadas, nunca se habla del gobierno sino del
“régimen”, tal y como dicta la CNN. Ahora las tropas del gobierno sirio avanzan en varios frentes y están derrotando a las de Al Nusra (Al Qaeda). Nada se dice de esto. Hay que conocer muy bien la situación para resistir la práctica sistemática de la mentira.
Hace muchos años, formando parte de una delegación cultural española
en la que venían Antonio Gala, Fermín Cabal, Margarita Arroyo, Julia
García Verdugo y algunos otros escritores, tuvimos la oportunidad de
reunirnos con el joven Al-Asad. Fue un encuentro protocolario, todavía
faltaba mucho para que fuera elegido presidente. Estuvo muy cordial y
nos dijo que era seguidor del Real Madrid y que admiraba mucho a
Butragueño. La verdad es que a nosotros aquello nos importaba bien poco.
El silencio ominoso sobre Ucrania
La cuestión sobre la que planea un silencio ominoso es Ucrania. Hace
un año, tras una serie los disturbios que tuvieron como epicentro la
plaza Maidán se instauró un gobierno de facto. Aquellos motines fueron
organizados convenientemente y financiados con cuantiosas sumas por el
gobierno estadounidense. En una entrevista concedida a la CNN el 1 de febrero, el propio presidente Obama admitió: “operamos un acuerdo de transición de poder en Ucrania“,
forma fina para definir su papel en aquel golpe de Estado. La UE y en
particular Alemania, Francia y Gran Bretaña colaboraron igualmente y
nada dijeron en contra de lo que sucedía.
Para conseguir una adecuada
resistencia a esta avalancha de mentiras, es necesaria la implantación
del pensamiento crítico y defenderse a la par del colonialismo cultural y
conseguir el respeto a la soberanía política
En los desmanes participaron activamente formaciones fascistas
ucranianas. No se trata de un exceso verbal por mi parte. Basta observar
la iconografía de organizaciones como Svoboda o Pravy Sektor (Sector Derecho),
la más violenta pero no única de su género, para comprobarlo. Pero no
es sólo una cuestión de gestos, su ideario y su práctica muestran de
modo contundente su filiación y sus aspiraciones. Ellos y otros más, se
consideran herederos y seguidores de Stepan Bandera. En el pasado
reciente, los homenajes a Stepan Bandera provocaron la protesta del
Tribunal Europeo de Justicia ya que se le considera el mayor aliado del
régimen nazi de Hitler en Ucrania. Este sujeto dirigió dos batallones
que se integraron en las SS nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Según el Centro Simon Wiesenthal,
los batallones dirigidos por Stepan Bandera enviaron a 4.000 judíos
ucranianos a los campos de concentración nazis en Lviv en el mes de
julio de 1941. La Organización de Nacionalistas Ucranianos (ONU) fundada y dirigida por Stepan Bandera, defendía la necesidad de limpiar
la raza, eliminando a los judíos. En los últimos meses, tanto los
medios como sus escrupulosos mercenarios han caído en el olvido y, lo
que es peor, los tienen por aliados.
Tanto Svoboda como el Sector Derecho forman parte
del actual gobierno ucraniano, sin abandonar ni sus bravatas ni su
iconografía. Son frecuentes los homenajes a Bandera, los desfiles de
antorchas, las exhibiciones xenófobas que reclaman una inverosímil
“pureza” ucraniana, el empleo de la violencia contra quienes opinan de
otro modo, etc. Existen imágenes de todo ello. Sin embargo, en el Maidán
hubo igualmente participación del gobierno de Israel. Ninguno de los
gobiernos europeos clama por esta situación y calla. Los periodistas
mercenarios hacen lo propio, quien paga manda.
Esto ha traído aparejadas situaciones de sangre y dolor con
frecuencia inconcebibles. Las regiones de Lugansk y Donetsk no aceptaron
el golpe de Estado ni los primeros decretos de la Junta formada en Kiev
que les agredían directamente en sus raíces culturales, su lengua, su
economía, etc. En tanto el gobierno de facto decidió invadir
militarmente ambas regiones a sangre y fuego.
Desde abril del pasado año el ejército ucraniano y batallones
formados por militantes fascistas, pagados por oligarcas como Igor
Kolomoyskyi, que llevan los nombres de Aydar, Azov, Dnepr-1, Donetsk-1, Lugansk, así como del batallón especial Artiómovski
y otros, invadieron las regiones indómitas. A partir de entonces hubo
matanzas en los pueblos ocupados de los que quedan como testimonio las
fosas comunes que se han descubierto. Se han bombardeado y asolado
barriadas residenciales, escuelas, hospitales, generadores eléctricos,
minas, etc. Se han destruido numerosas iglesias: en el Dombás son
ortodoxos adscritos al patriarcado de Moscú, los de Kiev siguen a la
iglesia ortodoxa ucraniana o a la uniata greco-católica, ambas
denunciadas en su día como colaboracionistas con los ocupantes nazis. En
la operación de castigo se han utilizado bombas de racimo, de fósforo
blanco y otros tipos de munición prohibida por la Convención de Ginebra.
Los testimonios orales de testigos, las fotos y videos de los civiles
asesinados a manos del ejército ucraniano, entre ellos muchos niños y
ancianos son estremecedores. Ha habido miles de muertos entre la
población civil del Dombás. Una fuente de la inteligencia alemana
informó el domingo 7 de febrero, en declaraciones al Frankfurter Allgemeine Sonntagszeitung,
que la cifra de muertos en la guerra entre militares y civiles sería de
50.000 personas. Todo puede verse en la red fácilmente.
Sobre todo esto ha habido un silencio total en los medios y cuando se
ha hablado, ha sido para confundir e incluso culpar a las milicias
novorusas, como si fueran responsables de la destrucción del territorio
que defienden. Sólo se ha roto en los momentos en que las milicias de
Novorusia, que han crecido en estos meses en fortaleza y organización,
logran triunfos decisivos en el combate en defensa de su territorio.
Ahora, cuando Devaltsevo está embolsado por completo con seis u ocho mil
efectivos ucros dentro, el pavor surge de doquier. Entonces se habla,
se tergiversa y se miente de nuevo.
La
mentira adquiere una sórdida sublimación hasta extremos de paroxismo.
La casuística es tan amplia que sólo puedo recomendar que se vean
televisiones extranjeras, jamás la CNN, o informaciones
variadas en la red, para comprender la maléfica guerra mediática que se
articula en éste como en otros casos. Como botón de muestra les diré que
un individuo como Yatseniuk, primer ministro ucraniano, de notoria
connivencia con los fascistas y agente estadounidense desde hace tiempo,
no dudó en afirmar en un discurso en Alemania que “la Unión Soviética
había invadido Ucrania y Alemania durante la Segunda Guerra Mundial”. Si
no fuera por la perversión moral que esas palabras contienen,
pensaríamos que se le había licuado el cerebro.
En definitiva, todo se admite del gobierno instaurado tras el Maidán
en la medida en que responden a los intereses económicos de quienes
quieren rapiñar el país por completo.
Me gustaría abordar muchos otros asuntos en los que día a día, se
silencian noticias o se tergiversan totalmente si las cuestiones afectan
a la geopolítica internacional o al mantenimiento de la injusticia,
gracias a la labor tenaz de los mercenarios que las divulgan en columnas
y tertulias. Mucha gente los cree y viven en el engaño. Sólo les
pediría que antes de creerse tanta patraña, se informen, desarrollen su
propio sentido crítico y adopten una postura consecuente. Que sean en
definitiva ciudadanos y no masa aborregada.
El periodista alemán y ex asesor del gobierno de su país, Udo Ulfkotte, publicó un libro titulado Periodistas Comprados (Gekaufte Journalisten)
en el que reconoce el desempeño que tuvo en las operaciones de prensa
compradas: «Si observamos desde fuera el trabajo de las redacciones de
los principales medios, como Frankfurter Rundschau, Der Spiegel,
a uno le da la sensación de que los editores y periodistas se han
puesto cascos virtuales impermeables al sonido y repiten sin cesar ‘¡La
guerra contra Rusia! ¡La guerra contra Rusia!’», afirma. Contrasten,
mediten y sean ciudadanos. Pero qué excelentes argumentos para el
teatro.
DdA, XII/2942
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