Se han puesto a husmear en el pasado de Rivera (un
hombre que se presentó, en su primer cartel electoral, literalmente, en
pelotas) y le han sacado una hipotética foto comprometedora, sin
comprender que un joven saludando al estilo nazi puede quitarle mucho
voto de fondo a Mariano, que a los quince años ni siquiera hacía el paso
de la oca.
Al parecer todo hace presagiar que se avecinan pactos políticos en el
horizonte. Para los dos grandes partidos, que se reparten
equitativamente la derecha y la derecha, esta proliferación de siglas va
a suponer una experiencia traumática, algo así como el momento en que
los dinosaurios vieron corretear los primeros mamíferos o aquel día en
que Vito Corleone avistó en un plato de espagueti la reunión
con las Cinco Familias. Las encuestas apuntan que, por primera vez en
cuatro décadas, el PSOE podría no gobernar en solitario su cortijo
andaluz y tendría que echar mano de Podemos, de IU, o incluso de
Ciutadans.
Por otra parte, el repentino despegue de Ciutadans (un partido en
estado latente desde hace años y años, y que de pronto despierta como
una célula yihadista) parece cualquier cosa menos casual. Da la
impresión de que Ciutadans es un experimento que se les ha ido de las
manos, un Bin Laden entrenado por la CIA que se pone a derribar Torres
Gemelas con décadas de adelanto. Examinar la política española desde
esta perspectiva, como si hubiera algún tipo de vida inteligente dentro
de ella, resulta un espectáculo fascinante, ya que eleva la chapuza a la
categoría de error de cálculo y la metedura de pata al orden de
estrategia.
Únicamente así se entiende que estos últimos días circule por las
redes sociales una supuesta foto de Albert Rivera adolescente haciendo
el saludo nazi. No importa gran cosa si la foto es auténtica o no; lo
interesante de este asunto es su oportunismo, la casualidad de que haya
surgido precisamente ahora, cuando había amainado un poco la campaña de
búsqueda de trapos sucios en Podemos. Tras las filtraciones de las
peligrosas triquiñuelas fiscales de Monedero, el currículum de profe
rencoroso de Iglesias y el acné juvenil de Errejón, alguno de los
lúgubres ideólogos de Génova ha caído en la cuenta de que la súbita
eclosión de Ciutadans puede ser más perjudicial que beneficiosa para el
PP. De inmediato se han puesto a husmear en el pasado de Rivera (un
hombre que se presentó, en su primer cartel electoral, literalmente, en
pelotas) y le han sacado una hipotética foto comprometedora, sin
comprender que un joven saludando al estilo nazi puede quitarle mucho
voto de fondo a Mariano, que a los quince años ni siquiera hacía el paso
de la oca. Mientras tanto, Floriano intenta deletrear frenéticamente
Ciu-ta-dans cuidando de no hacerse un esguince en la lengua. Todavía no
ha acabado de aprendérselo cuando Antonio Sanz, delegado del Gobierno en
Andalucía, va y suelta que no le gusta que en Andalucía pueda mandar un
tipo llamado Albert.
Que los catalanes vengan a ejercer de señoritos a Andalucía es un
insulto de ida y vuelta, puesto que tradicionalmente son los andaluces
quienes van a buscar trabajo a Cataluña. Eso por no mencionar algunos de
los gallegos que, durante el pasado siglo y buena parte de éste, se han
trasladado a Madrid con su grelos y todo. Si hay algo que sobra en
Andalucía, aparte de tópicos y aceitunas, son señoritos de la tierra. La
única novedad que ha presentado el PP para este enésimo asalto a la
fortaleza del sur es el reemplazo de Arenas, el Increíble Hombre Rayo
Uva, el opositor más longevo de España. Su sucesor en el fracaso, Moreno
Bonilla, demostró su idoneidad para el cargo al explicar cómo gastaría
él el dinero de la Junta: hizo una suma ante las cámaras de Telecinco en
que 500 millones de euros y 227 millones de euros le daban 827 millones
de euros. No sólo estuvo al nivel intelectual de la cadena, sino que,
como dice mi hermano Dani, fue un ejemplo perfecto de la economía
sumergida del PP: los cien millones que faltan van en B.
Público.es
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