Pro-europeos, especialmente los de la familia socialista,
deben aceptar la mano ofrecida por Tsipras y ayudar a frenar las
demandas del lobby pro-austeridad. No es sólo su propia supervivencia
política la que está en juego sino la de la propia Europa.
Durante el discurso de toma de posesión como primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras fue claro: “Nuestro objetivo es alcanzar una solución mutuamente beneficiosa para Grecia y nuestros socios. Grecia quiere pagar su deuda”.
La respuesta del Banco Central Europeo
(BCE) al deseo del gobierno griego de ser conciliador y responsable,
también fue muy clara: negativo. O el gobierno griego abandona el
programa para el que fue elegido y sigue haciendo lo que ha sido
desastroso para Grecia o el BCE dejará de apoyar a la deuda griega.
El cálculo del BCE no solo es arrogante,
es incoherente. El mismo banco central que reconoce sus errores hace
unas semanas y comienza a comprar deuda pública, ahora niega
financiamiento a los estados que han estado argumentando durante años
que el papel de un banco central debe ser respaldar a los gobiernos en
la protección de sus ciudadanos en lugar de rescatar a las entidades
financieras que causaron la crisis.
Ahora, en lugar de reconocer que Grecia
merece al menos el mismo tratamiento que cualquier otro Estado miembro
de la UE, el BCE ha decidido matar al mensajero. Excesos de arrogancia y
miopía política de alto coste. Los nuevos déspotas que están tratando
de persuadirnos de que el problema de Europa es Grecia están poniendo el
propio proyecto europeo en riesgo.
El problema de Europa no es que los
griegos votaran por una opción diferente de la que les llevó al
desastre; eso es simple normalidad democrática. El triple problema de
Europa es la desigualdad, el desempleo y la deuda — y esto tampoco es
nuevo ni exclusivamente griego–.
Nadie puede negar que la austeridad no
ha solucionado este problema, sino más bien ha exacerbado la crisis.
Vamos a deletrearlo: los dictados de los que todavía parecen ser los que
mandan en Europa han fracasado, y las víctimas de esta ineficiencia e
irresponsabilidad son los ciudadanos de Europa.
Es precisamente por esta razón por la
que ha colapsado la confianza en las viejas élites políticas; es por la
que Syriza ganó en Grecia y por la que Podemos –el partido que lidero–
puede ganar en España. Pero no todas las alternativas a estas políticas
fallidas están tan comprometidas como Syriza y Podemos a Europa y a los
valores y la democracia europea.
Los griegos han sido empujados a un
punto de desastre, sin embargo, el gobierno griego que ha llegado
muestra una gran disposición a cooperar. Ha solicitado un acuerdo puente
que daría a ambos lados hasta junio para lidiar con lo que es poco
menos que una emergencia nacional para la mayoría de la población
griega.
Tiene propuesto vincular pago de la
deuda al crecimiento (la única manera de pagar a los acreedores y de
garantizar sus derechos) y ha expresado su deseo de implementar las
reformas estructurales necesarias para fortalecer un Estado empobrecido
dejado demasiado tiempo en manos de élites corruptas.
Grecia ha aceptado un superávit primario
(1,5% del PIB en lugar del 3% que había exigido la troika) para dar un
mínimo margen para lidiar con las consecuencias sociales de la crisis y,
si es necesario, dedicar una porción de las ganancias producidas por
los bancos centrales tras la compra de bonos griegos.
Esto significa, simple y llanamente,
asegurarse de que los fondos europeos destinados a ayudar a Grecia son
de hecho ayuda a los ciudadanos y la economía y no una forma de
recompensar a los bancos y frenar la recuperación. Sin embargo, frente a
la moderación del líder de un gobierno que tendría toda la razón para
ser más drástico, el BCE y la canciller alemana, Angela Merkel,
responden con una arrogancia dogmática que no se corresponde con los
valores europeos. La pregunta es: ¿Quién pagará por su arrogancia? Los
cínicos más miopes tal vez piensan que esto es un problema del gobierno
griego y que no afecta al resto de la familia europea.
Solo hace falta que nos fijemos en lo
que ha pasado con el movimiento socialista griego Pasok; el antes
poderoso partido alemán del SPD, que ahora está totalmente subordinado a
Merkel; el colapso ideológico del partido socialista francés, rumbo a
la histórica humillación a manos de Marine Le Pen; y a los socialistas
en España, que están tan desesperados que prefieren que gane la derecha a
que gane Podemos en las próximas elecciones.
La austeridad ha roto el espacio
político ocupado históricamente por la democracia social, así que por el
propio interés de esos partidos deberían rectificar y apoyar al
gobierno griego.
Parece que el italiano Matteo Renzi, a
pesar de su apoyo tibio, está lejos de entender completamente lo que
está en juego en Grecia. ¿O tal vez piensan que si el liderazgo de
Europa se niega a ceder en su postura, entonces la “normalidad” de la
austeridad puede ser restaurada? No es aconsejable poner un gobierno
democrático entre la espada y la pared. Los vientos de cambio que están
soplando en Europa podrían convertirse en una tormenta que acelerara
cambios geopolíticos, con consecuencias imprevisibles.
La viabilidad del proyecto europeo está
en juego. Pro-europeos, especialmente los de la familia socialista,
deben aceptar la mano ofrecida por Tsipras y ayudar a frenar las
demandas del lobby pro-austeridad. No es sólo su propia supervivencia
política la que está en juego sino la de la propia Europa.
Traducción IDP
No hay comentarios:
Publicar un comentario