La disciplina y la actitud
mental de quien se dedica a la enseñanza son justo lo opuesto al intrincado
razonar sobre las leyes que ofrecen innumerables resquicios en su favor a
los poderosos que las promulgaron
Jaime Richart
No sé si se han percatado
ustedes de esta circunstancia. En las justas políticas que ha
de librar esta democracia, una democracia que no está degenerada porque
nunca lo ha sido plenamente en España aunque la orgía del gasto generalizado
y la euforia que lo acompañó han eclipsado durante años su endeblez, hay por
encima de todo dos adversarios. Son dos partidos políticos que destacan por
unos rasgos que les distancian hasta hacer irreconocible que estemos ante dos
clases de políticos con el mismo fin propio de la política: proporcionar el
gobernante a todos los gobernados el máximo y aproximadamente el mismo grado
de bienestar; esforzarse para que no
haya nadie tan rico que pueda comprar a otro, ni tan pobre que se vea precisado
a venderse.
Pues bien, por un lado destaca
la formación académica de la mayoría de los políticos de relumbrón, activos o apartados, y desde luego ahora la de los principales
miembros del gobierno. Dicha formación es básicamente jurídica en la mayoría
de los casos, aparte los exactamente versados en economía. Registradores, abogados
del estado, inspectores de trabajo, abogados a secas... Todos funcionarios de
las leyes, todos en excedencia, todos entrenados en la retorcida oratoria
forense, en la logomaquia y en el discurso florido y vacío, en la argucia del
leguleyo. Incluso en algunos casos, dada la torpeza discursiva y los
razonamientos incompatibles con el rigor exigido por los principios generales
del derecho y por la interpretación estricta de las leyes, dan la impresión
esos personajes de haberse licenciado o doctorado con trampa. Pues hay cosas
que no pueden decirse en voz alta o ante un micrófono con todo descaro, sin
traicionar un sólido espíritu jurídico basado en la epiqueia ni forzar el ánimo
ni sonrojarse.
Por otro lado está el partido
de los profesores, de los profesores de universidad, aunque también vale
cualquier enseñante. El mimbre del enseñante es diametralmente opuesto al de
los anteriores. Además y para mayor solidez en la estructura del partido
político que los aglutina, enseñantes de la ciencia política en sus diferentes
vertientes de estudio. Una pléyade de profesores, de pedagogos y además
jóvenes que no es posible que tengan por motor de sus ideas y de sus
propósitos otros fines distintos de los que dicen. La disciplina y la actitud
mental de quien se dedica a la enseñanza son justo lo opuesto al intrincado
razonar sobre las leyes que ofrecen innumerables resquicios en su favor a
los poderosos que las promulgaron; leyes en un ordenamiento jurídico saturado
de ellas que luego las cúpulas y sus capitanes desparramados por los gobiernos
autonómicos y locales son los más proclives y los primeros en incumplir...
Hay notable distancia entre
ambos posicionamientos. Por un lado los pragmáticos,
utilitaristas y positivistas que simulan mirar por todos pero actúan en todos
los planos en favor de élites. Por otro, los idealistas y utópicos dispuestos
a hacer sus sueños, nuestros sueños de los biennacidos y de los hombres y mujeres
de bien: hacer justicia con los desfavorecidos. Pero no una justicia de
beneficencia sino una justicia emanada de la voluntad política. Yo,
provecto, veo, en fin, en estos jóvenes a los integrantes de una casta que
habrá de imponerse sobre la otra en el bien de todos y para la gloria de todo
el país. Aunque se queden en la mitad sus propósitos, serán bastantes para
explicar con qué legitimidad y oportunidad alcanzaron el poder.
Con la recuperación de la democracia como sistema político en la época contemporánea, los viejos y originales debates y polémicas del mundo griego cobran actualidad, especialmente en un momento en que sobre la democracia pende el riesgo de quedar reducida a mero nombre, desvirtuada y vaciada de contenido real por los intereses de los grupos de poder basado en la acumulación de dinero por encima de toda otra consideración.
DdA, XII/2913
No hay comentarios:
Publicar un comentario