Cuando
surgió el 15-M, desde sectores incluso progresistas, se acusaba al
movimiento de su falta de concreción a la hora de materializar
políticamente su discurso. Los rayos de Sol que se extendieron por las
plazas de casi todas las ciudades del país eran contempladas con
escepticismo y reprimidas por presuntos motivos de "higiene" y mala
imagen para la actividad comercial. Pero los manguerazos y mamporrazos
perseguían otro tipo de limpieza. Las vías públicas habían pasado a ser
improvisadas ágoras donde los jóvenes, anteriormente acusados de
apáticos respecto a la realidad social, debatían sobre libertad o
derechos civiles y soñaban con gestar un mundo más justo, más a la
medida de la gente.
Esa
"desinfección" preventiva del germen idealista no resultó eficaz pese a
la saña que los poderes fácticos emplearon en ello. De pronto, un relé
que activó la esperanza se disparó en la cabeza de muchos jóvenes. Pero
también en las de muchas mujeres y hombres adultos, incluso jubilados,
que entendimos que el 15-M podía ser una escuela para que la ciudadanía
recuperase algún día la democracia. Entonces el movimiento dio un paso
adelante aceptando el reto de saltar a la arena política. ¿Acaso no les
desafiaban a ello? Y de esos rayos de sol que empezaron a rasgar las
tinieblas que nos envolvían, surgió lo que ahora conocemos por PODEMOS.
Hay
quienes sostienen que el fenómeno se pergeñó en una probeta de la
Complutense con fines experimentales. Pero ni Iglesias es el doctor
Frankenstein, ni Monedero su Igor. El cadáver de la democracia, o el
estado catatónico en el que se encuentra, no depende de un laboratorio o
un milagro para volver a la vida.Su resurrección está en manos de la
voluntad de miles de personas anónimas que (a golpe de tripas, cerebro y
mucho corazón) intentan diseñar una instrumento que garantice los
principios elementales de libertad e igualdad para que cualquier
sociedad prospere. No es una tarea fácil en un entorno macroeconómico
hostil. Las alimañas, las de dentro y las de fuera, están
desconcertadas. Intentan cercarnos con el miedo.¿Qué les pasa a los borregos?- se preguntan inquietos- ,¿es que ya no quieren servirnos de comida?
En
Sol y las calles aledañas, una muchedumbre hormigueó de nuevo el día
31. Se comenta que fue una demostración de poderío. Que no reivindicaba
nada en concreto. O más bien todo. Tripas,
cerebro y corazón pueden ser solo vísceras. Apetecibles a los ojos de
los gourmets elitistas, depravados y caníbales. Pero cuando se juntan
todas en un solo grito logran mover las entrañas de los antropófagos.
Tanta casquería junta les da mucho yuyu. Apenas entienden nada. Se
produce un bombardeo intensivo sobre Podemos. Demasiado tarde. Los
borregos nos hemos puesto estupendos.
DdA, XII/2914
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