Si se
suprimen las contratas, el SALUD podrá gestionar directamente el
personal y, como en el caso de las contratas municipales, evitaría pagar
un injustificable lucro a empresas que, en sobradas ocasiones, actúan
como latigueras escatimando en plantillas y materiales y, como
consecuencia, prestando un servicio deficiente.
Ana Cuevas
El
ayuntamiento de Zaragoza encargará un estudio a la Universidad sobre la
viabilidad de la remunicipalización de algunos servicios básicos que
actualmente están externalizados.
Por
lo visto es un proyecto que lleva dos años pululando por el tripartito
sin que el partido socialista acabara de darle su bendición. Bueno, más
vale rondar dos años que no llegar a tiempo y desprovistos de buenos
propósitos para las elecciones municipales. La idea de someter los
servicios privatizados al microscopio científico me parece bien para
demostrar empíricamente lo que, por sentido común, es deducible. Si una
prestación, como la recogida de basuras, es asumida por la gestión
pública eliminamos el amplio margen de beneficios que las empresas
subcontratadas obtienen de lo que, no podemos olvidar, es un lucrativo
negocio por el que compiten archiconocidas multinacionales. Pero además
de librarnos de otros costos en impuestos e intermediarios, se vería
reducida la conflictividad que provoca la política laboral de estas
empresas. Empresas que para exprimir al máximo sus beneficios pasan como
elefante por cacharrería sobre los trabajadores destruyendo puestos de
trabajo y reduciendo a polvo sus derechos elementales. Lo que, de forma
inevitable, incide en la prestación de un servicio caro pero de mala
calidad.
Me choca que el
consistorio manifieste dudas ante la posibilidad de que, en caso de
remunicipalizar los servicios, se pudiera surrogar al personal. ¿Qué se
lo impide? Porque si nos guiamos por un mínimo criterio de justicia les
correspondería a estos trabajadores, que sufren en sus carnes la tiranía
de las empresas contratadas incrementada a golpes de reforma laboral,
ocupar esos puestos públicos. En adelante, se podrían establecer pautas
como para cualquier otro trabajo municipal.
En
cualquier caso, no dudo de las buenas intenciones del consistorio pero,
ya en el 2011, el Tribunal de Cuentas realizó un estudio en varios
municipios españoles demostrando que la gestión privada encarece
considerablemente los costes. Aunque está bien que se pongan negro sobre
blanco las cifras de las contratas del ayuntamiento de Zaragoza. Y ya
metidos en harina, les sugiero que hagan lo propio con las contratas
autonómicas. Por ejemplo, con las contratas de limpieza de los centros
sanitarios. Saquen cuentas señores y señoras de la DGA. Las limpiadoras
ya las tenemos echadas. Es cuestión de economía doméstica. Si se
suprimen las contratas, el SALUD podrá gestionar directamente el
personal y, como en el caso de las contratas municipales, evitaría pagar
un injustificable lucro a empresas que, en sobradas ocasiones, actúan
como latigueras escatimando en plantillas y materiales y, como
consecuencia, prestando un servicio deficiente.
Las
limpiadoras y limpiadores que protagonizamos, muy a nuestro pesar, una
huelga de 49 días en el 2013 (que afectó a las limpiezas sanitarias de
toda la comunidad aragonesa) llamamos a muchas puertas con estos
argumentos. La primera, la del consejero Olivan que no se dignó a
recibirnos durante todo el conflicto y que, sin embargo, se mostraba
mucho más sensible a los requiebros de la patronal. También a las de
todos los grupos parlamentarios de derecha e izquierda. Nosotr@s no
discriminamos. Ya se retrataron ellos solos. Unos, como IU o Chunta,
tendiéndonos la mano y apoyando nuestra lucha. Otros, como el PSOE, con
la ambigüedad que da tener la O (de obreristas) externalizada. Y los del
PAR, como los del PP, quedándose ojipláticos y estupefactos ante la
rebeldía de las limpiadoras a dejarse machacar como simples cucarachas.
Ahora
queremos algo más que promesas sobre vagos estudios. Las cuentas son
sencillas y reinvertir el proceso depende más de la coherencia y de la
voluntad política que de asuntos pecuniarios.
Se
avecinan tiempos turbulentos en los que se prevén cambios. La sociedad
está saturada de loables propósitos que no se materializan. Aquellos en
los que depositemos nuestro voto deberán asumir este reto. Si las urnas
favorecen a las fuerzas progresistas tendrán que pasar de las palabras a
los hechos. Llámenme escéptica pero, a estas alturas de la
tragicomedia, no necesitamos que nadie nos coma la oreja con músicas
celestiales. Hechos son amores. Lo demás, es paja. Ya no queremos más
cuentos.
DdA, XII/2919
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