Un terrorismo desconocido, que usa las herramientas de
nuestro entretenimiento: degüella en Youtube o mata a la luz del día
para que los informativos repitan una y otra vez la imagen que remata
nuestra calma
Jordi Évole
Yo no quería escribir este artículo. Hubiese preferido escribir sobre los Pimpinela catalanes, Mas y Junqueras, o los Pimpinela del Barça, Luis Enrique y Messi. Hubiese preferido escribir sobre cualquiera de nuestros culebrones informativos
de andar por casa. Pero cuando la actualidad nos sacude como nos
sacudió la semana pasada, esos culebrones parecen simples divertimentos.
Tengo la sensación que en Catalunya, en España, en Europa,
los ciudadanos vivimos entretenidos con nuestras cositas, nuestro
micromundo. Puede ser un mecanismo de defensa para mantener una cierta
calma, para seguir pensando que en nuestro ombligo de mundo estamos
seguros. De vez en cuando esa seguridad se va a tomar por saco. Quedamos
en estado de choque. Comprobamos que somos más vulnerables de
lo que pensábamos. Durante días vivimos con una cierta angustia, pero
una vez pasado el impacto inicial, el suflé de la noticia se desinfla y
volvemos a nuestro mundo. No tardaremos en pasar página del atentado en
la redacción de 'Charlie Hebdo'. Y eso que durante unos
días parecía que todos leíamos esa revista semanalmente, cuando en
realidad el semanario pasaba por una situación económica muy difícil.
Ese papanatismo es algo que también nos tendríamos que hacer mirar.
Yo
no quería escribir este artículo porque me doy rabia: solo hablo de
este tema cuando me toca relativamente de cerca. Cuando secuestran a un
compañero como Marc Marginedas o cuando otros compañeros del
gremio son asesinados en París. Habría podido escribir muchas otras
veces, por ejemplo tras los habituales atentados Irak, Nigeria, Pakistán, Yemen o Siria. Pero no lo hice. Porque prefería seguir mirando a mi mundo. Como si eso que pasaba tan lejos nunca nos fuese a afectar.
Yo no quería escribir este artículo porque solo lo escribo cuando le estoy viendo las orejas al lobo.
Y encima ahora se le ven grandes. En la Europa sonámbula andamos estos
días acojonados, porque nuestros principios corren peligro. Porque hay
unos señores que le dan un valor a la vida que nada tiene que ver con el nuestro, por no hablar del valor que le dan a algo que ni conocen como la libertad de expresión. Su
concepto de cómo tiene que ser el mundo está en las antípodas de lo que
hemos construido aquí. No porque sean musulmanes, sino porque son
terroristas. Un terrorismo desconocido, que usa las herramientas de
nuestro entretenimiento: degüella en Youtube o mata a la luz del día
para que los informativos repitan una y otra vez la imagen que remata
nuestra calma. Yo no quería escribir este artículo porque la semana que
viene volveré a escribir de nuestro micromundo. De esos temas que nos
entretienen, de nuestras armas de distracción masivas. Y encima
constataré que de eso sí que quiero escribir.
ElPeriodico
No hay comentarios:
Publicar un comentario