Isaac Rosa
Será que la matanza de Charlie Hebdo
me ha dejado muy tocado (mucho), pero apenas me he fijado en que los
terroristas eran yihadistas. Yo sigo mirando a Charb, Cabu, Wolinski,
Tignous y el resto de muertos. Que no son los primeros, lo sé, ni
siquiera los más cercanos a nosotros. Pero que los asesinos buscasen a
unos cuantos dibujantes satíricos (¿somos conscientes de la
monstruosidad, la línea roja cruzada, cómo ya nada será igual?), me ha
conmocionado como pocas veces, y casi no veo más allá.
Sin embargo, analistas, políticos, tertulianos y tuiteros corrieron
desde el minuto uno a subrayar la condición de los asesinos: yihadistas.
Contra Charlie Hebdo podía haber atentado un
nazi, como el que en Noruega asesinó a 77 jóvenes con la misma frialdad y
horror. ¿Qué estaríamos diciendo hoy? Pero fueron yihadistas, y eso nos
obliga a teorizar a la carrera sobre vasos comunicantes, contexto,
causas y efectos. Algo que explique lo inexplicable, y a ser posible una
explicación lo más sencilla posible.
Mientras para
unos lo sucedido es una prueba más del choque de civilizaciones y de la
amenaza que el yihadismo (o el Islam a secas) supone para occidente;
para otros lo sucedido no se justifica pero sí se entiende por la
actuación de EEUU y Europa hacia los países musulmanes. Los unos hacen
recuento de decapitaciones, bombas, niñas secuestradas y fatuas, y
señalan la inadaptación de musulmanes de segunda o tercera generación en
Europa. Los otros dicen Irak, Afganistán, Siria, Libia, Guantánamo, y
denuncian la islamofobia y la exclusión social de millones de musulmanes
europeos.
La “guerra contra el terrorismo” alimenta
el terrorismo. El terrorismo alimenta la islamofobia. La islamofobia
alimenta el terrorismo. El terrorismo alimenta la “guerra contra el
terrorismo”. La “guerra contra el terrorismo” alimenta el terrorismo…
Según por donde cortes ese círculo, te sale una explicación u otra.
Según por donde empieces a contarlo, pedirás más guerra o menos guerra.
Pero en cualquier caso, al cortar el círculo obtienes un alambre con el
que unir causas y efectos. Un alambre quebradizo, resbaladizo, que se
puede recorrer hacia un lado (la guerra produce terroristas) u otro (los
terroristas producen guerra). Un cable sobre el abismo.
Un alambre sobre el que unos y otros caminamos, como funambulistas. Yo
mismo lo he recorrido otras veces, cruzándome con quienes lo caminan en
sentido contrario, mientras abajo quedan miles de cadáveres, los que
caen aquí pero también los muchos más que mueren allí.
Pero ayer, al poner el pie sobre el cable para recorrerlo una vez más,
vi ahí abajo los cadáveres con la risa congelada de Charb, Cabu,
Wolinski, Tignous y de quienes murieron por estar junto a ellos, y me
temblaron las piernas.
Yo quería hoy cruzar el
alambre y escribir sobre ello, encontrar alguna explicación para
compartirla con ustedes. Para quitarnos un poco el miedo, para señalar
otros culpables que los ya conocidos, para proponer soluciones. Pero
aquí me tienen, parado en mitad del abismo. No es que esté pensando
darme la vuelta y recorrerlo hacia el otro lado, nada de eso. Es que
todavía estoy temblando.
+@Lidia Falcón: "Más culpables y otros daños colaterales"
ElDiario.es
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