Ana Cuevas
Europa
tiene un susto morrocotudo. Hablo de la Europa del capital, la que no
entiende otro lenguaje que el de las primas de riesgo y los índices
bursátiles. La misma Europa que recetó a los gobiernos del sur que se
pasaran por la quilla los derechos sociales y laborales de sus
ciudadanos para pagar las tropelías de la banca.Pues
bien, parece que no le llega la camisa al cuerpo con la posible
victoria de la Syriza griega y el auge del Podemos español. Los PIGS se
están volviendo revoltosos y, por alguna razón que los gerifaltes
europeos desconocen, no se resignan al futuro de miseria y explotación
que les habían asignado.
Los
mercados se apresuran a soplar las trompetas del apocalipsis. Amenazan
con telúricas catástrofes si los pueblos se obstinan en intervenir
directamente en el engranaje político. Un sistema que antepusiera las
necesidades de la gente a las de los lobbys financieros es el escenario
más espeluznante para ellos. Una pesadilla, la de la democracia real y
participativa, que afectaría a sus oscuros tejemanejes económicos.
Para
superar su susto emplean la estrategia del miedo. En cada país, los
garantes del bipartidismo leal a los mercados, se afanan en describir la
posibilidad del cambio como un salto al vacío. Una opción descabellada
que solo traerá caos e inestabilidad social. ¿Perdón? ¿Es que puede
haber algo peor que aceptar bovinamente el paro brutal, la desprotección
de los más débiles, la precariedad laboral, los recortes en sanidad y
educación, las mordazas represoras... y todo bien aderezado con una
sobredosis de corrupción institucional?
El
sentido común dice que cuando algo está podrido hasta las trancas, no
hay regeneración que valga. Rajoy, como la burra al trigo, insiste desde
twitter en que España ya sale. Estoy de acuerdo, aunque no comparto los
motivos de su triunfalismo. Pero sí, España sale. Está saliendo de su
armario de maricomplejines democráticos y amaga con dar el temerario
salto. Será que, los que meten miedo, huelen demasiado a muerto y
preferimos jugárnosla a continuar siendo extras en su particular Walking
Dead.
La alternativa a
estos depredadores no son los jemeres rojos o una turba robespierrana
tirando de guillotina. El futuro está en las manos de la gente
corriente, como usted y como yo. De las mujeres y los hombres libres
que se mojan para que una sociedad más justa y humana sea posible. No
debemos temernos a nosotros mismos. Seguro que se cometerán errores y
habrá que aprender de ellos. Aunque si algo hemos aprendido algunas es
que, seguir por la mortecina linde que marcan los mercados sería (como
dicen en mi tierra) del género tonto. Personalmente, soy partidaria del
salto. Y que el susto se lo lleven otros.
DdA, XII/2887
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