Lazarillo
Si el humor siempre es necesario, y España cuenta en la historia del periodismo con magníficos ejemplos de lo que representó el periodismo satírico en el pasado, este Lazarillo piensa que más necesario que nunca lo es ahora, en las nada propicias circunstancias que vive el país. Por eso no solo es bueno recordar, como hace mi colega Conrado Granado, aquella grata experiencia que supuso para periodistas y lectores El País Imaginario, diario irreverente de la mañana, sino pensar que algún otro diario de los que ahora se publican electrónicamente pudiera reverdecer como suplemento asimismo irreverente y hasta cáustico una iniciativa similar. ¿Cómo es que hasta ahora no ha sido así? ¿Tan privados de humor crítico andamos cuando más necesitados estamos de ejercerlo a rebato? Este es el artículo de Conrado Granado, que participó en aquel País Imaginario.
El diario El País celebraba este fin de semana su número 2000 con el
título en portada de “Dos mil domingos contando historias”. En primer
lugar, hay que felicitar a un medio de comunicación que, como en este
caso, lleva cerca de 40 años informando a sus lectores del diario
acontecer en los más diversos campos. Por algo será que es el primer
diario español en número de ventas, y también uno de los grandes
rotativos europeos.
Pero
junto a esa felicitación, también hay que decir que a algunos nos ha
llamado la atención el hecho de que no se haya hecho en sus páginas la
más mínima mención a uno de sus hermanos menores, que existieron y
coexistieron en el buche materno durante algunos años. Y además lo hacía
desde la óptica del humor, tan necesario antes como ahora, si bien al
parecer está de capa caída, no sabemos si por la crisis o porque el
horno no está para bollos.
Me refiero a aquel que se llamó El País Imaginario, “diario
irreverente de la mañana”, que semanalmente aparecía en el interior del
padre semanal con identidad propia, concebido desde la óptica del humor.
Eran aquellos unos años en los que, como ha sucedido siempre a lo largo
de la historia de esta España nuestra, a los humoristas, cual bufones
de la Corte, se nos permitía decir en broma lo que otros pensaban en
serio.
Yo fui uno de los colaboradores durante años de aquel El País
Imaginario que, comandado por ese gran periodista y buen amigo que es Moncho Alpuente,
reunía a lo mejor de cada casa para poner al país llamado España patas
arriba dándole la vuelta al calcetín ibérico cada mañana del domingo,
mientras los lectores le daban al café con churros o el pincho de
tortilla en la taberna de enfrente.
Éramos una tropa de lo más variopinto, algunos de cuyos nombres les
sonarán y otros no habrán oído nunca. Al ya susodicho Moncho Alpuente,
una especie de “Leonardo de la movida” que lo mismo escribía un libro
que cantaba en un conjunto, que tenía programa de radio o ponía en
escena una obra teatral, dándole tiempo además a meterse el dedo en la
nariz, se unían sujetos como Octavio Colís, Mayte Yoyoba, José Luis
Cabañas, el inefable Pablo, Sol Alonso, LPO (El Roto), Walt Trappa,
Pilar Butano, Juan Ballesta, Javier Barquín, Escalope de la Vega,
Kalikatres, Pablo Mármol, Pablo Carbonell, Victoria Martos y una larga
lista de sujetos de parecida ralea.
Hacíamos un humor desenfadado, nada ofensivo, en una época en la que
la llamada “movida madrileña” estaba calentita, en su salsa, por lo que
Madrid era una ciudad mundialmente conocida, alegre, cachonda antes y
después del amanecer, años antes de que nuestra ahora alcaldesa, doña Ana Botella,
le dijera a los “guiris” aquello de que nuestra Villa y Corte era un
lugar para tomarse “un relaxing cap of café con leche”. Por las tripas
de El País Imaginario pasó todo bicho viviente de aquel país que
empezaba a dejar la pandereta para entra entrar en la Comunidad
Económica Europea.
Algunos titulares de las noticias tratadas darán una idea de por
dónde iban los tiros en aquellas páginas que pasaron a mejor vida:
“Europa al borde de un ataque de serbios”, “Tita Cervera cede un liguero
a la colección Thyssen”, “Piden a Solchaga que se presente a las
elecciones para no votarle”, “El Vaticano inicia la causa de
beatificación de Lola Flores”. “Verstringe afirma que el PPP (Partido
Popular Progresista) nace con vocación de futuro”, “Los `yuppies´ se
querellan contra Matilde Fernández”, “Dimite un ministro del Gobierno de
Thatcher acusado de pellizcar a su secretaria”, “Altos cargos del PSOE,
protagonistas de un video sobre el uso de preservativos”, “ETA defiende
el origen extraterrestre del pueblo vasco”…
Un día cualquiera desapareció de las páginas de El País Semanal el
hermano menor que era El País Imaginario, dando paso a otros títulos
donde aquella tropa de locos parcos en ingresos y magros de ilusiones
continuamos un tiempo haciendo lo que sabíamos, con mejor o peor suerte:
hacer reír al respetable, que era el que, de alguna manera, nos ayudaba
a llegar a fin de mes vía menú del día. Los nombres que siguieron les
sonarán a los que ya peinan canas, se hacen la raya debajo de la oreja o
lucen calvorotas rampantes, mientras que a esta nueva generación
“suficientemente preparada” les sonará a chino. Pero existieron, tenían
nombres tan sugerentes como El Chafardero Indomable y The Daily Alien.
En estas fechas en la que El País Semanal lleva 2000 domingos
contando historias, queda aquí el recuerdo de que algunas de esas
historias, distorsionadas bajo la óptica del humor, pero reales como la
vida misma, aparecieron en El País Imaginario, del que algunos ilusos
formamos parte. Va por ellos.
DdA, XII/2908
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