viernes, 26 de diciembre de 2014

INSULTANTE SUBIDA DEL SALARIO MÍNIMO: TRES MISERABLES EUROS MÁS

Carlo Vara

Cuando Rajoy dijo esa falacia de que la crisis ya es historia del pasado, en su cabeza, debía estar pensando que lo demostraría con gestos como el que ha tenido lugar esta semana. Esa insultante subida del salario mínimo interprofesional en tres euros. Allí que salió Fátima Báñez a anunciarlo. En el mundo del Partido Popular estos son los síntomas de que el tren de la economía nacional vuelve a ponerse en marcha  (eso y la cuantiosa subida del 0,25% de las pensiones). Los sindicatos pidieron pasar de los 645 euros actuales a 725, el gobierno dijo “ni para ti, ni para mí: 648”. Y ahí está, tan anchos que se quedaron. Y ya veremos cómo se colgarán en ese 2015 tan electoral las medallas de haber subido salarios y pensiones pese a la crisis rampante que, por mucho que se empeñen algunos, por supuesto que sigue ahí. Y técnicamente lo habrán hecho; pero es que técnicamente tampoco fuimos rescatados por la Unión Europea y técnicamente el dinero abonado a Luis Bárcenas fue un finiquito en diferido.
Sin embargo, más allá de la importancia del salario mínimo interprofesional, lo que cala es el mensaje desproporcionado de a quién se le ayuda y cómo se le ayuda. Las decenas de miles de millones de euros para la cúspide del entramado político/bancario/empresarial que nos sumió en esto y los tres euros para la base menos culpable del sistema. Porque hoy en España, entre los que me incluyo, somos muchos los que cobramos un dinero que ni siquiera llega a ese salario mínimo. Son infinidad las fórmulas a disposición del pagador: medias jornadas, apaños bancarios o, directamente, el bajo mano del dinero negro. El sistema laboral está encallado y con ello el consumo y la economía. Y la manera de ponerlo en marcha no es con una miserable dádiva de 3 euros mensuales que no soluciona absolutamente nada.
Hace falta verdadera voluntad de cambio y eso, el gobierno de esta legislatura, ha demostrado no poseerla (o por lo menos en un sentido que beneficie a la mayoría de los españoles). Es necesario atacar el gran fraude fiscal, haciendo caso a los que saben cómo hacerlo; es decir, a los inspectores de Hacienda. Los cuales llevan años desgañitándose por sus escasísimos medios para pescar defraudadores en el inmenso océano de la ingeniería económica de las grandes empresas y de las grandes fortunas. También sería necesaria una reforma laboral valiente y no servil con la CEOE, sino que tuviera en cuenta a los autónomos y a las pequeñas empresas, el gran motor de este país. No puede ser que si consigues abrir un negocio la carga impositiva de la seguridad social te obligue a estar con el agua al cuello desde el primer segundo. En otros países legal y monetariamente no se penaliza a los emprendedores, aquí se les vuelve locos con trámites y se les sangra con tasas inhumanas --las cuales, curiosamente, son mucho menores en las grandes corporaciones--. Y por último el supremo círculo vicioso del crédito: miles de millones para bancas y cajas que no llegan al ciudadano, sino que se destinan --cuando no lo hacen a tarjetas opacas-- a abstrusas operaciones macroeconómicas que a nadie benefician sino a ellos mismos.
Por todo esto, esos tres euros del salario mínimo son un vano gesto en la dirección contraria a la que lleva este gobierno en sus tres años de actividad. Es tirar unas gotas de agua dulce contra una inmensa y salada ola que va en dirección opuesta. Los intereses y servilismos del equipo encabezado por Rajoy miran hacia lo alto, y para los de abajo tienen olvido y mordaza. Sirva de ejemplo la noticia, que supimos hace unas semanas: Florentino Pérez ya ha cobrado --en un solo pago-- la indemnización de 1.350 millones de euros por el chapucero proyecto del almacén submarino de gas Castor. Ahora, durante treinta años, a través de la factura del gas, nos toca pagarlo a los consumidores. Otro negocio redondo más. Quizás el gobierno tuvo una punzada de remordimiento y para que todos pudiéramos hacer frente a ese vergonzoso y sangrante fiasco económico, se decidió a dar tres euros más a los más miserables dentro de los privilegiados. Aquellos que ven como un espejismo inalcanzable la posibilidad de alcanzar un status que hace unos años sonaba peyorativo y hoy a imposible: el de mileurista.

Asturias24

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