Carlo Vara
Cuando Rajoy dijo esa falacia de que la crisis ya es historia del
pasado, en su cabeza, debía estar pensando que lo demostraría con gestos
como el que ha tenido lugar esta semana. Esa insultante subida del
salario mínimo interprofesional en tres euros. Allí que salió Fátima
Báñez a anunciarlo. En el mundo del Partido Popular estos son los
síntomas de que el tren de la economía nacional vuelve a ponerse en
marcha (eso y la cuantiosa subida del 0,25% de las pensiones). Los
sindicatos pidieron pasar de los 645 euros actuales a 725, el gobierno
dijo “ni para ti, ni para mí: 648”. Y ahí está, tan anchos que se
quedaron. Y ya veremos cómo se colgarán en ese 2015 tan electoral las
medallas de haber subido salarios y pensiones pese a la crisis rampante
que, por mucho que se empeñen algunos, por supuesto que sigue ahí. Y
técnicamente lo habrán hecho; pero es que técnicamente tampoco fuimos
rescatados por la Unión Europea y técnicamente el dinero abonado a Luis
Bárcenas fue un finiquito en diferido.
Sin embargo, más allá de la importancia del salario mínimo
interprofesional, lo que cala es el mensaje desproporcionado de a quién
se le ayuda y cómo se le ayuda. Las decenas de miles de millones de
euros para la cúspide del entramado político/bancario/empresarial que
nos sumió en esto y los tres euros para la base menos culpable del
sistema. Porque hoy en España, entre los que me incluyo, somos muchos
los que cobramos un dinero que ni siquiera llega a ese salario mínimo.
Son infinidad las fórmulas a disposición del pagador: medias jornadas,
apaños bancarios o, directamente, el bajo mano del dinero negro. El
sistema laboral está encallado y con ello el consumo y la economía. Y la
manera de ponerlo en marcha no es con una miserable dádiva de 3 euros
mensuales que no soluciona absolutamente nada.
Hace falta verdadera voluntad de cambio y eso, el gobierno de esta
legislatura, ha demostrado no poseerla (o por lo menos en un sentido que
beneficie a la mayoría de los españoles). Es necesario atacar el gran
fraude fiscal, haciendo caso a los que saben cómo hacerlo; es decir, a
los inspectores de Hacienda. Los cuales llevan años desgañitándose por
sus escasísimos medios para pescar defraudadores en el inmenso océano de
la ingeniería económica de las grandes empresas y de las grandes
fortunas. También sería necesaria una reforma laboral valiente y no
servil con la CEOE, sino que tuviera en cuenta a los autónomos y a las
pequeñas empresas, el gran motor de este país. No puede ser que si
consigues abrir un negocio la carga impositiva de la seguridad social te
obligue a estar con el agua al cuello desde el primer segundo. En otros
países legal y monetariamente no se penaliza a los emprendedores, aquí
se les vuelve locos con trámites y se les sangra con tasas inhumanas
--las cuales, curiosamente, son mucho menores en las grandes
corporaciones--. Y por último el supremo círculo vicioso del crédito:
miles de millones para bancas y cajas que no llegan al ciudadano, sino
que se destinan --cuando no lo hacen a tarjetas opacas-- a abstrusas
operaciones macroeconómicas que a nadie benefician sino a ellos mismos.
Por todo esto, esos tres euros del salario mínimo son un vano gesto
en la dirección contraria a la que lleva este gobierno en sus tres años
de actividad. Es tirar unas gotas de agua dulce contra una inmensa y
salada ola que va en dirección opuesta. Los intereses y servilismos del
equipo encabezado por Rajoy miran hacia lo alto, y para los de abajo
tienen olvido y mordaza. Sirva de ejemplo la noticia, que supimos hace
unas semanas: Florentino Pérez ya ha cobrado --en un solo pago-- la
indemnización de 1.350 millones de euros por el chapucero proyecto del
almacén submarino de gas Castor. Ahora, durante treinta años, a través
de la factura del gas, nos toca pagarlo a los consumidores. Otro negocio
redondo más. Quizás el gobierno tuvo una punzada de remordimiento y
para que todos pudiéramos hacer frente a ese vergonzoso y sangrante
fiasco económico, se decidió a dar tres euros más a los más miserables
dentro de los privilegiados. Aquellos que ven como un espejismo
inalcanzable la posibilidad de alcanzar un status que hace unos años
sonaba peyorativo y hoy a imposible: el de mileurista.
Asturias24
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