Lazarillo
Si hay algo que aún diferencia claramente al diario El País del resto de periódicos nacionales en papel que se publican en Madrid, es el tratamiento de los asuntos de la católica iglesia, que tanta influencia a su favor tiene en los restantes. Si a eso le unimos en el tratamiento de las reflexiones al respecto las que puede firmar Manuel Vicent, tenemos como resultante la magnífica columna que hoy suscribe en la última página del citado diario el escritor valenciano. No hay ninguna duda en afirmar, con él, que el purgatorio ha sido el invento que más dinero negro ha generado en la historia de Occidente, sin inversión alguna. Ya saben que esta semana, a la sazón, el ministro de Economía de El Vaticano informó de la aparición de cientos de millones de euros en varios departamentos de la Santa Sede que no figuran en las hojas de balance, aunque Vicent no se sirva explícitamente de esa percha noticiosa para escribir su excelente artículo:
"El origen de toda la riqueza y corrupción que ostenta la Iglesia se debe
paradójicamente al pecado venial. Su creación hizo necesaria la
existencia del purgatorio, que ha resultado ser un negocio mucho más
sólido que todas las empresas juntas del Ibex 35 o del Dow Jones. El
pecado venial es solo un juego malabar elaborado por un genio de la
economía. Los que mueren en gracia de Dios sin estar perfectamente
purificados no pueden entrar en el Reino de los Cielos, pero tampoco una
falta leve merece una condena al fuego eterno. Cielo e infierno son un
final de trayecto irreversible. Había que crear en mitad del camino un
depósito de ánimas benditas en tránsito, una especie de isla de Ellis
cuya salida hacia la Ciudad de Dios, el Manhattan Celestial, se
realizara mediante un impuesto de peaje satisfecho con misas, novenas e
indulgencias pagadas con dinero al contado o a través de herencias y
donaciones de bienes muebles e inmuebles a la Iglesia. El alma en pena
es normalmente la de un familiar muy querido que obliga al creyente a
acudir al rescate para sacarlo de ese cocedero. Desde el inicio de la
cristiandad hubo reyes pecadores y condes facinerosos que levantaron
templos, crearon monasterios y abadías, ofrecieron regalías a los
clérigos para hacerse perdonar sus fechorías y asegurarse las plegarias
por su alma después de la muerte; hubo confesores especialistas en
torcer la última voluntad de agonizantes hacendados y en macerar viudas
ricas hasta extraerles el testamento del cortijo. Esta rapiña no hubiera
sido posible sin la existencia del purgatorio, el invento que más
dinero negro ha generado en la historia de Occidente, sin inversión
alguna. Se trata de un encaje de bolillos. Al pecado venial y al castigo
de un fuego al baño María regulado mediante óbolos debe la Iglesia toda
su corrupción y riqueza descomunal".
DdA, XI/2870
1 comentario:
Bueno, tampoco es que se pasa el país con su anticlericalismo, en un país como este donde la iglesia siegue dominando tanta parcela de la vida social y política.
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