Ana Cuevas
Dice le ministro del Interior
que España es uno de los países más seguros del mundo. Pese a la pobreza
que avanza, la sobredosis de corrupción que soportamos y la merma de
derechos y libertades, a los españolitos no nos ha dado por engrasar la
guillotina. Somos un pueblo templado que manifiesta su dolor y su ira
pacíficamente. Aún así, nos llueven las multas y los palos. En estos
tenebrosos tiempos, la libertad de expresión es un renglón torcido que
el capitalismo está dispuesto a enderezar a hostia limpia. Para ello se
pergeñó la ley mordaza. Una revolución violenta se puede reprimir a
sangre y fuego. Pero utilizar la represión contra el ejercicio de
derechos esenciales como el de reunión o manifestación, requiere una
explicación tan kafkiana como la que da Fernández Díaz.
¿Oiga, si es un
país tan seguro, a qué viene esta ley de seguridad ciudadana? No hace
falta ser un lince. Basta con repasar la lista de nuevas infracciones y
las desproporcionadas sanciones económicas que aparejan para entender de
qué va esto. Es la recta final de ese viaje al pasado con el que este
gobierno nos obsequió desde que fue elegido por mayoría absoluta.
Ahora, quienes cuidan de nuestra seguridad a punta de pistola, no son
"Paca la culona" y sus huestes chaparristas. Pero llevan su adn
ideológico y la misma sangre fascistoide bullendo por las venas. Y como
aderezo al despropósito, se añade el tema de las devoluciones en
caliente. Un gesto torero hacia el tendido más primitivo, visceral y
xenófobo del electorado.
Según
el ministro, los que criticamos esta ley lo hacemos guiados por la
ignorancia y la mala fe porque su motivación es hacernos escalar aún más
en el ranking de la seguridad universal. ¿Qué será lo siguiente?, ¿Una
camisa de fuerza para deslenguados y rebeldes? La
cuestión es: ¿un país más seguro para quién? Porque no lo va a ser
para los cientos de miles de ciudadanos que protestan pacíficamente en
las calles o para los que impiden con resistencia pasiva los desahucios.
Tampoco para los activistas o miembros de la prensa alternativa, cuyos
nombres se recopilarán en legalizadas listas negras. O para quienes osen
reunirse sin notificarlo o celebrar una asamblea sin permiso. Con una
ambigüedad que la propia policía ha señalado, se puede crujir al
personal casi por cualquier cosa. ¿Quién puede sentirse seguro en este
marco?
Lo dicho, no hace falta ser un lince para deducirlo. La
ley mordaza solo protege a los mangantes de élite y a los políticos que
trabajan al servicio de un sistema corrupto. Se protegen de nosotros. Así
de simple. Al final de este saqueo solo les quedaba robarnos la voz y
la palabra. Cautivos, muditos y sumisos. La ley mordaza podría
resumirse en una sola frase inspirada en uno de los gurús intelectuales
de la ultraderecha carpetovetona: ¡Se callen coño! Fenández Díaz podría
dejarse de tantos circunloquios y emular la oratoria de Tejero. Las
cosas claras ministro. Al pan pan. Y a la represión de los derechos democráticos golpismo.
DdA, XI/2869
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