Fernando de Silva
"A Cuba se lo debo todo",
me decía emocionado Mamush mientras nos tomábamos una cerveza en un
bar de Arba Minch, una ciudad ubicada al sur de Eiopía que destaca por
tener la mayor Universidad del país. Era el mayor de siete hermanos, que
quedaron sin padre a raíz de la guerra por la independencia de Eritrea,
que tuvo lugar entre los años 1998 y 2000. Por entonces un tal Fidel
Castro tuvo la ocurrencia de llevarse a 10.000 jóvenes etiopes a Cuba
para ayudarles a labrar su futuro y enseñarles una profesión, con la
idea de que pudiesen volver después para ayudar a la reconstrucción de
su país. Estas cosas no se saben porque no interesa que se conozcan; lo
importante ha sido, siguiendo las órdenes del imperialismo americano,
demonizar durante décadas al dictador cubano, mientras nos
arrodillábamos ante los tiranos que tienen petróleo o dinero para
invertir en el mundo occidental; y así se salvan de la quema países
totalitarios como Dubái, China y o la cercana Guinea Ecuatorial de
Teodoro Obiang, por poner algunos ejemplos. Este escenario forma parte
de la permanente hipocresía de nuestra sociedad, porque así nos lo han
enseñado de pequeños.
Las
cosas no son blancas o negras, aunque así nos las quieran hacer ver.
Ahora Obama nos descubre que los grises también existen y ha decidido
perdonar la vida a un pueblo al que no han conseguido arrodillar, a
pesar de haber sido sometido a un vergonzoso aislamiento durante más de
cinco década, afirmando que las cosas no se solucionan con la
incomunicación sino con diálogo. Tal parece que los Estados Unidos de
América en donde viven los buenos de la películas de guerra, han
tardado más de cincuenta años en enteresarse; pero más vale tarde que
nunca.
Se
ha levantado la veda, y ahora ya podemos hablar bien de Cuba, porque
interesa romper el muro de su aislamiento. Sabemos desde hace años que
la sanidad cubana es puntera en el mundo, pero ahora nos cuentan que los
primeros en llegar después de las catástrofes siempre son los médicos
cubanos, los únicos capaces de acudir a los sitios más recónditos, a los
que casi nadie quería acceder. Mientras en occidente seguimos pensando
cómo ayudar en África por la tragedia del ébola, los cubanos ya están
allí desde hace meses, dando la cara en primera línea.
Puede
que los dirigentes cubanos no sean unos santos, pero tan perversos como
nos los han pintado tampoco. Me he preguntado muchas veces cuál sería
el presente de Cuba, si no hubiesen sufrido el embargo que ha impedido
que su economía pudiese prosperar. Quizás ahora las cosas serían muy
distintas, pero esto queda a la imaginación de cada uno. Lo que es una
realidad, porque ha sucedido, es que mientras muchas cadenas hoteleras
españolas invertían su dinero en ese paraíso natural por meros
intereses especulativos, al mismo tiempo que salían a diario del
aeropuerto de Barajas aviones repletos de varones maduros que iban a
disfrutrar de los cuerpos de las cubanas que se veían obligadas a
prostuirse para poder sobrevivir, muchos se han dedicado a regocijarse
con los males del pueblo cubano, convirtiendo a Fidel Castro en un
demonio peligroso.
Es
cierto que en la isla de Cuba se han cometido muchas injusticias y
atrocidades en los últimos años. Pero de las más recientes y más
vergonzosas ha sido protagonista los EEUU de América, sometiendo a
centenares de prisioneros en Guantámano a un trato inhumano y vejatorio,
sin acusación formal y sin juicio, sin que sepamos cuantas han sido
las víctimas mortales por los maltratos sufridos. Pero como han sido los
buenos, y no los malos, los que han violado los derechos humanos, todos
miramos para otra parte y en pocos días nos olvidamos de los crímenes
cometidos por lo que se consideran dueños del mundo.
Cuba
se merece un reconocimiento internacional y un futuro, que han de
labrarse los propios cubanos, sin injerencias ni imposiciones. Basta ya
de cinismo y de hipocresía, y cuanto antes pasemos página de lo ocurrido
en los últimos 53 años, mucho mejor. Por cierto, España podía haber
tenido un papel destacado en la caída del muro de su aislamiento, pero
Aznar nos alejó de nuestros primos hermanos, con tal de conseguir la
amistad personal de Busch; y hasta tuvo la osadía de meternos en la
guerra de Irak, un conflicto injusto e innecesario basado en mentiras ya
reconocidas, que se convirtió en un genocidio que causó más de un
millón de muertes. Pero eso no importa, es secundiario, es un tema
menor.
(La foto fué tomada en el rastro de La Habana el 12 de agosto del año 2001)
SinLaVenia
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