La
puesta en escena es fundamental. El purpurado que se postra sobre el
suelo para pedir perdón por los pecados de la iglesia conoce su
importancia en una buena representación teatral. La
institución a la que pertenece tiene muchas tablas. Se ha nutrido de la
dramatización en sus liturgias, en homilías apocalípticas donde nada
se dejaba a la improvisación. Ni siquiera la declamación calculada de
cada palabra o gesto emitido desde el escenario litúrgico, también
llamado altar.
No juzguéis y no seréis juzgados- Insiste
desde el púlpito el arzobispo de Granada que "olvidó" denunciar a la
Conferencia Episcopal los casos de pederastia cometidos por varios
religiosos en su diócesis. No juzguéis, dice ahora monseñor Martínez. No
actuó igual en otras ocasiones cuando no le dolieron prendas en
denostar la España subsidiada o en comparar el aborto con el Holocausto
nazi. Pero ahora pide indulgencia para los malos pastores que abusaron o
permitieron esos abusos con un silencio cómplice, como él mismo.
Ese
hombre que arrastra su oronda naturaleza episcopal en busca del perdón
era implacable con sus semejantes. Mujeres y homosexuales hemos sido
víctimas de su colérica doctrina, más propia del antiguo testamento que
del siglo XXI. Sin embargo, pide respeto para los descarriados
"romanones" cuyas prácticas contra la libertad sexual de los menores
tienen matices escalofriantes.
La
sub-secta no tiene desperdicio. Propiedades, dinero y mucho "amor
fraterno" para enmascarar sus orgías con los chavales. Hasta contaban
con su propia web, Horizontes. Una plataforma digital desde la que predicaban moral a los feligreses. Demasiado repugnante lo que hacían sus pastores mientras usted, monseñor, miraba hacia otro lado. ¿No le parece? Osea
que no se obstine en derramar sus carnestolendas por los suelos. Esto
tiene mal arreglo. El único horizonte lícito que puede tener la iglesia
para remedar mínimamente el daño causado consiste en separar el grano de
la paja sin que le tiemble el pulso. El arzobispo Martínez y todos
cuantos cometieron o ampararon estos crímenes son paja, por si alguien
tiene dudas. Paja seca y maloliente que se apila alrededor de la propia
institución religiosa. Como si de una enorme pira funeraria se tratara.
Presta a arder y arrasar la poca credibilidad que les queda.
El
horizonte estaría en recuperar el mensaje de sus evangelios. Entonces
compartirían el frente de los deseheredados y nunca el de los poderosos.
El de las víctimas y nunca el de los verdugos. Entonces los obispos
estarían tirados por los suelos, hombro con hombro con insignes ateos o
cristianos de base, para evitar con resistencia pasiva los desahucios.
Darían a dios lo que es de dios y al fisco lo que es del pueblo.
Ahí
estaría su horizonte. Mientras tanto, ya pueden pedir perdón y tirar el
cuerpo a tierra con ademán desolado. Esa función ya la hemos visto
todos. Llevan mas de 2000 años representándola. Ya sabemos el final y no
nos la creemos, no nos gusta. Para su desgracia, no todos somos niños.
DdA, XI/2852
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