Lazarillo
Siguiendo con su atrofia mental, notable en quien tan alto estuvo al frente del país, Alfonso Guerra vino a decir el otro día en una entrevista radiofónica que Pablo Iglesias, por llamarse como se llama, venía poco menos que a usurpar con su nombre la categoría del fundador del Partido Socialista Obrero Español, Pablo Iglesias Possé, y que esa circunstancia le estaba saliendo gratis. Desconocía quizá don Alfonso los ascendientes socialistas de Pablo en la figura de su abuelo, condenado a muerte por esa militancia y avergozado luego ante la gobernación llevada a cabo por Felipe González y el propio Guerra. El líder del Podemos le respondió en Cuatro TV con el respeto que le merecen tanto la personalidad de Iglesias Possé como la propia persona de don Alfonso, algo que quien fuera vicepresidente del Gobierno nunca dispensó a Podemos ni a los dirigentes de este partido, antes bien al contrario. Esa falta de respeto del señor Guerra puede que se deba al embotamiento intelectual que le afecta, fruto a no dudar de los 37 años de esacañamiento en el Congreso de los Diputados, un periodo en exceso dilatado que pudo haber anquilosado su capacidad reflexiva hasta el punto de impedirle avizorar el avanzado crepúsculo de la vieja política y los esperanzadoras atisbos de luz que comportó en su día el 15-M y el partido que ha sabido encauzar políticamente aquel movimiento. El artículo que sigue explica por qué este Pablo Iglesias Turrión es para muchos ciudadanos, aquí y ahora, algo muy distinto a lo que entiende Guerra con más bilis que inteligencia: Lo firman hoy en ElDiario.es Alejandro Pérez y Diego Perdomo:
Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo.
Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No
se asegura retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito".
Así rezaba el anuncio de reclutamiento de tripulación para la Expedición
Imperial Trasatlántica que habría de cruzar por tierra el continente
antártico, pasando por el Polo Sur. Dicha expedición sería conocida como
la Odisea del Endurance, pues el barco acabó
varando en el hielo del Mar de Weddell, quedando la tripulación
completamente abandonada en la cruda superficie austral durante un año y
ocho meses. Finalmente, en una sucesión de heroicas actuaciones, los
veintisiete expedicionarios salvaron la vida.
No nos
encontramos ni de lejos ante una situación parecida, en cuanto a los
padecimientos físicos que soportaron los héroes del Endurance, pero no
es menos cierto que el momento histórico que vivimos es de una
dificultad incuestionable y requiere una considerable dosis de arrojo si
queremos que los políticos de la Casta no perseveren en las políticas
de acumulación de riqueza, regresión en materia de derechos
fundamentales de la ciudadanía y explotación de las clases populares que
han venido implementando de forma inmisericorde desde el comienzo de la
crisis-estafa hasta nuestros días.
En una situación
de tal gravedad se hacía necesaria una propuesta, un proyecto de cambio
social que, con base en un profundo estudio de las soterradas violencias
(materiales y simbólicas) y opresiones silentes sobre las que se
asienta la sociedad actual, pudiera disputarle el poder político a la
Casta gobernante. Hacía falta un halo de esperanza que convirtiera la
razón en fuerza al tiempo que transformase la indignación en un programa
de empoderamiento ciudadano. Y este hecho, de enorme trascendencia y
muy atípico en nuestra historia reciente, se ha dado: Pablo Iglesias y
su equipo, con un lenguaje directo y una propuesta política audaz en
oposición frontal al bipartito PPSOE (esto es, capaz de señalar a las
víctimas del austericidio, a sus responsables, y
de proponer una batería de medidas plausibles para erradicar o mitigar
los sufrimientos de las mayorías), han sido capaces de pulsar el sentir
popular con una lucidez literalmente asombrosa. Una vez realizado el
análisis, tras años de esmerada elaboración de un discurso que combinase
el rigor intelectual con el éxito mediático, a comienzos de 2014, en
muy pocos meses, los fundadores de Podemos fueron capaces de poner en
funcionamiento toda una maquinaria electoral con un presupuesto de
ciento cincuenta mil euros (una minucia si se lo compara con los
millones que gastan los partidos del régimen en sus insípidas y
estupidizantes campañas electorales) obtenido gracias a las donaciones
voluntarias de miles de ciudadanos anónimos. El resto de la historia lo
conocemos: los cinco eurodiputados del 25M, el crecimiento exponencial
en las encuestas, la sobresaliente actuación de nuestros portavoces en
las tertulias políticas de mayor seguimiento en todo el país...
No hay que olvidar que todo este proceso se ha realizado sin obturar
los canales de deliberación y toma de decisiones colectivas. Por
primarias abiertas a toda la ciudadanía se ha decidido, para empezar, la
misma existencia de Podemos (cincuenta mil firmas recogidas en
veinticuatro horas). Por el mismo procedimiento han sido elegidos los
candidatos a las elecciones europeas de 2014; los miembros del equipo
técnico responsable de la realización de la Asamblea Ciudadana "Sí Se
Puede"; los documentos ético, político y organizativo que marcarán la
actuación de nuestra fuerza política en el futuro próximo; y, por último
(hasta el momento), durante esta semana -del 10 al 14 de Noviembre-
todos los ciudadanos y residentes de nuestro país podrán votar a los
candidatos a la secretaría general, el consejo ciudadano y el comité de
garantías. En resumen, las primarias abiertas han sido, son y serán la conditio sine qua non de todo proyecto en el que, a título individual o en confluencia con otros actores políticos, vaya a participar Podemos.
Esto evidentemente no quiere decir que nuestra formación haya
fetichizado el asamblearismo permanente como varita mágica capaz de
solucionar todos los retos a los que se enfrenta cualquier organización
política con vocación de gobierno. Somos plenamente conscientes de los
peligros que encierra lo que el filósofo Santiago Alba Rico denomina el
"elitismo democrático". Cedámosle la palabra: "El elitismo democrático,
contra la vieja izquierda pero en la misma dinámica, acaba queriendo
convertir a todos los ciudadanos en activistas permanentes y
privilegiando la minoritaria militancia como fuente de decisiones
soberanas. 'Democracia' no significa que todos estemos siendo demócratas
todo el rato sino armar un proyecto que lo sea sin nosotros y que
permita incluir también a los que -mayoría social- sólo pueden serlo a
ratos." En la misma línea, otro filósofo, el siempre incómodo Zizek,
afirma con rotundidad: "Voy a ser brutal. Tengo un problema con los
partidarios de la llamada democracia directa: piensan que a un nivel
local, todos deberíamos estar movilizados, permanentemente activos en
política…. Pues perdone, pero a mí no me gustaría vivir en una sociedad
así. Mi sociedad ideal es una donde me dejan en paz, y yo me puedo
dedicar a mi trabajo, la Filosofía o lo que sea."
¿Tan pernicioso es el concepto de Representación? No lo creemos.
Pensamos que mientras todos los cargos sean elegidos por primarias
abiertas, existan los referendos revocatorios y la ciudadanía disponga
de herramientas útiles para fiscalizar constantemente la actuación de
los candidatos que en ese momento hayan asumido puestos de
responsabilidad, la representación es un mecanismo ineludible para toda
organización política que aspire a llegar al poder (que de eso se
trata). Permítasenos la insistencia en este punto: nosotros no
participamos de la creencia en el mito de un supuesto pecado original en
el concepto en sí de Representación (no así de las perversiones a lo
que lo han sometido los partidos del régimen). Dice el filósofo Carlos
Fernández Liria, con palabras que suscribimos plenamente: "Yo tengo
derecho a votar por confianza. Tengo derecho a fiarme de un equipo que
desde hace seis meses no ha hecho más que sorprenderme y asombrarme,
hasta el punto de que me ha parecido estar en el circo del más difícil
todavía. Han obrado un milagro."
Por eso confiamos en
Pablo Iglesias y su equipo. Por lo anteriormente explicado y también,
para qué negarlo, por haberse atrevido a salir a ganar. Muchos de los
que veníamos de las izquierdas estábamos, de una forma u otra, atrapados
en la pegajosa telaraña de la melancolía, la retórica del victimismo y
la resignación. "Decía Lacan que la histeria es el deseo de mantener el
deseo insatisfecho: no tanto de no atreverse a desear, como de desear la
propia imposibilidad de alcanzar y realizar el deseo, rechazar esa
satisfacción y vivir cómodamente en su negación", nos recuerda Jorge
Lago, miembro del equipo de Pablo Iglesias, en un reciente artículo. Y
continúa, con palabras nimbadas del amargo resplandor que conlleva toda
revelación psicoanalítica: "No exagero quizá en calificar a una cierta
política contestataria, de la que muchos venimos, de histérica: no nos
atrevíamos a (pensar en) ganar, y menos aún a pasar al acto e
intentarlo. Si algo ha significado, por encima de muchas otras
consideraciones, el ciclo de movilizaciones que ha dado lugar a este
nuevo triángulo formado por el fin del bipartidismo, la crisis del
Régimen del 78 y la irrupción de Podemos es, creo, el de superar la
histeria por la que el miedo nos hacía desear perder."
Volvamos al principio: la "odisea del Endurance". Tal vez podamos
afirmar que las fuerzas políticas que estamos por el cambio en nuestro
país hemos pasado ya de la épica de la resistencia ("endurance" en
inglés quiere decir "resistencia", ¡justicia poética donde las haya para
los supervivientes del Polo Sur!) al no menos apasionante periodo de la
lucha por el poder institucional. La responsabilidad es enorme. La
alegría, mayor aún. Venceremos. Claro que Podemos.
DdA, XI/2841
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