Jaime Poncela
Moriremos de ébola o de asco. O de las dos cosas. Estamos sentenciados.
Hay una epidemia en España que nos llevará a todos por delante el día
menos pensado. Dará lo mismo que tomemos medidas preventivas porque esta
rabia no se acabará ni aunque muera el perro. Estos perros que andan
sueltos por todos los ministerios y otros negociados, estos perros con
tarjeta de crédito, estos perros rabiosos que ladran desde el alba hasta
el ocaso y nos roban el hueso, se han reproducido en camadas tan
numerosas que será imposible acabar con ellos. Hemos llegado tarde y ya
no podremos librarnos de la plaga de asco, de incompetencia, de chulería
y de ignorancia soberbia que se ha desatado a la vez que el ébola. Ya
teníamos fundadas sospechas del desastre, pero viendo estos días el
esquema mental que exhiben cada vez que hablan quienes nos gobiernan, su
absoluta indigencia profesional, moral y política, el desprecio que
sienten por los ciudadanos por muy moribundos que estén, el asco que
sentimos ante todo estos tipos y tipas nos confirma que lo peor aún está
por llegar. Nuestras necesidades básicas, las cosas que nos importan,
la salud, el futuro, lo más sagrado, lo más esencial, el caldo corto en
el que se ha convertido nuestra vida después de hervir a fuego lento en
la pota de la crisis, está por completo en manos de una cuadrilla de
Ilustres ignorantes, de chulos, de señoritos y señoritas de Serrano
premiados con una dirección general, de corruptos moralistas, de gentuza
bien vestida que trata a los votantes como trata a los empleados del
servicio doméstico de sus casas y cree además que la democracia es una
barra americana en la que lo tienen todo pago gracias a la mayoría
absoluta que consiguieron mintiendo como tahúres. Moriremos de asco o de
ébola o de las dos cosas porque quienes se encargan de evitar la
propagación de ambas epidemias son los mismos gobernantes incapaces,
despectivos, impertinentes y displicentes que siguen a lo suyo jaleados
y ayudados por la ralea de ciertos periodistas que se arrascan la sarna
del alma ante el micrófono antes de ir a misa de doce a pedirle a su
dios que acabe de una vez con todos nosotros, ya sea de ébola o de asco.
Cualquier peste les vale.
Artículos de Saldo DdA, XI/2812
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