
Jaime Richart
En la cultura occidental
todas las generaciones vienen estando atrapadas en su época.
Prácticamente hasta el siglo XX, nadie universalmente conocido razonaba y
publicaba sin la noción Dios. Podría arremeter de manera furibunda
contra la Iglesia, pero no prescindía, explícita o implícitamente, de
dicha noción. Y el que osaba hacerlo, lo pagaba con la locura o con la
vida. Pues bien, con el capitalismo y con los bancos ocurre lo mismo. Se
pide o se exige depurar el sistema capitalista, pero no se propone otra
fórmula que no sea más capitalismo con más bancos beatíficos, los
cuales no existen. Ni con leyes ni sin leyes. El Interés es el rey y la
desigualdad el motor. Los dirigentes que intentan algo diferente lo
pagan asimismo con el fracaso o con su vida.
Occidente
está pidiendo a gritos un nuevo sistema. El capitalismo ya no sirve. El
capitalismo es un sistema de organización de la sociedad basado en la
primitiva idea de que la sociedad en su conjunto sólo puede prosperar si
las diferencias naturales entre los individuos que la componen son
superadas por el esfuerzo de cada individuo por separado, siendo la suma
de esfuerzos individuales lo que genera prosperidad para todos.
En
una primera fase, esta premisa puede aceptarse. Pero no en una fase de
evolución social más avanzada. Pues lo que en principio fue un estímulo y
motor de progreso, la iniciativa privada, acaba convirtiéndose con el
tiempo en una continuidad cómoda de los descendientes del individuo que
realizó el esfuerzo digno de ser retribuido. Esa continuidad cómoda da
lugar a la invención de las finanzas. El individuo ya no realiza
esfuerzo creativo alguno. Simplemente especula y maquina. Su imaginación
y su creatividad no generan riqueza para todos sino que van dirigidas
exclusivamente a vislumbrar la oportunidad. Ya no hay riesgo en el
capitalismo de la fase posterior. O por mejor decir, el riesgo se reduce
a la apuesta en el casino. Nada que ver con las justificaciones del
capitalismo industrial en cuya virtud el riesgo justifica el beneficio.
Toda la teoría se viene abajo y su soporte y razón de ser se sitúa
prácticamente en la fuerza, manu militari, manu politiae, cuando acaba
la fase de bonanza.
Pues
bien, en estas condiciones generales en las que otros países del mismo
sistema los capitalistas tratan de prolongar el régimen capitalista que
se desmorona no abusando de sus ventajas, los capitalistas españoles y
los políticos que les respaldan ahondan en cambio más y más aquellas
diferencias naturales; diferencias naturales convertidas ya en
diferencias plenamente sociales, institucionalizándose la pobreza no ya
como un estado del individuo de circunstancias, sino como algo
establecido por razón del rol que en la sociedad el individuo ocupaba
cuando el cataclismo provocado por la arquitectura financiera sobrevino.
Algunos
hablan de la casta refiriéndose a una porción de individuos que han
propiciado o han permitido ese cataclismo y se han beneficiado de él.
Pero en un sentido más amplio la situación general está muy cerca de la
distribución de las capas sociales por castas, en el sentido sociológico
de grupo que forma una clase separada de los demás por cualquier razón.
En Europa también. Pero sobre todo en España, donde a paso acelerado se
van perfilando cada vez con más nitidez dos castas especialmente: la de
los que lo tienen todo y la de los que no tienen nada, la de los
poseedores y la de los desposeídos, siendo la distancia entre unos y
otros cada vez más insalvable.
Aunque
se trata de países del sur de Europa y principalmente de España,
estamos ante un franco retroceso de la civilización. No porque se haya
frenado el consumo, que bien frenado está, sino porque la pobreza y la
exclusión social forman parte muy acusada del panorama general en el que
los dirigentes políticos, bancarios e institucionales no sufren ni
comparten las consecuencias del mismo cataclismo. Grandes masas de
población han de contentarse con poco o con nada, pero ellos siguen
percibiendo el mismo monto de retribuciones del Estado por su condición
de políticos. La incivilidad, en situaciones que se creyeron superadas
para siempre, ha tomado carta de naturaleza comandada por cresos y
políticos. Y todo cuanto intente hacerse que no sea para conseguirse un
estrechamiento de la distancia en holgura y bienestar entre pobres y
ricos es muy grave proceso involutivo. Porque aunque siempre haya sido
así, la percepción general es que cada vez es más hiriente el agravio
comparativo, y que el enriquecimiento injusto y el expolio extensivo,
como la conquista, son avatares ya propios sólo de la barbarie aunque en
este tiempo la barbarie vaya acompañada de mucha tecnología. En suma,
urge acabar con el pensamiento y la acción neoliberales, una vez probado
y comprobado que es otra argucia del capitalismo para sucederse a sí
mismo y para enriquecer más a unos y abrir las puertas a otros puñados
más de nuevos ricos del globo. Y mientras tanto España empobrece de
manera irreversible y parte de su población sucumbe, física o
moralmente, por causas directas o colaterales.
No se sabe cuál acabará
siendo el sistema de reemplazo, pero parece inevitable que cualquiera
que sea pasará por una socialización generalizada de los servicios
básicos. Y, llámese como se llame la pirueta, el desafío estará en
revertir el máximo poder político y económico al Estado. En todo caso,
evitemos llamarlo comunismo que tan malas resonancias tiene para los que
hasta ahora han dominado el mundo; evitemos llamarlo socialismo por
razones parecidas. Pero hay que encontrar a todo trance la fórmula que
evite que la Europa Vieja, España y el planeta sigan en manos de los
acaparadores de la riqueza, de los depredadores y de los dedicados a la
explotación en beneficio propio de los bienes y frutos colectivos.
Pertenece a esa acción una sumaria y urgente reeducación que propicie el
desarrollo del nuevo sistema. A fin de cuentas todo lo mejor que el
conjunto de la sociedad ha disfrutado hasta ayer, había sido generado
por el Estado y ha salido del Estado. Me refiero a ese Estado que ahora
en España muestra una patente obsecuencia frente a los intereses de
grupos nacionales emparentados muy de cerca con intereses
internacionales y que, por el contrario y para compensar aquella
debilidad, se hace fuerte frente a los más débiles estrujando o
suprimiendo derechos ciudadanos adquiridos, justo para impedir que esos
inconmensurables intereses se vean mermados o afectados negativamente.
En todo caso la
clave del cambio no está en la macroeconomía, por más que las cifras, la
contabilidad y los balances manejados por economistas y políticos se
impongan a la fuerza dentro del expolio practicado y las maniobras
especulativas de un capitalismo financiero feroz (lo que significa una
concentración cada vez más masiva del dinero en pocas manos), sino sobre
todo en los principios humanistas, cristianos y razonables que sitúan
al individuo aislado en el centro de atención y preocupación por parte
del Estado. La clave, más allá de la política y la economía, está en el
plano sociológico y antropológico: en el ideal que planteaba Voltaire:
que no haya nadie que sea tan rico que pueda comprar a otro, ni tan
pobre que se vea en la necesidad de venderse.
DdA, XI/2.778
1 comentario:
Coincido, en México el Neoliberalismo nos llevo a un callejón sin salida. Pobreza , violencia naturalizada, corrupción . Fuimos gobernados por Virreyes del neoliberalismo. La lucha de la izquierda mexicana está desarmando el entramado económico neoliberal y a puesto en el centro a los pobres. Esto es una revolución ética. Humanismo mexicano. Los recursos financieros del país alcanzan muy bien para apoyar a los afectados por la políticas neoliberal y tengo un resultado positivo en el mercado interno. Es un trabajo sin descanso continuar con la reconversión del sistema neoliberal por uno más justo, teniendo las jaurias de esta nobleza financiera en contra, manipulando la percepción del mundo con sus medios de comunicación. Mexico vive una revolución atípica. Sin un tiro está ganado al neoliberalismo. Luchemos , PARA QUE NO HAYA QUE SEA TAN RICO QUE PUEDA COMPRAR OTRO, NI TAMPOCO QUE SE VEA EN LA NECESIDAD DE VENDERSE. " .
Saludos fraternos
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