lunes, 1 de septiembre de 2014

LA CAPA MAGNA DEL PRELADO CAÑIZARES, EL PAPA FRANCISCO Y LOS CRISTIANOS DE ENTREVÍAS

Lazarillo

Antonio Cañizares, nuevo arzobispo de Valencia en sustitución de Carlos Osoro, que a su vez releverá a Rouco Valera como prelado de Madrid, es conocido como uno de los miembros más conservadores del episcopado español. En 2009, llegó a afirmar que "no es comparable lo que haya podido pasar en unos cuantos colegios, con los millones de vidas destruidas por el aborto" para justificar los abusos a menores en el seno de la Iglesia católica. Cañizares, arzobispo de Toledo de 2002 de 2008, eligió portar una 'capa magna' en la ordenación de dos sacerdotes en 2007, una prenda que el papa Pablo VI desaconsejó en 1969. La prenda, de más de cinco metros de longitud, requiere de un ayudante que sostenga su tramo final (más imágenes) y ha provocado numerosos comentarios en tono de mofa en Twitter.
Antes de ser elegido arzobispo de Valencia por el papa Francisco, Cañizares ocupaba desde 2008 la prefectura de la Congregación Vaticana para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, la división de la Curia Romana encargada de la mayoría de los asuntos relacionados con la Liturgia de la Iglesia Católica y el ritual de los Sacramentos. La imagen de Cañizares con la capa magna, que los usuarios de redes sociales han recuperado con motivo de su nombramiento, contratasta con la reforma que quiere imponer Jorge Bergoglio en la Iglesia católica, que pretende acercarla a los pobres, recuperar la humildad de las instituciones eclesiásticas y hacerlas más empáticas con las necesidades del pueblo.Este Lazarillo recupera para la ocasión el artículo publicado en este mismo DdA el 30 de agosto de 2007 con ocasión de la ordenación sacerdotal aludida, coincidente entonces con la pretensión del ríspido Rouco de cerrar la parroquia de San Carlos Borromeo en el barrio madrileño de Entrevías: 


Félix Población

Leo que el cardenal primado de España presidió el pasado mes de julio una ceremonia religiosa en las inmediaciones de Florencia con el ostentoso atavío de la capa magna, propio de las nada ejemplares calendas de los Borgia o cualesquiera otras del vetusto pasado, como si con tal proceder su objetivo fuera reafirmar las tentaciones retrospectivas del actual pontífice y la alta curia vaticana.

La imagen que ilustra este comentario podría pertenecer al más rancio y oscuro tiempo en que la católica iglesia, además de inspirar temor con las penas del infierno, cifraba su poder de sugestión sobre la feligresía en los alardes del boato y la magnificencia. Sucedió sin embargo en la dulce Toscana de nuestros días, con motivo de la ordenación de curas celebrada en el Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote, ubicado en la localidad de Gricigliani y fundado por el cardenal Siri. A este prelado, candidato a suceder en su día al Papa Juan XXIII, se le atribuye una frase, alusiva al concilio Vaticano II, que define la orientación de la institución citada: Hará falta más de veinticinco años para restaurar el mal que ha hecho a la Iglesia Juan XXIII.

El primado Cañizares, puesto que Benedicto XVI así lo ha permitido como alternativa opcional últimamente, presidió la ceremonia ateniéndose a la liturgia del ritual tridentino, para la que además tiene licencia -según he podido leer- el citado instituto como testimonio de fidelidad a la llamada misa de Pío V. Dice don Javier Morán, articulista del diario La Nueva España, que la sobredicha capa magna perdió vigencia desde que el Papa Pío XII optó por recortar los excesos en el atuendo del colegio cardenalicio. Fue Pablo VI quien mediante la Instrucción sobre vestido, títulos y escudos de amas de cardenales, obispos y prelados decidió en 1969 que tal prenda, siempre sin armiño, no será obligatoria, y sólo puede utilizarse fuera de Roma en circunstancias especialmente solemnes.

El señor Morán, que fue quien me descubrió esta noticia con su artículo, establece al final del mismo un gracioso símil cuando trata de imaginar la razón por la cual la capa magna, con sus cinco metros de longitud, fue proscrita en Roma: La cola de una capa se denomina «train» en inglés, de modo que en un acto con varios cardenales se formaba un convoy interminable. Si un tren de Alta Velocidad necesita un andén de 400 metros de longitud para desenvolverse, el colegio cardenalicio requeriría un corredor de no menos de 500 metros para procesionar.

Claro que esa distancia no es nada si se compara con la creciente lejanía que media entre la imagen que representa ataviado de esa guisa el arzobispo de Toledo y primado de España y este reconocido mensaje del apostol Mateo:

Entonces el Rey dirá a los de su derecha: «Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui extranjero y me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis;enfermo y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí».

Eso ocurre en la parroquia de san Carlos Borromeo del barrio de Entrevías, en Madrid, que la jerarquía eclesiástica pretende cerrar y donde los curas no gastan capa magna sino atuendo de calle para prestar su ministerio al pie de la letra evangélica. 


                                  DdA, XI/2.777                               

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué pensara papa Francisco de san Carlos Borromeo? No hay periodista capaz de preguntar esas cosas?

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