Esta es la última mirada de Elegido. Su tortura, agonía y muerte sirvió ayer de diversión
a un pueblo que cultiva esa barbarie y la ensalza. Nos lo dicen esos ojos.
a un pueblo que cultiva esa barbarie y la ensalza. Nos lo dicen esos ojos.
Ana Cuevas
Desde que recuerdo, siempre me ha resultado más sencillo empatizar
con el resto de animales que con los de mi propia especie. Supongo que
ayuda el hecho de que las demás bestias no hablan. Al contrario que el
ilustre alcalde de Tordesillas que estaría mejor mudito. Por ejemplo,
cuando afirmó que el Toro de la Vega siente dolor, pero no sufre. Yo le
invitaría a demostrarlo empíricamente en sus carnes morenas. Ocupar el
lugar de "Elegido" para ser acosado por más de cien energúmenos
sedientos de sangre dispuestos a lancearle hasta la muerte. A lo mejor
sí que sufriría un poco, ¿no?
Pero el tipo, no satisfecho con la
garrulada anterior, acusa a los defensores del toro de ser unos
inadaptados, politizados y echadicos a perder. Menos mal que en su
pueblo, no hay gentuza como esta. Ni que se les ocurra manifestarse,
vaya, porque otra hermosa tradición de Tordesillas, aparte de torturar
animales indefensos, parece ser la lapidación de anti-taurinos. Donde
ponen el ojo, clavan la lanza o la pedrada. Que no hay que hacer ascos
con el objetivo. También valen animalistas perro-flautas. Es lo que
tiene esta encantadora localidad de Tordesillas, crisol de la defensa
numantina de una de las más vergonzantes de las tradiciones patrias: el
maltrato animal. Y sí, lamentablemente no es la única.
En estas tierras
está muy extendido aquello de mantener las tradiciones. Sobre todo en
festejos populares en los que se exalta la crueldad con otros seres
vivos. La fiesta unida al sadismo. Una verdadera orgía para tarados,
sádicos y matracos descerebrados. Algo que por lo visto, abunda en
nuestra geografía. Brutos y orgullosos. Alardeando de su insensibilidad
como un aval de raza hispana. De esa España profunda, sobre todo
mentalmente, que ofrece su cara cavernícola y violenta. Erradicar estas
prácticas y educar en el respeto a todas las especies nos haría mejores
seres humanos. Cualquiera sabe que un rasgo típico de la psicopatía es
el sadismo con los animales. No parece buena idea fomentarlo.
Seguro
que alguien como Anibal Lecter disfrutaría mucho en Tordesillas con un
espectáculo así de sangriento y primitivo. Ahora, creo que a la hora de
comer, no se iba a conformar con pedir rabo de toro. También es un tipo
muy conservador en lo tocante a sus gustos gastronómicos. Le van más las
vísceras humanas. Cada uno, fiel a sus costumbres. Es lo que tienen en
común los asesinos en serie, ya sean de personas o animales. Que
siempre defienden a ultranza sus entrañables tradiciones. Aunque sea a
pedradas. Como los cientos de Anibal Lecter que asesinaron salvajemente a
Elegido en Tordesillas. Unos sentimentales.
DdA, XI/2793
2 comentarios:
Cuanta razon tienes es una verguenzaese pueblo
Vergüenza ese publo
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